[dropcap]T[/dropcap]ras lo ya examinado en cuatro sucesivas entregas, continuamos hoy con dos temas que nos parece de lo más sugestivos y también controvertibles, según los sucesivos epígrafes de lo que hoy publicamos.
9. EL CAPITALISMO UN GATO DE SIETE VIDAS
La referencia al Capital del siglo XXI me lleva a recordar un ensayo titulado Globalización y ecoparadigma que publiqué en 2003, y en el que me ocupé de cuestiones que se tratan en este documento. Y en aquella circunstancia me referí a que el capitalismo es un verdadero gato de siete vidas, pues como sistema económico con orígenes muy antiguos, se desarrolló desde la revolución industrial con un ímpetu indudable. Y las diversas amenazas que fueron surgiendo contra el sistema, en pro de un cambio de modelo, se vieron rebatidas en una serie de momentos cronológicos que muy rápidamente reseñamos aquí:
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1848, el año de publicación del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, y también el de la primera revolución social en Europa, con efectiva participación obrera. La respuesta a esa crisis fue la reconfiguración de una serie de regímenes autoritarios para frenar los efectos del obrerismo: el Imperio de Luis Bonaparte en Francia, y el de Bismarck en Alemania.
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1871. Karl Marx expresó, en muchos de sus escritos, su admiración por la Comuna de París de 1871, el primer caso de socialismo en una comunidad concreta -aunque de modo efímero- en el París resistente a las fuerzas de una nueva república autoritaria, formada tras la caída del régimen de Napoleón III. La respuesta global, desde Inglaterra a Rusia, fueron nuevas leyes industriales y laborales contra los principales abusos.
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1917. La citada Revolución Rusa, de octubre de 1917 (noviembre en Occidente, por los diferentes calendarios), dirigida por Lenin -autoconsiderado como el continuador más inmediato de Marx con lo que después se llamaría marxismo-leninismo-, significó la promoción de movimientos tipo bolchevique en varios países. Pero sin el resultado deseado de una revolución mundial, por las medidas represivas que asumieron los distintos regímenes políticos. En EE.UU., la principal respuesta, no buscada expresamente, fue el ya mencionado taylorismo, que tanto admiró Lenin y que empezó a aplicarse con su Nueva Política Económica (NEP); luego abandonada por Stalin.
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1929-1939, fue la década de la gran depresión, cuando el capitalismo estuvo en su máximo peligro de degradarse al fascismo/nacional-socialismo (como sucedió en Italia y Alemania), o desaparecer si la experiencia soviética hubiera tenido réplicas más duraderas. Sin embargo, las dificultades del momento se superaron, en parte con políticas que hoy llamaríamos keynesianas (sobre todo en EE.UU. con el New Deal). No obstante, y sin minusvalorar todo lo anterior, cabe decir que fue la Segunda Guerra Mundial la que comportó el pleno empleo y la superación definitiva de la fase depresiva del capitalismo en 1929-1939.
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Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1947), los avances de la URSS hacia el centro de Europa con el telón de acero dividiendo las dos Alemanias, comportó el llamado “reto soviético” de un mayor crecimiento en el socialismo real que en el capitalismo de postguerra. Y en el plano teórico, Joseph Schumpeter, en su libro Capitalismo, socialismo, democracia llegó a la conclusión de que el capitalismo no sobreviviría. Una situación que se solventó sobre todo con el Plan Marshall, de consecuencias realmente recomponedoras del capitalismo en Europa, a un nivel tecnológico muy superior al de la preguerra y con la característica adicional de que el referido Plan abrió la ruta a una serie de proyectos de cooperación e integración económica.
