Pon un Vítor en tu vida

Miguel García, restaurador, es uno de los encargados de pintar los Vítores de los doctorados por la Universidad de Salamanca
Miguel García, restaurador y pintor de Vítores en la Universidad de Salamanca.

Miguel García es uno de los artistas que pintan los Vítor a los doctores de la Universidad de Salamanca. También fue el restaurador encargado de ‘quitar’ el Vítor y el Medallón de Franco del Salón de Plenos del Ayuntamiento de Salamanca. Durante la charla con La Crónica, combinará anécdotas de su vida con curiosidades históricas que en muchos casos sacarán al lector una sonrisa.

Miguel, con esos apellidos, no va a triunfar.
(Risas) Mantengo el anonimato, porque, ¿quién me encuentra con esos apellidos? Hoy en día el que tiene unos apellidos comunes es más anónimo que el que los tiene complicados. Búscame en internet y no me encuentras.

¿Cómo le encontramos en la red?
Restnova Soluciones Artísticas. En la calle, Miguel García García. (Risas) Restnova Soluciones Artísticas es una empresa que nació en mi mente desde que era pequeño, porque quería trabajar el arte y vivir del arte.

¿Se puede vivir del arte?
Hay que hacer un trabajo personal de buscar tu talento. ¿Qué se te da bien en la vida? A mí, desde pequeño, me apasionaba dibujar. Mi familia no estaba muy de acuerdo en que hiciera carrera artística, por lo que me matriculé en Ingeniería Técnica Agrícola.

¡Prima hermana de Bellas Artes!
(Risas)

Háganos espóiler. ¿Terminó la ingeniería?
Por partes. Llegué a un acuerdo con mis padres, porque así tendría un futuro estable, según su teoría. A partir del segundo año de Agrícolas, ya me dejaban matricularme también en Bellas Artes. Pero ya llevaba mucho adelantado de Agrícolas, por lo que no la iba a dejar y perder años de mi vida. Voy a hacer caso a mis padres, termino la carrera y quizá el título de Agrícolas me sirve para algo.

¿Le sirvió?
Quizá. Tengo el título. En mi caso, es un valor añadido.

¿Qué hizo?
Terminé Agrícolas, pero el proyecto final fue: ‘La rehabilitación de una casa rural como museo agrícola’.

Cerró el círculo.
¡No le gustó a ningún profesor! Saqué un 5.
(Carcajada)
Cuando lo normal es sacar de un 8 para arriba. No me sentí ni siquiera frustrado. Lo he conseguido.

Miguel García, restaurador y pintor de Vítores en la Universidad de Salamanca.

¿Se matriculó en Bellas Artes?
Sí y me dije: ‘Quiero formarme de la mejor manera posible’. Estudiaba Bellas Artes y trabajaba en verano con un pintor de ‘brocha gorda’. Me ganaba mi dinerín. Para mí, los años de Bellas Artes fueron… No he vuelto a experimentar esa maravillosa sensación que tuve en primero. Tenía unas amigas de Zamora, que su familia les decía: ‘Vosotros vais a pinta y colorea’. Éramos muy felices, como niños pequeños.

La carrera fue divertida, usted ya no era un niño. ¿Pensó en serio que podía ganarse la vida vinculándose al arte?
Fui uno de los últimos licenciados en Bellas Artes, justo en ese momento surgieron los estudios de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Aposté por seguir estudiando, en este caso en León, y pensé que tendría la posibilidad de encontrar trabajo, mantra que me habían inculcado mis padres desde pequeño.

Salió con otro título más…
Sí. Ahora como diplomado, pero con la carencia que tenía una primera promoción de estudios. No teníamos ni laboratorio.

Díganos que tuvieron alguna ventaja.
Sí. Tuvimos las primeras becas Erasmus en Verona. Fue una experiencia increíble. ¡Yo ahorré dinero de esta beca! Fuimos unos aventureros y la experiencia fue muy enriquecedora. Terminé los estudios y había otra beca que era la Leonardo, para irse a una empresa con prácticas remuneradas. En este caso, me fui a Lisboa a una empresa de restauración, que me enseñaron muchísimo.

