Opinión

Crecimiento y desigualdad: la polémica sobre los desequilibrios del capitalismo en el siglo XXI (IV)

La semana pasada iniciamos el artículo sobre el tema de la desigualdad en el capitalismo de nuestro tiempo centrando nuestras reflexiones en torno al libro de Thomas Pikkety, El capital del siglo XXI. Y tras lo ya examinado acerca de las previsiones más pesimistas de Malthus y Ricardo, seguimos hoy con el sugestivo tema de la sección 7 de este escrito.

7. LA APOCALIPSIS DE MARX Y EL CUENTO DE HADAS DE KUZNETS

Un tercer protagonista en el tema, que trató duramente las manifestaciones de los dos citados autores pesimistas de la Escuela Clásica: fue Karl Marx quien planteó que la acumulación creciente de capital, merced a la fuerte plusvalía del sistema capitalista, habría de llevar a la sociedad a una situación de crisis. En la cual, el proletariado impulsaría la revolución social para el cambio de capitalismo a socialismo: todo un apocalipsis social.

Ante ese posicionamiento, Piketty critica la forma en que elaboró su tesis el filósofo de Tréveris, subrayando que en la última fase de su vida ya pudo disponer de datos suficientes para apreciar cómo los salarios estaban subiendo, y bajando la tendencia a la depauperación. Sin embargo, Marx, seguro que conscientemente, quedó prisionero del Manifiesto Comunista; escrito en 1848 en colaboración con Friedrich Engels, autor, por su parte, de un auténtico informe eco-sociológico: Las condiciones de vida de las clases trabajadoras en Inglaterra.

Por lo demás, en el libro de Piketty no se advierte -o por lo menos así lo ha apreciado el autor de este ensayo- lo que fue la evolución del proyecto comunista, que de los postulados doctrinarios del marxismo acabó desembocando en el patético modelo del socialismo real en la URSS: un capitalismo de Estado con fuertes adherencias burocráticas, nomenklatura dentro del partido, e ineficiencia económica a todos los niveles.

En la dirección indicada, la experiencia de la URSS fue una muestra de autodegradación en los propósitos de lucha contra la desigualdad a partir de la dictadura del proletariado, que en realidad pasó a ser una dictadura del partido, y dentro de ésta, de su secretario general. En tanto que en China, en 1978, hubo un giro de 180 grados, desde el comunismo igualitario en la pobreza de Mao, a las cuatro modernizaciones de Den Xiaoping.

Todo eso ilustra cómo las lecciones del socialismo científico de Karl Marx, o no fueron bien aprendidas, o sus discípulos cambiaron el proyecto del maestro hacia un sistema que a largo plazo no podría sostenerse en sus pretendidos fundamentos. Ante lo cual, sin demasiados refinamientos, podría decirse que si Marx criticó a los que él llamó socialistas utópicos, su socialismo científico terminó en un planteamiento también claramente utópico; o incluso quimérico, en mayor medida aún que los criticados utópicos.

Y de la apocalipsis marxiana, en Capital -destaca Piketty-, se pasó al cuento de hadas (fairy tale) de Simon Kuznets (1901-1985), quien en una serie de trabajos se refirió a la mejoría en la distribución de riqueza y renta en la primera parte del siglo XX, así como en el periodo de la segunda postguerra mundial, con las tres décadas gloriosas de 1945 a 1975.

[pull_quote_left]La resonante recepción en EEUU del libro de Piketty es un testimonio de la cada vez mayor preocupación sobre la creciente desigualdad existente en las sociedades económicamente más avanzadas, con pruebas sobre la vertiginosa subida de la proporción de renta y riqueza en la parte más alta de las escalas de distribución[/pull_quote_left]Todas esas aportaciones contribuyeron a la configuración de la célebre curva de Kuznets, en la que se da por hecha la firme tendencia a un menor desequilibrio en la distribución de la renta, por las virtudes del crecimiento económico, tal como el propio Kuznets constató para la primera parte del siglo XX y sobre todo para las tres décadas de 1945 a 1975. Lo cual dejó de suceder en la realidad a partir de la mitad de los años 70 del siglo XX, con los choques petroleros de 1973 y 1979, y las subsiguientes políticas de Reagan en EEUU y Thatcher en el Reino Unido, que cambiaron las anteriores tendencias keynesianas de redistribución. Y a la postre se llegó a la gran recesión 2007-2013, que ha deteriorado la distribución en la fase de un estancamiento de varios años.

8. LA RECEPCIÓN DEL LIBRO DE PIKETTY

En cualquier caso, la resonante recepción en EEUU del libro de Piketty es un testimonio de la cada vez mayor preocupación sobre la creciente desigualdad existente en las sociedades económicamente más avanzadas, con pruebas sobre la vertiginosa subida de la proporción de renta y riqueza en la parte más alta de las escalas de distribución.

