Primera vuelta…
A la espera de la segunda, que va a ser ya. En julio, mes en que al parecer Feijóo convocó unas elecciones al Parlamento gallego en 2020, aunque ahora le parece que es un mes muy caluroso y vacacional para convocar elecciones. Sí las convoca él está bien y no hace calor. Sí las convoca Sánchez está mal y hace demasiado calor. Trumpismo puro, en la estela de la demagogia made in Ayuso.
Han sido muchos y graves los desafíos a los que se ha enfrentado este gobierno: las consecuencias aún coleando del «austericidio» neoliberal, fruto de aquella estafa financiera de 2008, la pandemia, los avances de un cambio climático que no solo parece acelerado sino imparable, una guerra «caliente» en Europa, la inflación, la okupación y parasitación de nuestra justicia por los mismos políticos corruptos que hace décadas.
Es digno de admiración el ánimo con que el gobierno de Sánchez ha enfrentado todas esas dificultades (todas a la vez) y la actitud social y de equilibrio con que ha querido hacerlo, en contraste con la solución neoliberal que se dio a la estafa financiera de 2008, que pagaron sus víctimas (mediante el austericidio) y se ahorraron sus autores…
Otros datos juegan en contra del gobierno de Sánchez: por ejemplo, la percepción cada vez más extendida entre los ciudadanos de que se nos está escamoteando (quitando de las manos) nuestra sanidad pública, otrora merecedora de elogios y hoy hecha unos zorros gracias al imperio del dogma neoliberal, empezando por nuestra ATENCIÓN PRIMARIA…
Sin embargo, paradojas de paradojas, hay gobiernos autonómicos que lo han hecho muy mal en este campo de la gestión pública (tienen muchas de las competencias), y que han aumentado o mantenido los recortes previos a la pandemia (la gestión es mala de por sí), como es el caso de Madrid o Castilla La-Mancha, ambas inspiradas y movidas por la misma política privatizadora. Y sin embargo, ni el gobierno de Ayuso ni el gobierno de Page, se han visto penalizados por ese destrozo en estas últimas elecciones.
Otros dos elementos juegan también en contra del gobierno de Sánchez (el gobierno del PP-VOX lo haría sin duda mucho peor):
El cierre en falso de la estafa cometida contra los interinos de los servicios públicos. Los interinos votan. Cierre en falso mediado por los gobiernos autonómicos y los sindicatos explotadores, que han tenido libertad de movimiento, a pesar de la Ley del gobierno de Sánchez, para no resolver ni compensar dicha estafa.
El otro elemento en contra es el retraso de la edad de jubilación, que queda asociada a este gobierno, aunque es obvio que un gobierno PP-VOX no lo haría mucho mejor y tendría entre sus objetivos principales no solo acabar con todos los derechos laborales que pudiera, sin con el propio Estado del Bienestar.
Los que dicen «que se vaya Sánchez y vuelva el PSOE», en realidad están reclamando que vuelva el PPSOE, o sea, el NO PSOE, aquel que no hace tanto cayó en el mayor de los descréditos como partido socialista o de progreso (traducido en una pérdida ingente de votos), apoltronado en aquel tiempo de triste recuerdo en su condición de partido corrupto y neoliberal. La corrupción y el neoliberalismo suelen caminar amigablemente de la mano.
Sánchez intentó corregir todo eso. Es conocida su odisea contra un muro reaccionario grueso y alto dentro de su mismo partido y el poder mediático que este controla, o controlaba en aquel entonces y en aquellas circunstancias.
Creemos que Pedro Sánchez no fue insensible a lo que representó y aún representa el movimiento 15M, silenciado y despreciado por los corruptos institucionales, tanto por los del PP como por los del PSOE. Hubo dudas en sus primeros movimientos, pero luego ha sido firme en la dirección marcada por los pactos de progreso.
Hoy afronta un nuevo desafío, uno más en su torpedeada carrera. No rompe con los partidos que salieron del 15M, tan necesarios si aspiramos a recuperar una política socialdemócrata y la decencia institucional que nuestro país necesita. Simplemente se somete de nuevo, y más pronto que tarde, a la decisión de las urnas.
Eso se llama coherencia democrática y valor cívico. Responde así y de paso deja en evidencia a los trumpistas que todos los días, desde el principio de su mandato, le califican de «ilegítimo», «golpista», y demás calificativos inspirados por el extremismo y la demagogia antidemocrática.
Lo cierto es que se pensó que el ejemplo (el mal ejemplo) del trumpismo en USA, con su negacionismo de la pandemia y su final disparatado, con su asalto al Capitolio (con muertos incluidos) y la denuncia falsa de pucherazo en las elecciones que perdió Donald Trump, serviría de vacuna para Europa, pero no ha sido así. Y ahí está el caso Meloni y el caso Ayuso para demostrarlo. El trumpismo sigue vivo y coleando.
Pero hay que decir que en los dos casos mencionados, el trumpismo no ha necesitado el asalto violento a las Instituciones, como si lo intentó en USA y Brasil.
El poder institucional se les ha entregado a través de las urnas. Queda la duda de qué habría ocurrido si las urnas no les hubieran resultado favorables. ¿Habrían buscado un Capitolio que asaltar?