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Opinión

Necesidad de regular la industria farmacéutica (II)

Un científico trabajando en un laboratorio. Imagen de QIT Chemicals BVBA en Pixabay

Tras abordar la semana pasada los aspectos relacionados con la importancia de la regulación y la trasparencia abordamos hoy dos nuevos aspectos capitales al respecto como son los patentes, los medicamentos genéricos y su importancia en el acceso a los tratamientos.

Tercer aspecto: las patentes

Las empresas farmacéuticas tienen una protección de sus descubrimientos para recuperar los costos de investigación y desarrollo y obtener un beneficio empresarial a través de patentes, que son derechos exclusivos concedidos a una empresa farmacéutica para fabricar y vender un medicamento durante un período de 20 años. Su fundamento es permitir a la industria recuperar los costos de investigación y desarrollo de un fármaco y obtener un retorno (beneficio) sobre la inversión; sin embargo, los costos de la investigación se inflan artificialmente para justificar precios más altos. El actual sistema de patentes ha permitido a la industria farmacéutica desarrollar su colosal potencia económica, constituyéndose a día de hoy como uno de los sectores económicos más pujantes y con mayores beneficios.

Si bien las patentes son esenciales para la industria farmacéutica y el desarrollo de medicamentos, son objeto de debate por su impacto en el bienestar individual y en la salud de la población. El medicamento se encuentra en un punto intermedio entre un bien de mercado y un bien social y, por ello, no se debe utilizar la patente para establecer un precio desorbitado de un medicamento más allá de un beneficio razonable que nadie discute.

Como ya hemos señalado en semanas pasadas el coste de los medicamentos patentados puede ser muy elevado, dificultando el acceso de muchas personas a fármacos que necesitan. El debate afecta tanto al precio de un medicamento protegido por la patente como a la duración de la misma y, también, a las “maniobras” de la industria para prolongar la duración de las patentes con pequeñas modificaciones no sustanciales (triviales) en la composición de un fármaco, práctica que se conoce como evergreening o reverdecimiento de patentes.

La concesión de una patente es un contrato social. Es necesario encontrar un equilibrio adecuado entre la protección de la propiedad intelectual que garantice un beneficio razonable para las empresas y que, a la vez, permita el acceso a medicamentos seguros y efectivos para todos. Se trata en suma de conseguir un equilibrio adecuado entre los intereses de los titulares de los derechos y los de los usuarios potenciales.

Cuarto aspecto: desarrollo de medicamentos genéricos

Un medicamento genérico es un fármaco bio-equivalente al original, igual de eficaz y seguro, que no es producido por el laboratorio que desarrolló el principio activo, y que pueden comercializar otras empresas una vez finalizado el periodo de duración de la patente.

El modelo de libre mercado basado en la competencia, que supuestamente permitiría bajar los precios de los medicamentos no ha funcionado, por lo que la única vía legal encontrada por los gobiernos para poder generar competencia es implementar políticas favorables a la producción de medicamentos genéricos, como la manera más factible para disminuir el precio, que no hay que olvidar que es el primer determinante de la falta de acceso a los medicamentos para una parte importante de la población. Esta política tiene su límite en las regulaciones de patentes establecidas por la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Marrakech en 1994, a través del Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC).

La Declaración Ministerial de Doha en 2001 sobre el ADPIC y la salud pública es considerada como un avance sustancial en materia de acceso a los medicamentos cuando señala que “el Acuerdo sobre los ADPIC no impide ni deberá impedir que los estados miembros adopten medidas para proteger la salud pública y, en particular, de promover el acceso a los medicamentos para todos”. Esta declaración prioriza los intereses de la salud pública sobre los derechos de la propiedad industrial, al separar los productos farmacéuticos del resto de productos comerciales y es la base legal sobre la que se sustenta la introducción de medicamentos genéricos.

Los genéricos, sin desconocer los límites propios de un sistema regido por una economía de mercado, evitan el monopolio e incrementan la competencia permitiendo abaratar el precio y sirven para contrarrestar elementos como las patentes, que perpetúan la “competencia imperfecta”. Hay que resaltar también que las políticas de introducción de genéricos no buscan solo reducir el precio sino también asegurar la calidad y eficacia del medicamento del que se trate.

Acortar el tiempo de explotación exclusiva de las moléculas por parte de la industria farmacéutica, un reto aún pendiente, facilitaría también la ampliación del mercado de genéricos y el acceso de la población a medicamentos innovadores necesarios para su tratamiento.

Existen muchos otros factores que en mayor o menor medida determinan el acceso a los medicamentos si bien los más esenciales son lo que hemos comentado: regulación, transparencia, patentes y genéricos, todos ellos con una influencia directa sobre el precio, pero también sobre la seguridad de los medicamentos que utilizamos.

La política farmacéutica de un gobierno es resultado final de un equilibrio inestable entre la defensa de un sistema sanitario que contemple tanto la viabilidad del sistema como los legítimos, siempre que sean razonables, intereses de la industria. Ese resultado final es fruto también de la ideología política de los partidos que lo sustentan y de su decisión de afrontar los problemas y resistir las presiones en beneficio de los más o de los menos.

Miguel Barrueco
Médico y profesor universitario.

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