Sobre Piketty, el premio Nobel de Economía Paul Krugman llegó a decir que “ha transformado nuestro discurso económico. Nunca más volveremos a hablar de la riqueza y la desigualdad de la misma forma. Su libro es el más importante del año y, tal vez, del decenio”. Y en el lado opuesto, Martin Feldstein, economista de Harvard y presidente emérito de la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU (NBER), vino a criticar al economista francés porque según él, “proclama un inevitable aumento de la desigualdad en todos los países, basándose para ello en la falsa teoría de que la riqueza se acumula en la economía de mercado”.

Sin embargo, el libro en cuestión sufrió un revés cuando el Financial Times publicó un análisis aflorando una serie de errores que ponen en duda incluso las conclusiones de la obra. Un extenso artículo publicado por el editor económico del rotativo, Chris Giles, atribuyó al economista francés cálculos torticeros, sobre todo en el capítulo 10 de la obra, sobre la distribución de riqueza.

En el sentido apuntado, Giles detectó diferentes incorrecciones: algunos simples errores de transcripción, como tomar mal el dato de concentración de riqueza de Suecia. Como igualmente le reprochó no justificar los ajustes que realiza en las proyecciones para épocas en las que no había datos; o por el hecho de no aplicar el mismo método para todos los países. Además, se acusó a Piketty de no ponderar adecuadamente la población cuando calcula medias europeas (que hace sólo con tres países, Suecia, Gran Bretaña y Francia), y de utilizar las comparaciones de los años que más le convienen a su tesis sobre el incremento de la brecha social.

Piketty, que publicó en Internet las hojas de cálculo en las que basa sus explicaciones, respondió al Financial Times que “la disponibilidad de datos sobre riqueza [donde se concentran los principales reproches] son menos sistemáticas que para la renta”. Y que para homogeneizar las diversas fuentes de información (entre países, épocas, etc.) eran necesarios los ajustes por él realizados. Para al final de todos sus alegatos manifestar: “No tengo duda de que mi base de datos histórica puede mejorar y mejorará”.

[pull_quote_left]Quienes viajan en las filas traseras más baratas de los aviones apenas tienen espacio para leer el libro de Thomas Piketty, lamentando una nueva edad de desigualdad. Las líneas aéreas piensan que aún hay nuevos sitios donde poder encajar asientos en la clase económica, lo cual los pasajeros, a pesar de sus lamentos, tolerarán, a cambio de tarifas baratas. Mientras tanto, la clase preferente se hace cada vez más confortable…[/pull_quote_left]El caso de Piketty con sus datos, recuerda al error descubierto en un estudio de dos prestigiosos economistas de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, publicado en 2010 y en el que se alertaban del lastre que el exceso de deuda pública supone para el crecimiento de los países. En concreto, calculaban que la actividad se frenaba de forma muy abrupta cuando el pasivo superaba el 90 por 100 del PIB. Una tesis que fue utilizada como gran argumento intelectual por los principales defensores de los recortes de gasto público en las primeras fases de la crisis de la Eurozona, para así frenar las nuevas emisiones de deuda, se vio muy debilitada, cuando un estudiante de doctorado de la Universidad de Massachusetts descubrió que Reinhart y Rogoff habían omitido por error algunos datos de gran calado, utilizando, además, metodologías más que discutibles. Y en medio del fuego generado sobre los potenciales errores de Piketty, el Nobel Paul Krugman opinó que algunos lapsus concretos podían ser ciertos, pero defendió la idea global de Piketty.

Aunque parezca anecdótico, citaremos un caso del efecto Piketty según The Economist, a propósito del trato que se da a los pasajeros de distintas clases en los aviones de línea; a partir del suceso de dos pasajeros en económica, que causaron un alboroto en un vuelo entre Miami y París, al reclinar uno de ellos su asiento y molestar al viajero a su espalda. Y ese sólo fue uno de los tres incidentes que, en una quincena, condujeron a desviar aviones ya en pleno vuelo a sus aeropuertos de origen. La causa de tales episodios está clara:

Quienes viajan en las filas traseras más baratas de los aviones apenas tienen espacio para leer el libro de Thomas Piketty, lamentando una nueva edad de desigualdad. Las líneas aéreas piensan que aún hay nuevos sitios donde poder encajar asientos en la clase económica, lo cual los pasajeros, a pesar de sus lamentos, tolerarán, a cambio de tarifas baratas. Mientras tanto, la clase preferente se hace cada vez más confortable…

Algunos asientos de clase turista ya han perdido aproximadamente el 30 por 100 de su peso de hace 20 años, dice René Dankwerth de Recaro, un fabricante de asientos. Y todavía puede perder más: el acolchado se está haciendo más delgado, al sustituir la espuma por redes; los mecanismos reclinables se están quitando en ciertos modelos de aviones. La mayor parte del espacio suplementario así creado se usa para enlatar filas complementarias de asientos. Es una muestra de la desigualdad creciente que denuncia Piketty.

Seguiremos la semana próxima, porque el tema tiene mucha enjundia, y aún hemos de examinar una serie de cuestiones que pueden ser de gran interés.

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