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La derrota de EE.UU. en Vietnam, y la rebelión de una serie de países hasta entonces neutrales en pro de una acción menos atemperada que hasta entonces (los casos de Egipto, Libia, Irak, etc.), llevaron a una situación en la que por primera vez se pensó que EE.UU., con su capitalismo altamente dinámico por comparación con Europa, no podría mantener su dominación de manera indefinida. La reacción en este caso se tradujo en el montaje del G-7, como directorio económico del mundo capitalista, junto con la creación de la Agencia Internacional de la Energía (en el marco de la OCDE), para frenar la subida de los precios de los hidrocarburos.
Otros retos vendrán y otras posibles políticas alternativas los disminuirán o erradicarán. De modo que un cambio de sistema a escala mundial supondría una transformación inimaginable. Y más aún después de los comentados casos de la Unión Soviética desintegrada en 1991, y de China convertida en primera potencia mundial por su PIB desde 2014. Ya como país miembro de la Organización Mundial de Comercio, con una economía de corte capitalista aunque todavía con gran intervención estatal.
10. DESIGUALDAD EN LA UE Y EN ESPAÑA
Según el Prof. Juan Ramón Cuadraro Roura, los datos elaborados por la Comisión de la UE, evidencian que la crisis de 2008/2013 supuso el final de un largo período en el que las diferencias económicas interregionales europeas estaban reduciéndose; en un claro giro hacia una mayor divergencia.
Además, el incremento de las disparidades interregionales en renta y empleo no sólo afectó a los países europeos más castigados por la crisis, como España, sino que también incide en las regiones de algunos países de la UE que no sufrieron el cambio de tendencia con tanta intensidad. De hecho, dos tercios de las regiones comunitarias registraron una contracción de hasta un 6 por 100 de su PIB por habitante durante algunos años; y entre las diez regiones europeas en que la renta per cápita registró caídas más elevadas figuran algunos de los países más ricos como Finlandia y Dinamarca.
Por otro lado, como se reconoció en el 8º Informe de Progreso sobre la Cohesión Económica y Social, la crisis provocó un claro incremento de la población europea en riesgo de pobreza y de exclusión social. En ese sentido, los tres indicadores que suelen utilizarse para medir estos conceptos -tasa de riesgo de pobreza; tasa de privación material grave; e intensidad laboral muy baja- muestran un claro empeoramiento de todas ellas.
Pasando ahora del ámbito UE al de España, en los párrafos que se transcriben a continuación, hay un breve informe sobre el tema:
En los cuatro primeros años de la crisis, el ingreso medio del 10 por 100 más pobre de la población española retrocedió 7,5 veces más que lo que cayó la renta del 10 por 100 más rico, apenas erosionada entre 2007 y 2011. Más concretamente, en relación con 2007, el ingreso anual en 2011 del 10 por 100 de la población más pobre retrocedió un 42,4 por 100 -pasando de 4.664 euros por persona a 2.685-, mientras que en el caso del 10 por 100 más rico, la renta bajó un 5,6 por 100, de 39.204 euros de media en 2007 a 36.985 euros cuatro años después.
Por su parte, el economista Rodolfo Gutiérrez señala que España había conocido desde mediados de los años setenta un largo periodo de reducción de la desigualdad de rentas, proceso que se frenó durante la subsiguiente fase del ciclo, de crecimiento económico 1996/2007, situándonos en posiciones próximas al promedio de los países de la OCDE. Pero después, la Gran Recesión (2008-2013) cambió el signo de la evolución y España se convirtió en uno de los países desarrollados donde más está creciendo la desigualdad de rentas.
La situación expuesta no es de extrañar si se tiene en cuenta la magnitud de la pérdida de empleo en los años referidos y la intensidad de esa pérdida afectó a los hogares con rentas más bajas. Según las cifras oficiales del INE, a través de la EPA, el número de hogares en los que todos sus activos están en paro se acerca (verano del 2014) a los dos millones, cuando eran 380.000 a finales de 2007. Y los hogares sin ningún perceptor de ingresos eran 170.000, siendo en 2014 769.000. Ya en 2010, los hogares que estaban en el decil más bajo del nivel de renta venían perdiendo desde 2007, por el paro creciente y la congelación o caída de salarios, un promedio anual de un 14 por 100 de su renta disponible, cuando la pérdida promedio del conjunto de los hogares era del 3 por 100.