¿Dónde le han llevado estos títulos y becas?
Al taller de restauración como becario del Museo del Prado. Es uno de los mejores museos del mundo, con una plantilla de 15 o 17 restauradores. Me dieron mucha libertad, por lo que hice de todo, desde limpiar un cuadro de Rubens, pasear por el Museo cuando está vacío. Viví una experiencia única.

Miguel García, restaurador y pintor de Vítores en la Universidad de Salamanca.
Miguel García, restaurador y pintor de Vítores en la Universidad de Salamanca.

 

Por curiosidad. ¿Qué sintió teniendo un Rubens en sus manos?
La única intervención que hice sobre ese cuadro fue quitarle el polvo a la Adoración de los Magos, que mide aproximadamente 7×3,5 metros. ‘Solo’ le quité el polvo con un plumero de plumas de avestruz. Incluso para limpiarle el polvo, hay que tener una formación adecuada. Rubens es uno de mis referentes. Es uno de los grandes y vivió muy bien de la pintura. Fue una especie de ‘embajador’, ‘caballero’ a pesar de que, al igual que Velázquez, trabajaban con sus manos. La Orden de Santiago se la daban a aquellas personas que su trabajo era intelectual.

Cuentan las malas lenguas que Velázquez se pintó la Cruz de Santiago sin tenerla.
Eso dicen. Estaba en trámites. Mejor pedir perdón que permiso.

Hizo el cuadro de los cuadros.
Sí. Miras Las Meninas y da que pensar. Eso es lo bonito del arte. Para mí, Velázquez es de los pintores que cuando te acercas a sus obras dices: ‘¿Cómo es eso que estoy viendo de lejos, esa cenefa, y cuando te acercas, solo ves una pincelada?’. Antes de Velázquez, para pintar de esa manera tan minuciosa, los pintores tenían pinceles de uno o dos pelos. Velázquez hace los detalles más perfectos con una pasta de color. Increíble. Es un trabajo intelectual.

De Rubens, Velázquez a Santa Teresa. ¿Cómo fue pintar el Vítor de la Santa en las paredes del Edificio Histórico de la Universidad?
Santa Teresa es un pelín más mayor. Ella es un ejemplo del misticismo, literatura y espiritualidad española. Un ejemplo de mujer luchadora en su tiempo y muy actual.

Explíquese.
La Universidad de Salamanca fue pionera en 1922 al concederle el Honoris Causa, ni siquiera la Iglesia se lo había dado aún. Fue Unamuno el que la propuso siendo rector Luis Maldonado y obispo Padre Cámara. Con todo esto, la Universidad no le había pintado un Vítor, porque en la época, en que le concedieron el título, se habían dejado de pintar.

Vítor de Santa Teresa, pintado por Miguel García en el Edificio Histórico de la Universidad.

¿Cuándo se dejan de pintar?
En el siglo XVII y se retoman con el rector Tovar, quién vuelve a recuperar la tradición de los Vítores, pero no con el mismo significado.

¿Hay alguna similitud entre unos y otros?
La estética. En el pasado no había ningún protocolo. Escribían acorde a un estilo de letra clásica. Por ejemplo, como utilizaban textos en latín, recurrían al tipo de letra que se puede encontrar en la Columna de Trajano. Utilizan ese tipo de tipografía en los Vítores clásicos, pero no es la única.

¿Cuándo comienzan a pintarse?
Quizá algunos en el siglo XV, pero más habituales en el siglo XVI.

Cuándo vivió Santa Teresa en Salamanca.
Exacto. En su tiempo se pintaban Vítores en las paredes. Su significado eran ‘cantos’ de vanagloria, de vitorear a alguien que querían colocar en la Universidad de Salamanca o alguien al que querían desprestigiar para un puesto de Catedrático. También estaban los Colegios Mayores, que eran centros de poder, de influencia. Por haber estudiado en el Colegio Mayor de San Bartolomé, cuando se licenciaban, tenían un grupo de amigos que te apoyaban para conseguir un puesto.

