[dropcap]H[/dropcap]ay «libertarios» obtusos de la misma manera que los hay sabios e inteligentes. En nuestro país hay un brote furibundo de los primeros como añadido de la posmodernidad más rancia, una suerte de abono que ha producido este fruto.
Estos obtusos se llaman a sí mismos «libertarios» (así de caprichosa es la moda), pero en realidad son ultraderecha pura y dura. Nunca tuvieron aprecio a la libertad y sí bastante inquina contra la democracia o cualquier forma y expresión de lo público.
Suelen decir que la sociedad no existe (véase Thatcher) y que el bien común no es ningún bien, sino un mal que hay que derogar…
Echan pestes del Estado pero son de los que más recurren a él. No rechazan estoicamente y en nombre de la libertad ninguno de sus beneficios.
Tampoco desaprovechan ninguna ocasión para hacer una defensa tonta de una libertad falsa. Confunden churras con merinas, y aunque apoyan en más de un caso el autoritarismo, a los dictadores más salvajes (véase Margaret Thatcher, defensora de Pinochet), y la impunidad de los monarcas (que pueden delinquir “libremente”, o sea impunemente, por su divina sangre azul), se autoproclaman los más puros defensores de la libertad.
Ya sorprende que haya crédulos a los que puedan engañar, agitando en vano y maltratando de forma tan miserable la palabra libertad.
Eso sí, practican un oportunismo parásito, además de insincero, en cualquier situación de crisis colectiva en la que huelan la posibilidad de conseguir votos.
¿Que hay una pandemia que aconseja cortar los contagios? Allá que van sin pérdida de tiempo, oportunamente, a defender la libertad de tomarse unas cañas, aunque los ciudadanos ingresen a puñados en las UVIs.
Que hay un cambio climático descrito y apoyado en el consenso científico y palpable en las carnes ardientes, los muertos por calor, los incendios y las sequías, junto a su anexo -cada vez más frecuente- de lluvias torrenciales e inundaciones, aún así, nuestros «libertarios» a la violeta, parásitos del momento crítico, ven su oportunidad de rebañar unos votos negando que tal cambio exista y diciendo que todo se debe a una conspiración de los ecologistas y los bolcheviques.
Que los meteorólogos (esos sabios que a mí me inspiran un enorme respeto pues parece que tuvieran una bola de cristal) no aciertan al cien por cien ni siempre en el nivel o el sitio exacto de unas lluvias torrenciales que producen (como estas últimas) un daño enorme, ya están poniendo nuestros falsos libertarios pegas a las medidas preventivas y a las alertas de la autoridad pública o del Estado… Ya saben, por eso de la libertad que defienden.
Circulando ayer por carretera, veía todavía en una de las zonas inundadas en Toledo, varios coches dentro de una enorme masa de agua. En esa zona se ha producido uno de los fallecidos de esta provincia, que de momento son tres. Sin la alerta emitida por las autoridades habrían sido muchos más.
En Toledo en concreto están aún recientes en la memoria de todos otras inundaciones y riadas fuera de lo común y que también produjeron un daño enorme.
Similar situación se da ahora en Grecia, donde las mismas zonas arrasadas este verano por incendios descomunales, se ven ahora inundadas y anegadas por lluvias torrenciales nunca antes vistas.
Allí ironiza la gente: “a ver cómo se las arregla el gobierno para culpar de la lluvia a los inmigrantes», refiriéndose a la responsabilidad que estos días el gobierno les endosaba por los incendios.
Algo así cabe decir de nuestros libertarios de ultraderecha, negacionistas oportunistas en toda situación que dé votos, en claro desprecio del dolor humano y de la realidad palpable.