Como se ha hablado poco del piquito austral, ya vengo yo a sumar. Escribo esta opinión cuando han comenzado a salir videos y opiniones que, supongo, tratan de justificar que no ha sido nada más que un beso cómplice entre dos colegas porque ella no lloró ni salió huyendo un segundo después del “suceso”.
Lo que sí quiero es dejarte una reflexión. Menos mal que hubo beso.
Si no hubiera habido beso, un grupo de atletas (y mujeres), a las que se debería reconocer con la etiqueta de ‘élite’, aunque ni cobran ni tienen los medios de otros ‘atletas de élite’, simplemente habrían ganado un torneo deportivo. Que no es pequeña la hazaña. Torneo, deportivo, mundial. En Italia tienen al campeón del mundo de Monopoly…
Hasta hace cuatro días, nuestras mejores, eran como esas selecciones de segunda o tercera fila contra las que jugamos a veces, que son presentadas de manera cariñosa en los medios de comunicación como esforzados trabajadores que juegan al fútbol y defienden a su país. El delantero es electricista, el lateral izquierdo, profe de educación física, etc. Pregunta a cualquier consumidor de sol y sombra el mérito que daría a ese grupo por perder 2-0 contra España…
Desde hace cuatro días, esas atletas tienen trabajo fijo como futbolistas incluso si se quedan embarazadas. No sé si te suena un tal Courtois, un superclase que no va a jugar durante un año por una lesión de rodilla. Evidentemente, nadie le va a despedir.
Escucho mayoritariamente que es una pena que no se hable del éxito de un grupo de personas, perdón, chicas o mujeres, que son las que se han dejado el físico jugando y que haya quedado empañado por un beso no consentido.
Qué suerte de beso.
Si no hubiera habido tal beso, hablaríamos de tal éxito hasta el siguiente partido de Madrid o Barcelona. El deporte femenino, todavía, vende si vence. Y quien ha aplaudido, quien ha justificado, quien ha querido quitar hierro al asunto, no tendría ningún motivo para quejarse y esconderse. Podría seguir manteniendo un patrón de pensamiento con sabor a Farias y vestiría su antifaz tan tranquilo.
Gracias a ese beso, hay un debate que de ninguna manera habría asomado la patita a tal nivel entre las cortinas del “qué buenOs somOs”, que hemos ganado un mundial. Gracias a ese beso, muchas gomas han quedado huérfanas de careta.
¿Qué decir a quien opine que no es gran cosa un piquito granuja? Que hasta semifinales podía no ser nada. Pero desde que tenemos medalla, sí lo es.
Enhorabuena tardía, @sefutbolfem. Por haber ganado en el campo. Y gracias, más aun, por abrir una ventana para que corra el aire y desaparezca el aroma a rancio que sigue escondiéndose a plena vista, sobre todo entre nosotrOs.