¿Solo se hacen Vítores en Salamanca?
También en Alcalá de Henares. Soy defensor de que los Vítores se tenían que tratar con mucho más criterio a la hora de decir que los Vítores no son todos iguales. Los Vítores ‘modernos’ únicamente se conceden a estudiantes que se han doctorado en la Universidad de Salamanca y que han pagado unas tasas para pintarlo. Además, de las excepciones que hace la Universidad de Salamanca al homenajear a personalidades o visitas institucionales que se han ‘Vitoreado’, como puede ser la de los Emperadores de Japón.

Vaya paradoja que tiene usted. Ahora los pinta, pero la primera vez que se acercó a un Vítor fue para quitarlo.
Cierto. Fui la persona a la que le encargaron quitar el Vítor de Franco que se podía ver en el fresco del Salón de Plenos del Ayuntamiento de Salamanca. De hecho, tuvieron muy buen criterio desde el Consistorio, porque encargaron ese trabajo a un restaurador. Era una obra, patrimonio artístico de la ciudad de Salamanca, aunque de manera excepcional vayas a modificar una parte de esa obra por la Ley de Memoria Historia, no lo puede hacer cualquiera.

El restaurador, Miguel García, trabajando en el mural que decora el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Salamanca.
El restaurador, Miguel García, trabajando en el mural que decora el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Salamanca.

¿Cómo fue la intervención?
Me contrataron para hacer esa modificación del Medallón pintado, se hizo acorde a unas técnicas de reintegración cromática, son las mismas que se aplican para reintegrar un cuadro deteriorado, en este caso para ocultarlo, pero totalmente reversible. Es acuarela y encima un barniz. Todo está documentado en la memoria. Si el día de mañana dicen que hay que volver a sacar el Vítor de Franco del fresco del Salón de Plenos del Ayuntamiento, se puede hacer.

¿Le surgió en ese momento la idea de pintar Vítores?
No. El origen es por mi directora de tesis tuvo el capricho de que fuera yo la persona que le pintara el Vítor.

Es así de sencillo.
No. Me informé de qué tenía que hacer. No me dieron mucha información, salvo que había una persona que se encargaba de hacer los Vítores en la Universidad. Al ver esto, fue mi directora, Angélica, la que preguntó y todas las puertas se abrieron. Únicamente, tenía que justificar que disponía de la titulación adecuada, la sensibilidad o la experiencia en el campo, que en este caso serían las Bellas Artes y la Restauración de Bienes Culturales.

¿Cuántos Vítores ha pintado desde ese momento?
Unos cincuenta.

¿Se conoce la historia del Vítor?
Hay muchas personas que se interesan por un Vítor mientras estoy pintando otro. Me encanta contar la historia del Vítor. Algunos, que lo encargan, no la conocen, salvo el anecdotario de la sangre de toro y que se pintaba en las paredes de los edificios universitarios.

¿Son tan especiales?
Entendí la importancia del Vítor por un amigo colombiano. Me encargo su Vítor sin estar en España. Había hecho todos los trámites, pero no estuvo durante el proceso. Volvió a Salamanca, buscó su Vítor, lo miró y se emocionó al verlo en la pared de la Facultad de Geografía e Historia. Aquí es donde dije: ‘¡Ostras! Yo me siento salmantino, vinculado a la Universidad de Salamanca, pero no había sopesado nunca lo que puede significar un Vítor para un doctorado’. Hasta ese momento, para mí el Vítor era como un símbolo que se pinta en las paredes. Mi amigo me dijo: ‘Yo me muero ahora mismo, que soy colombiano, y mi nombre quedará en las piedras de esta Universidad que tiene más de 800 años de historia’.

¿Cuánto tarda en pintar un Vítor?
Todo el proceso, incluyendo los trámites burocráticos, dos o tres semanas. Lo que es pintar el Vítor, dos o tres días, pero antes hay un trabajo previo. Lo diseño en digital para que se vea cómo queda.

Cuando sea doctor, ¿se pintará su Vítor?
Por supuesto. Y, lo pintaré al lado del de mi directora de tesis.

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