Meterse en jardines viene a ser lo mismo que pisar charcos, aunque en esta ocasión no me quedo con el sentido connotativo de la expresión, sino con su literalidad. Efectivamente, en estos días me he metido en varios jardines de Salamanca acompañado por Yolanda San Román. No la conocía y ha sido un descubrimiento. Gracias a ella he descubierto el potencial que poseen nuestros jardines, que va mucho más allá de las particularidades botánicas de las especies cultivadas.
En la jardinería Salamanca ha contado con muy buenos profesionales, desconocidos para el común de la población. Y es una pena. Al recorrer la ciudad hablamos siempre de los arquitectos que construyeron los edificios destacados, los escultores que adornaron y ennoblecieron las calles con sus relieves y esculturas o los personajes históricos y ficticios que se vincularon a lugares determinados. En cambio, nunca mencionamos a los jardineros que diseñaron o reformaron esos espacios verdes que, a mayores de proporcionar paz y bienestar, son también una expresión de nuestra tradición cultural. Durante muchos años, Francisco Fernández fue la referencia municipal para esta cuestión. Tanto se implicó en ello que para todo el mundo acabó siendo «Paco Jardines».
La historia de la ciudad tiene también una lectura desde sus jardines. La ubicación nos remite necesariamente al pasado y ayuda a entenderlo. La plaza de Anaya es el paradigma. Algunas plazas ajardinadas albergaron antaño nobles edificios, iglesias en su mayor parte. Ejemplo de ello serían las plazas de Santa Eulalia, Los Bandos, San Justo y, por su interés botánico, la plaza de Colón. Otras arraigan directamente con la tradición conventual. Ahí están el Huerto de los Jesuitas, los jardines de la Merced y la plaza del Concilio de Trento, aunque la palma se la lleva el Campo de San Francisco, el de mayor solera en la ciudad y un tesoro para conocer especies arbóreas. En relación con el desarrollo urbano tendríamos que hablar de la Alamedilla y para la integración de las riberas del Tormes se abrieron el Paseo Fluvial y, recientemente, la Huerta Otea. Afortunadamente, en los barrios hay muchos más, algunos muy valiosos desde el punto de vista botánico.
El Huerto de Calisto y Melibea merecería una consideración especial. La municipalización del jardín fue una de las decisiones más afortunadas de Jesús Málaga. La espectacular integración de las plantas con el entorno monumental es todo un prodigio del arte de la jardinería. Nada hay al azar cuando la mirada se hace desde la literatura, la historia y el arte a los que nos remite este remanso de paz que nos recuerda la tragicomedia más famosa. Facundo, jardinero histórico, dejó su impronta con una acertada elección y distribución de las plantas.
Cuando un jardín está bien diseñado, las especies elegidas deben responder a la edafología, como es obvio, pero también a las características de su espacio, historia, tradición… A través de los árboles o las flores y de su disposición, conocemos un poco mejor nuestra historia, cultura y tradiciones. El destino me hizo coincidir, por cuestiones lúdico académicas, con esta profesora del Centro de Formación Profesional Lorenzo Milani que ha hecho de la jardinería algo más que un medio de ganarse la vida, una pasión que contagia con enorme facilidad.
1 comentario en «Meterse en jardines»
Uno se sorprende al leer estas líneas del poco valor (inconscientemente) que damos a quienes embellecen el entorno con plantas, arboles….
Gracias