Opinión

Axioma trucado

Archivo

«Ocurre, simplemente, que hemos entrado en un nuevo régimen de historicidad. En el mundo neoliberal, la defensa del Estado de bienestar parece subversiva».

«Hoy en día, los socialdemócratas europeos se adaptan muy bien al neoliberalismo y despliegan muchos esfuerzos para desmantelar lo que queda de un Estado del bienestar que los tuvo como promotores en la posguerra»… «se adaptan muy bien a esas instituciones y a ideologías que no pertenecen a su código genético. Han puesto entre paréntesis todos sus valores en nombre del realismo económico y acusan de populismo a quienes procuran criticarlos» (Enzo Traverso: «Las nuevas caras de la derecha»).

Para entendernos utilizamos términos cuyo significado compartimos.

La lógica se construye sobre unos pocos axiomas aceptados por todos a fuer de evidentes. Sin embargo, si uno de estos axiomas está trucado todo el edificio se tambalea y resulta inestable, pura tramoya.

Los impulsores de un paradigma en las últimas décadas cuyo recuerdo resulta amargo para muchos (y hablamos del paradigma neoliberal, epitome de la barbarie posmoderna), suelen partir de un axioma trucado o truncado cuando se autoinvisten como el centro moderado, el centro liberal, y similares etiquetas con función de máscaras, como si las actuales tensiones sociales y políticas, que llaman polarización, fruto de una desigualdad extrema, fueran la consecuencia del abandono «populista» de sus tesis y políticas, y no el resultado lógico y esperable de las mismas.

Un centro neoliberal no puede ser un centro moderado, sino que es claramente lo contrario y propiamente un oxímoron: un centro radical y extremista, muy escorado a la derecha.

Centro y moderado lo era en todo caso el centro socialdemócrata promotor y defensor del Estado del Bienestar tras la segunda guerra mundial, contienda que se ganó no solo contra el fascismo sino contra el capitalismo desbridado que había arrastrado a la Humanidad a esa guerra.

Eso lo tenían muy claro los soldados victoriosos, y los heridos, que sabían perfectamente de dónde venían y aquello por lo que habían luchado, y no querían volver a aquel sistema económico descontrolado que había producido el crack económico de los años 30, el fascismo, y la guerra posterior, en una secuencia coherente e imparable de hechos.

Ellos fueron los impulsores y primeros beneficiarios, como fruto y recompensa natural de su victoria, del centro moderado representado en el Estado del Bienestar, y del subsiguiente periodo de paz y florecimiento económico. Un estado de cosas que fue echado por la borda por los posmodernos ignaros que abrazaron con fe ciega el renacido dogma neoliberal de los años ochenta, cuando la ultraderecha decidió renovar sus ataques a favor de la concentración de la riqueza y el poder en manos de una minoría.

Autoinvestirse estos, que después nos han llevado como consecuencia de su actitud dogmática a la estafa financiera de 2008 y el austericidio subsiguiente, como el «centro moderado», es una clara artimaña retórica y propiamente una falsedad histórica.

El 15M no fue un movimiento populista, demagógico, y radical, sino el intento de recuperar aquel centro moderado y de defender aquel Estado del Bienestar logrado tras la segunda guerra mundial a costa de tantos muertos.

No lo olvidemos y sobre todo no nos dejemos engañar.

Felipe González, que abrazó junto con otros el «pensamiento único» (sin alternativa) enunciado por Margaret Thatcher, fue un actor principal en ese retroceso y en la génesis del turnismo corrupto, siempre neoliberal, que malogró en nuestro país la independencia de poderes, acabó con muchos de nuestros derechos laborales, y concluyó degradando nuestra democracia hasta el extremo de ser parasitada por cloacas policiales de carácter totalitario.

Ese turnismo corrupto fue representado muy justamente con el anagrama PPSOE, el primer y genuino ente Frankenstein de nuestra política posmoderna y posideológica.

Bajo esa fórmula y de forma inaparente, el centro moderado de la posguerra, el centro (este sí) de la victoria contra el fascismo y el capitalismo desbridado, se desplazó bastantes kilómetros hacia la derecha política y económica.

De ahí procede la ruina y casi desaparición del socialismo francés, del socialismo italiano, y del socialismo griego, pues así como ese desplazamiento del centro hacia la derecha ha fortalecido enormemente a la derecha, que ya incluye y suma a la ultraderecha con inscrustaciones nazis, ha debilitado y ha hundido a los socialismos europeos que abrazaron el dogma neoliberal. Ese es el resultado que debemos a González, Blair, y compañía.

Pedro Sánchez supo ver esa deriva y de dónde procedía (no era tan difícil), y en un intento de revertir esa involución, miró hacia el 15M con el objetivo de recuperar aquello que se perdió de forma tan acelerada y tan irresponsable. Quizás le movió primero el cálculo y después vino la convicción que emanaba clara y rotunda de la militancia de base, que distanciada de sus viejos cuadros dirigentes, apostó por el nuevo líder.

De momento puede decir que ha logrado que el PSOE no esté en el estado terminal en el que se encuentran los partidos socialistas homólogos francés, griego, e italiano. Estado terminal que era el que le aguardaba también al PSOE de haber seguido en la ruta marcada por el neoliberal Felipe González, discípulo y admirador confeso de Margaret Thatcher.

Para admiradores de la dama de hierro, radical y extremista, ya teníamos a José María Aznar o Esperanza Aguirre, y no necesitábamos para nada el añadido de González. De la misma manera que se dejó de necesitar a los líderes del socialismo francés, griego, o italiano, que se volvieron prescindibles.

Para el viaje a la derecha no se necesitan tantas alforjas. Las tienen de sobra y llenas de medios. Es para otro viaje para el que se necesitan. Aquel que nos lleve de vuelta a la democracia, la moderación, y el Estado del bienestar.

Deja un comentario

No dejes ni tu nombre ni el correo. Deja tu comentario como 'Anónimo' o un alias.

Te recomendamos

Buscar
Servicios