Según informaban los medios estos días, se va a suprimir en nuestra oferta televisiva un buen trozo de telebasura, la cual constituye en este país una fuente inagotable de circo sin pan y parte considerable del pastel mediático. Alimento de mucho merengue y poca sustancia, por no decir claramente tóxico.
Aunque es mejunje que puede adoptar formas muy variadas y hasta estilosas, y su cocina abarca desde lo más cutre y grosero a lo más aparentemente desenvuelto, neoliberal, y enrollado, el olfato entrenado detecta su tufo rancio enseguida, aunque se disfrace con toquecitos Masterchef.
Y es que así como el PP toquetea a los jueces del Tribunal Supremo por detrás (según ellos mismos reconocen) para que su corrupción quede impune y se engulla sin demasiados retortijones, los cocineros de la telebasura toquetean al espectador y futuro votante por sus partes más turbias e irracionales, con un objetivo similar, no siempre declarado.
Es droga disfrazada que crea tolerancia y dependencia y al final obstruye los circuitos del pensamiento.
Bienvenida sea esta dieta de desintoxicación, aunque mucho nos tememos que llega tarde, al menos de
cara a las próximas e inmediatas elecciones.
Y es que la telebasura, aunque aparentemente solo sea telebasura, también tiene su función en la orientación política.
Está perfectamente claro a qué tipo de intereses económicos y partidos políticos interesa que la telebasura abunde (no quieren gente despierta), de la misma manera que a los negacionistas y neofascistas que clamaban conspiranoias durante la pandemia, venía muy bien que la formación y la información científica no sea el punto fuerte de los españoles (en general). Y eso que no falta una oferta generosa de divulgación científica para que aquellos que no son «técnicos» en las distintas materias, pero saben razonar, tengan una visión sensata y contrastada de la realidad.
Lo que ocurre es que cuando ya te has llenado (o te han llenado) de lo otro (las «chuches», las «posverdades», las «conspiranoias», y demás golosinas), no hay hambre para buenos alimentos.
Intuyo que esto de la telebasura es una moda importada (como otras muchas) de USA, de donde copiamos poco de lo bueno y casi todo de lo malo. Y entre esto último, la telebasura, el extremismo neoliberal, y la religión espectáculo, que en realidad forman parte del mismo menú.
Allí en USA la telebasura ya causaba estragos hace décadas, y así vemos que en varias series documentales sobre «Los ochenta», tiene un papel protagonista. No podemos descartar que en ese caldo de cultivo brotaran las turbas trumpistas que después asaltaron el Capitolio.
Y quizás por ello mismo el engranaje publicitario que promueve a Díaz Ayuso, a Almeida, y demás gerifaltes neoliberales, participa de ese estilo de la telebasura. Ahí está como muestra el episodio reciente de la predicadora evangelista en el mitin del PP.
Y es que la telebasura no solo influye en la política sino que incluso influye en la religión, y lo hace en promoción y apoyo de la religión espectáculo-negocio, y en apoyo de un cristianismo extremista y racista, o sea, poco cristiano.
Me ha pasado a veces (creo que nos ha pasado a todos los que intentamos pergeñar un escrito de opinión) que leemos un artículo de otro autor o autora y nos sentimos tan identificados con él que la pregunta surge espontánea: ¿Para qué lo voy a escribir si ya está escrito?
Y para este caso, el instrumento moderno o posmoderno de las «redes» nos ofrece la solución más sensata: promocionar y dar a conocer dicho artículo a través de la opción compartir.
No todo en las redes es malo y bestializante. Basta con compartir opiniones razonadas y razonables, sean propias o ajenas.
Esto que aquí explico me ha pasado estos días con dos opiniones:
Una sobre la telebasura, expresada por Najat El Hachmi en el programa «Hoy por Hoy», de la cadena Ser, con el título «Réquiem por Sálvame».
Y es que de eso se trata con la telebasura, de «necrosar las neuronas de los telespectadores», como dice Najat.
La otra es de Ana Iris Simón, expresada en su artículo para El País: «El pinganillo de Ayuso».
Queden aquí plasmadas estas dos recomendaciones para evitar la necrosis que nos amenaza.