Casi todo empieza por una pregunta:
¿De dónde viene toda esta ofensiva (puesto que ofensiva es) oscurantista y reaccionaria, sobrevenida de golpe, que no hace tanto nos habría parecido increíble, improbable, o producto de una ficción distópica?
Según Lucrecio: «Ex nihilo nihil fit», de la nada, nada sale. Ergo hemos de concluir que esto de «ahora» sale de «entonces», de alguna forma de «entonces» ante la cual fuimos ciegos o indiferentes.
Eran aquellos tiempos de entonces todavía tiempos de inocencia, a pesar de arrastrar una Historia vieja y cansada, tiempos quizás de necia ceguera, anteriores a Trump pero con el antecedente de Margaret Thatcher. Todo un síntoma, el de la dama ferrosa, amiga y escudo de Pinochet, o sea, del fascismo, que algunos no supieron o no quisieron leer. Hubiera sido prudente interpretarla como lo que en realidad era ya entonces: la profeta del óxido y de la barbarie.
En lo primero que hemos de fijarnos para dar respuesta a esta pregunta es en que en este movimiento reaccionario en ascenso imparable, sincronizado en varios puntos del globo con generosos aportes de dinero, confluyen dos elementos, uno de naturaleza política y otro de naturaleza filosófica, ambos unidos por un tercer elemento: el resentimiento.
¿Pero resentimiento contra qué?
En el plano político, resentimiento contra la revolución francesa. Es decir, un resentimiento de larga duración y bastante fermentado en salones que se ventilan poco.
En el plano filosófico, resentimiento contra la Ilustración, sus logros, y sus precedentes, en cuanto que a ellos les resulta más rentable la ignorancia.
Es decir, resentimiento contra Montaigne, el sabio escéptico y humanista que aún nos ilustra y enseña a vivir; contra Giordano Bruno, el adelantado de su tiempo y mártir de la ciencia; contra Galileo, el observador independiente y sin prejuicios; resentimiento feroz contra la Enciclopedia y sus campeones, contra Voltaire, contra Rousseau, contra Offray De la Mettrie; resentimiento contra Darwin, que nos reintegró en el conjunto de la vida y develó nuestra naturaleza, dando cumplimiento a aquel principio de la sabiduría clásica que dice Conócete a ti mismo».
Es decir, resentimiento contra todo aquello y contra todos aquellos que combatieron las sombras, el oscurantismo, y la irracionalidad.
Si atendemos a su irracionalidad militante (que también es uno de los principios fundacionales e irrenunciables del fascismo), a su resentimiento y a sus paranoias, lo suyo es medievalismo y de la peor especie, viejuno, rancio, y desde luego muy poco saludable. Su barniz posmoderno se llama trumpismo, pero oculta y encierra el mismo retroceso, la misma barbarie.
¡Menudo cambio! ¡Menuda ganancia!
Europa se adentra a marchas forzadas en un nuevo paradigma neofascista con el que no pocos han colaborado. Las etapas se van cumpliendo.
En Valencia, tierra generosa y olvidadiza, donde la corrupción del PP fue tan abundante como dañina, sus herederos van a crear, según parece, una «oficina antiokupas”, pero no una «oficina anticorruptos», por la cuenta que les tiene.
En cuanto al PSOE de Pedro Sánchez, conviene también decir algo:
El suyo ha sido un intento heroico y a la desesperada para que un número ingente de ciudadanos españoles progresistas, decepcionados con la política, olvidaran el triste ejemplo de un PSOE felipista, corrupto y vendido al dinero.
Ha tenido la inestimable colaboración en esa tarea de regeneración y de esperanza, de partidos ciertamente socialdemócratas en su coalición, sin los cuales los logros sociales y económicos notables de este gobierno habrían sido imposibles.
Esperemos que este nuevo PSOE de Pedro Sánchez no olvide, presionado por los medios reaccionarios, la naturaleza y el sentido de su impronta en la política española actual, tan ligada al 15M, tan difícil y en gran parte tan exitosa.
Sentido que no ha sido otro que el de acabar con un bipartidismo turnista, corrupto, y en quiebra, cuya penitencia se nos antoja ha sido demasiado breve. Sobre todo si la comparamos con la duración del austericidio que nos impusieron, y del que tanto ellos como sus banqueros, por supuesto, se libraron.
El 15M fue ayer y no ha perdido ni una pizca de su sentido político, de su dignidad civil, y de su vigencia histórica. Con todo en contra y haciendo frente a una conjunción inesperada de desastres (pandemia, guerra en Europa, inflación…), este gobierno ha sacado adelante en cuatro años logros que los gobiernos anteriores no consiguieron en décadas.
La escasa autocrítica de nuestra institucionalidad corrupta bipartidista y postransicional, explica sus ardores «antisanchistas» desde la primera hasta la última hora. Han sido fieles hasta el final a ese odio, tan potente como el apego que tienen a su corrupción.
Es obvio que la vieja guardia felipista (y sus herederos) no descansará y no estará conforme hasta que en España gobierne VOX.
Pero así como la penitencia del bipartidismo ha sido escasa, la memoria de su daño aún está fresca. Queda aún por delante mucha tarea para un progresismo honesto, alérgico a la corrupción, y socialdemócrata, como el que ha intentado implementar el actual gobierno de coalición frente a todos los obstáculos.
La apuesta por la «gran coalición» PPSOE es la apuesta de los corruptos para continuar con su régimen de CORRUPTOCRACIA.
Esperemos que lo corrupto y viejuno de ese sistema siga habitando el pasado como un mal sueño.
¿Más PPSOE?
Ni regalado