[dropcap]P[/dropcap]ara seguir con el análisis de las cuestiones de la desigualdad económica, que en el texto de hoy se centra en el renombrado libro de Piketty El capital del siglo XXI.
5. PIKETTY Y LA DESIGUALDAD
En medio de la discusión sobre la desigualdad a que nos hemos referido hasta aquí, llegó el Capital en el siglo XXI, la obra de Thomas Piketty que causó gran sensación, a partir de traducirse al inglés para ser publicado en EEUU, pues la edición francesa (Seuil) tuvo muy escasa difusión. El éxito en expresión anglosajona, se trasladó al resto del mundo, y a todo el área hispanohablante con la versión en español del FCE de México. Claro es que no cabe desconectar esa ampliación de lectores de la resonancia del título, evocativo de la obra cumbre de Marx, Das Kapital (vol. I en 1867); y de la idea de que en el libro hay una crítica global del capitalismo, cosa que el propio autor niega reiteradamente, al tiempo que pone de relieve que entonces su grueso volumen de 685 páginas le llevó quince años de esfuerzos, con no pocas colaboraciones e incluso ayudas de sus estudiantes más avanzados.
A lo largo del libro, la tesis de Piketty es que la cuota capital en el PIB es igual al producto del retorno de capital por el ratio capital / renta (? = r * ?). De tal modo que ? = s/g, lo que significa que el ratio capital/renta es igual a largo plazo a la tasa de ahorro (g) dividida por el crecimiento del PIB (s). De modo y manera que cuanto mayor sea ?, mayor será la desigualdad. Lo que recuerda en cierto modo la relación marxiana de la plusvalía como medidor de explotación en términos de acumulación permanentemente al alza a favor de los capitalistas.
Las observaciones de Piketty en torno a ? podrían verse como mezcla de simplificación y fetichismo marxiano. Pudiendo decirse que la desigualdad no se corresponde con una ley pretendidamente mágica, sino con toda una serie de situaciones de hecho y de políticas económicas que pueden tener resultados concretos en una u otra dirección. Y en el sentido apuntado, cabe poner de relieve la ausencia total de referencias en Piketty al taylorismo, así como a los planteamientos de John Kenneth Galbraith; y a Bismarck y Beveridge, según pasamos a ver.
[pull_quote_left]El taylorismo fue una auténtica revolución en EE.UU. –precursora del fordismo primero, y después del toyotismo en Japón— que entendieron los sindicatos obreros (como AFL-CIO en EE.UU.) y los partidos políticos a la izquierda (sobre todo los Demócratas en EE.UU.), que en vez de perseguir la sustitución del capitalismo por el socialismo se plantearon “repartir mejor la tarta” de los excedentes de producción[/pull_quote_left]En el primer caso, Piketty no entra para nada en la influencia que en los patrones de distribución de la renta tuvieron las ideas de Frederick Wislow Taylor, autor del método de la dirección científica del trabajo, con sus análisis de tiempo y movimiento, cadena de montaje, y otros instrumentos que permitieron alcanzar una eficiencia industrial que hasta principios del siglo XX sólo se había conseguido (con mucho mayor coste y menores resultados) por la mera acumulación de capital. En ese sentido, Peter Drucker, en su libro Las nuevas realidades, explicó cómo el taylorismo fue una auténtica revolución en EE.UU. –precursora del fordismo primero, y después del toyotismo en Japón— que entendieron los sindicatos obreros (como AFL-CIO en EE.UU.) y los partidos políticos a la izquierda (sobre todo los Demócratas en EE.UU.), que en vez de perseguir la sustitución del capitalismo por el socialismo se plantearon “repartir mejor la tarta” de los excedentes de producción; consiguiendo más para los trabajadores.
