Opinión

Educación Vi(t)al

Un semáforo en ambar. Pixabay.

Sabemos, porque somos muy listos, que hace mucho tiempo que no se inventa absolutamente nada. Sí, evolucionamos, actualizamos, adaptamos a razón del aumento de la complejidad del todo, etc. Cogemos modelos funcionales y los reutilizamos. El correo electrónico, el chat de tal aplicación, etc, comenzaron hace unos días con las palomas mensajeras.

He descubierto un caso en forma de semáforo. Absurdo como tesoro encontrado, ¿verdad? Ya. Eso pensé yo. Llevo conduciendo más de media vida, con mínimos sustos o conflictos, juraría que ninguna multa relacionada con ellos. Por eso siempre los he considerado luces amigas.

Como herramienta no puede ser más sencilla y clara. Realmente ayuda a fluir, a evitar percances a diferenciar el camino recto del giro… Verde, tira. Rojo, para. Ámbar, para, pero… No engaña. Me engaño yo.

La consciencia se manifestó después de una gran pequeña decepción, lo habitual. En juego estaba un apto para poder conducir una moto que, paciente, me esperaba en el concesionario. Nada podía salir mal. Sé conducir una moto. Sé circular por una ciudad. Sé leer las señales. No sabía que mi interpretación no siempre es la correcta, máxime cuando hay quien te sigue con una libreta y un boli (es mentira, era una Tablet).

3 veces me vi ante el ámbar. Con una solvencia apoyada en la experiencia, tras una valoración de un larguísimo segundo de las circunstancias que me rodeaban, decidí en la primera ocasión que era más seguro avanzar que frenar bruscamente. En las dos siguientes, quizá condicionado, repetí operación. Insisto, conscientemente.

Justo antes de celebrar mi pericia, el examinador me evitó el ridículo. – Sabes lo que te voy a decir, ¿verdad? – Qué bajón. – Los he visto, claro, pero me pareció que… – Contesté. Al segundo intento, misión cumplida. Mi nueva moto ya está sucia, pero esto es irrelevante.

El rojo es no, y no genera ninguna duda. Has de parar. Te puede estresar, pero no deja ningún resquicio a la duda. Ahora no, por aquí, no. Ya sabes a lo que te atienes si lo ignoras. Multa, accidente…

El verde es sí. Debes continuar, parar pone en riesgo tus cervicales, tu espalda, tu cuenta corriente y el tiempo que pasará tu vehículo en la guarida del chapista. La dirección puede no ser la adecuada, pero más adelante tendrás la oportunidad de cambiar el sentido. Sigue.

El ámbar… El ámbar marca la diferencia entre el acierto y el fallo. Entre ser apto o no apto. Entre ir a recoger la moto o esperar dos semanas por un nuevo intento y un aumento de la decepción, la inseguridad y el miedo.

Semáforos. Nunca fueron un invento sino una actualización luminosa en base a ciclos de las normas y pistas para fluir por la vida con seguridad. Cuando las circunstancias son sí o no, el error es imposible, otra cosa es que vayamos a por el bote. Cuando son sí pero no o su inverso, suerte con el examinador.

2 comentarios en «Educación Vi(t)al»

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