A examen la producción micológica de los bosques de CyL

El técnico en micología y truficultura Altelarrea recorre los bosques para estimar a través de las parcelas demostrativas las cosechas
Lucía Sánchez / ICAL. José Miguel Altelarrea, técnico del área micológica del Cesefor muestrea una parcela micológica.

En pleno pico de producción de boletus en Castilla y León, el técnico en micología y truficultura de Cesefor, José Miguel Altelarrea, de Duruelo de la Sierra (Soria), patea los bosques de Soria para estimar a través de las parcelas demostrativas la producción de las masas boscosas de la provincia. Lo hace semanalmente con el soporte de la tecnología y sus conocimientos del mundo ‘fungi’ que mamó desde la cuna.

Lucía Sánchez / ICAL. Cada campaña micológica de otoño, Altelarrea pierde entre cuatro y siete kilos de peso, gracias a la inspección de los bosques sorianos, algunos de cuento y todos con una gestión sostenible desde el siglo XIX que provocan la llamada de miles de micoturistas. Estos días la presión recolectora ha aumentado de forma exponencial.

Soria es un referente para Castilla y León y otras provincias del país en lo que a gestión forestal se refiere. Científicos y técnicos llevan desde la década de los 90 para poner en valor el recurso.

A día de hoy los bosques sorianos y los segovianos son los que poseen mayor producción micológica y esto no es un dato deducido por la observación o por el número de recolectores que expiden la licencia, sino porque científicos como Altelarrea están desplegados para cuantificar la cantidad de ‘micojoyas’ que fructifican en los montes.

El Centro de Servicios y Promoción Forestal y de su Industria de Castilla y León (Cesefor) dispone de más de 90 parcelas demostrativas por la Comunidad con diferentes tamaños y en diferentes hábitats, en las que los técnicos realizan el muestreo. En concreto estas fincas micológicas se ubican en Soria, Valladolid, Zamora, Ávila y Segovia.

Los técnicos de Cesefor y guardas que se contratan al efecto acuden semanalmente a las fincas valladas y distribuidas aleatoriamente por diferentes hábitats en función también de la edad de la masa para hacer un meticuloso trabajo de recolección.

A lo largo de los cinco días laborables recogen todas las setas que salen dentro de las 18 fincas valladas. Se llevan al laboratorio, previamente identificadas con nombre y apellido de la finca a la que se refiere, y se guardan en frío. Al día siguiente se identifica, se pesan y se introduce la información de campo en una base de datos. Además, solo para el boletus, se determina si el ejemplar es joven, maduro, extramaduro o viejo en función de la edad y otras setas se determina otro tipo de caracterización.

Lucía Sánchez / ICAL. José Miguel Altelarrea, técnico del área micológica del Cesefor muestrea una parcela micológica.

“Recolectamos todo lo que nace de las fincas, a excepción de unas zonas llamadas pasillos que dejamos para la regeneración de la biodiversidad y garantizar que haya esporas. Hacemos recolección, identificación, número de ejemplares y se pesa cada ejemplar”, resalta para incidir en que estos inventarios sirven para determinar la producción media del monte y, por ello, también se cuenta con parcelas en regeneración en las que por su corta edad no fructifican especies.

Además de estas 18 parcelas de pino silvestre y pinaster se muestrea otras ocho de rebollo donde fructifican otras especies micológicas. También en primavera se hace lo propio para determinar la producción de marzuelo y perrechicos, pero con recorridos fijos a través de seis setales distribuidos por toda la provincia.

A esta inspección, Cesefor suma la que realiza en la Reserva Micológica del Amogable, un auténtico jardín ‘fungi’ al que acuden a contabilizar e identificar especies pero sin recolección. En esta parcela se hacen demostraciones con riego, es decir, se aporta agua para determinar qué aportación hídrica es la necesaria para la fructificación.

“Utilizamos dos parámetros para calcular la producción. Por un lado, los kilogramos por hectárea y hacemos recorridos para determinar el rendimiento, es decir, el número de kilos que recoge una persona por hora”, subraya.


Lucía Sánchez / ICAL. Ejemplar de boletus edulis en los montes de Soria.

Los datos, la información, las parcelas inspeccionadas, es decir, todos la información se vuelva en la aplicación ‘Smartbascket’ que tiene funcionalidades de inventario, identificación, y aviso de incidencias, con adquisición de datos en campo. A través de sencillos menús y fotos in situ, facilita al usuario la identificación de especies y la gestión de sus setales. La aplicación es también una herramienta pedagógica con carácter lúdico, y un instrumento para la participación ciudadana. El micólogo comenzó el muestreo de campo el 1 de septiembre y finalizará el 15 de diciembre. En la campaña de primavera hará lo propio desde mediados de febrero hasta últimos de junio.

Presión recolectora

La producción en las mejores zonas micológicas de la provincia de Soria se sitúa en diez kilos por hectárea, una cantidad “nada despreciable” que ha animado a recolectores autóctonos y foráneos a recolectar. “En los días laborables hay gente pero los fines de semana esto es la guerra”, relata Altelarrea mientras muestrea la parcela en Pinar Grande dentro del término de Cabrejas del Pinar.

En este aspecto, señala que actualmente, sobre todo en Soria y Segovia, hay boletus y sí ha nacido esta seta tan apreciada y versátil gastronómicamente hay recolectores.

Las pistas forestales de Pinar Grande quedan salpicadas estos días de vehículos. Esta extensa masa boscosa, la más grande de Europa, con más de 100.000 hectáreas es el lugar micoturístico por excelencia de España. Los bosques de Pinares además de ser productores ‘fungis’ están perfectamente ordenados, limpios y son accesibles.

“Aquí vienen los micoturistas pero no los recolectores comerciales que prefieren zonas de Soria menos transitadas, menos concurridas y con pendientes, es decir, que están a mayor altura. De este modo, buscan lugares con menor presión recolectora en los que pueda coger un mayor número de ejemplares por hora”, cuenta para aludir a que estos recolectores “sí que bajan de peso en otoño”.

En opinión de Altelarrea el primer paso para frenar la presión recolectora fue la necesaria expedición de permisos, pero llegará un momento que se deberán establecer cupos, es decir, que se fijará el número de personas que pueden acceder a la recolección atendiendo a la producción. “Sé que esto generará polémica porque va en contra del micoturismo, pero creo que se debe garantizar la pervivencia del recurso”, alude.

A su conocimiento científico, se une el que ha mamado desde niño con la recolección de setas y así cuenta que la “harinera”, una seta sin valor comestible, es la “seta chivata” que alerta al recolector de que pronto encontrará boletus. Además, donde hay erica vagans también suelen encontrarse ejemplares, ya que es un planta que guarece la humedad.

Soria, sin duda, es un paraíso fungi, en su opinión, porque se ha trabajado “muchísimo” para poner en valor el recurso desde la década de los 90. “Se ha realizado investigación y se ha divulgado el conocimiento. Si alguien se acerca a la provincia, además de un paseo perfecto se lleva un producto exquisito. Pinar Grande es una joya accesible y limpia donde hay bosques con mucha gestión, es decir, con más de 130 años”.

Altelarrea, como muchos otros recolectores, espera que esta campaña sea al menos “buena”. El primer pico de producción de boletus está activo y para el puente de Pilar se prevé que fructifiquen las otras micojoyas típicas: los níscalos.

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