Y en cuanto al nulo interés de Piketty por Galbraith –en línea con los próceres de la Universidad de Chicago y una serie de Premios Nobel estadounidenses que nunca quisieron apoyarle para el máximo galardón del Banco Nacional de Suecia—, habrían de recordarse los trabajos de quien, entre otras muchas actividades destacables, fue embajador de John F. Kennedy en la India, donde estudió a fondo la pobreza de masas, tal como luego reflejaría en su libro de ese mismo título. Una situación que en China se abordó desde las cuatro modernizaciones de Den Xiaoping (1978), que liberaron las fuerzas productivas de sus ataduras burocráticas e ideológicas, para hacer posible un nuevo tipo de crecimiento; que redujo la pobreza en la República Popular de la cota de cuatrocientos millones de personas en 1980, a menos de un centenar de millones ahora.
Es muy significativo también que en el libro de Piketty no se recuerde al Canciller Otto von Bismarck, quien en 1885 introdujo las reformas sociales para el aseguramiento de los trabajadores; ni a Beveridge, que en 1943 propuso, por encargo del gobierno de coalición Churchill-Atlee, un giro total de la política de bienestar social en plena segunda guerra mundial, en Inglaterra. Lo que representó un cambio muy importante en el escenario británico al llegar la política de la seguridad social.
En definitiva, de lo que se trata es de examinar –con más cuidado de cómo lo ha hecho el autor de este ensayo—, la forma en que Piketty mide, o no lo hace, factores de redistribución de renta muy importantes como son los derivados de las políticas sociales. Y más concretamente de los efectos del estado de bienestar, con el gasto público en sanidad, educación, pensiones y otras prestaciones sociales, etc.; todas ellas partidas muy considerables en los presupuestos estatales, que fundamentalmente benefician a las que convencionalmente se llaman clases trabajadoras, aumentando, en su beneficio, la parte de que disfrutan de la renta nacional. Y en esa dirección, no cabe duda de que hasta el comienzo de la crisis actual en 2007, hubo numerosas manifestaciones de política social.
6. LOS PESIMISTAS MALTHUS Y RICARDO
Evidentemente, la investigación de Piketty sobre la desigualdad no es algo nuevo en la historia de las ideas económicas, pues ya los primeros economistas en la Francia de la Fisiocracia, se ocuparon de la cuestión, y lo mismo sucedió después en la Escuela Clásica de Economía en Inglaterra y Escocia. Una dedicación en la que, concretamente, hay que citar a Pierre Le Pesan, Barón de Boisguilbert, entre los fisiócratas; autor de un libro en el que calculó la fortuna de Francia, para sobre esa base criticar a los reyes (y especialmente a Luis XIV) por los muchos dispendios de sus guerras sin fin, frente a la miseria del pueblo. Y en el caso de Inglaterra, según veremos, trataron el tema dos autores tan conocidos como Robert Malthus y David Ricardo.
[pull_quote_left]La investigación de Piketty sobre la desigualdad no es algo nuevo en la historia de las ideas económicas, pues ya los primeros economistas en la Francia de la Fisiocracia, se ocuparon de la cuestión[/pull_quote_left]Malthus lo tuvo claro, aunque el tiempo no le diera la razón: su célebre ley demográfica –modernamente expresable en que la población crece en progresión geométrica, mientras las subsistencias lo hacen aritméticamente—, llevaba, en última instancia (aunque en la quinta edición de su libro moderó sus contundencias), a una situación social que sería insostenible; por la depauperación masiva ocasionada por la superpoblación, derivable de la alta natalidad de los obreros prolíficos. Lo que según el tantas veces denostado clérigo había de obligar a tomar medidas (malthusianas se llaman hoy) de abstinencia sexual y de contención del crecimiento poblacional.
Y en la misma línea de inquietudes de futuro, David Ricardo, en su libro Principios de política económica e imposición tributaria, manifestó que la escasez creciente de tierras cultivables, comportaría una elevación del precio de las mismas y de sus rentas; haciendo que los terratenientes se apropiaran de prácticamente toda la riqueza. Frente a lo cual propuso un impuesto progresivo sobre las tierras.
Seguiremos la próxima semana, con nuevos aspectos del tema que nos ocupa.
— oOo —