Los amigos se referían a él como Fefé, por eso de que se llamaba Fernando y se apellidaba Fernández. Era el empresario más importante en el sector naviero, pero saltó al imaginario popular cuando una agencia de prensa lo localizó en una estación de invierno saliendo de un hotel de lujo con la modelo Mar Flores.
Todo lo demás dejó de tener importancia. Salieron los nombres de sus otras esposas, Victoria Riva de Luna y Juana García-Courel Mendoza; sus hijos, seis hasta ese momento, y su nombre se trasladó del papel salmón -color de las hojas de los periódicos económicos- al papel cuoché.
Fue en esta época, a finales de los noventa, cuando tuve la oportunidad de conocerlo. Eran persecuciones y guardias constantes en los aeropuertos y su casa. Siempre educado, aunque las preguntas fueran más que impertinentes y escoltado como van ahora las estrellas del reggaeton.
Unos años de transición y se casó con otra modelo, Nuria González, amiga de Mar Flores e hija de una política del PP palentino, Celinda Sánchez. Fruto de esta unión nacieron sus hijos pequeños, Alma e Iván.
Uno de los momentos duros de su vida fue con la muerte de su hijo, Bosco, que murió buceando en Lanzarote y su cuerpo fue hallado dos años después. De eso hace más de una década.
Además, ocupaba un lugar de honor en el palco del Bernabéu, al ser el vicepresidente del Real Madrid.
Ha muerto en Madrid a los 84 años.