Sin embargo, las anteriores expresiones sobre caída de los ingresos en los estratos económicos más débiles podrían tener una rectificación de considerable volumen, si se tuviera en cuenta la economía sumergida, que en las últimas averiguaciones se cifró en torno al 24,6 por 100 del PIB. Incluso el Instituto Nacional de Estadística -con criterios muy discutibles- ha decidido incluir en la estimación de la renta, siguiendo recomendaciones de Eurostat, actividades no declaradas, e incluso delictivas o sociológicamente discutibles, como son el narcotráfico y la prostitución.
Con base en algunos indicios existentes, podría decirse que la población ocupada en España en la economía sumergida, incluiría los siguientes efectivos:
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Jubilados que oficialmente no aparecen en ninguna estadística laboral, a pesar de seguir desarrollando actividades económicas, generalmente retribuidas, o en algunos casos de tipo voluntariado. En este caso, en el que cabe incluir al autor de este ensayo, podrían encontrarse no menos de un 10 por 100 del número total de jubilados y pensionistas, que en la última referencia de la EPA, de octubre de 2014, asciende a 9,25 millones de personas. Así pues, podemos llevar al cómputo el 10 por 100 de esa cifra, 925.000 personas; con capacidades muy distintas desde ingenieros y abogados que siguen asesorando a empresas, hasta oficios de ingresos mínimos.
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Trabajo doméstico, en el que hay empleadas en España unas 900.000 personas. Y para nuestro cómputo, cabe recordar que a la hora de regularizar hace unos años ese colectivo, se detectó una bolsa no declarada de ocupados de algo más de medio millón de personas. Con la crisis, ese volumen se habrá resentido, pero quedará por lo menos la mitad, es decir, unas 250.000 personas.
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En algunas declaraciones del Gobierno sobre el fraude en la Seguridad Social, se llegó a mantener que de los más de 2,5 millones de parados que perciben algún tipo de prestación de desempleo, había por lo menos 900.000 desarrollando alguna clase de trabajo no declarado.
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Finalmente quedarían los sinpapeles y asimilables, y aunque esta cifra se ha reducido por la propia crisis, cabe estimar que sigue habiendo por lo menos unos 500.000, sobre todo en trabajos agrícolas, en la pequeña hostelería, etc.
En resumen, con la estimación realizada, resulta que podríamos tener trabajando de manera efectiva sin figurar en estadísticas oficiales 925.000 jubilados y pensionistas, 250.000 en trabajos domésticos, 900.000 perceptores de prestaciones de paro que sin embargo desarrollan alguna actividad laboral, y 500.000 sinpapeles. Sumando, resulta una cifra de 2.575.000.
Ese guarismo podrá parecer exagerado a algunos, y efectivamente podría serlo, especialmente si nos refiriéramos a unidades de trabajo/hombre (UTH) de 39 horas semanales, ya que muchos de esos trabajos tienen sus irregularidades y carácter a veces a tiempo parcial. En cualquier caso, la economía sumergida, expresada en términos laborales, sería un amortiguador de la crisis y tendría un efecto reductor de la desigualdad que se ha manifestado. Por su parte, dentro de la crisis ¿cuánto ha disminuido el estado de bienestar? El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, presumió en un acto político en Murcia, el 26 de octubre de 2014, de haber mantenido los pilares del Estado de Bienestar pese a los esfuerzos que hubo de demandar a los españoles “después de que el Ejecutivo del PSOE perdiera 70.000 millones de recaudación”. Rechazó así las que él llamó “mentiras de la oposición acusando a su Gobierno de recortes en sanidad y educación”, pero no cifró sus declaraciones en términos concretos.
En lo que concierne a la distribución interregional en España, la estimación de un indicador bien conocido -la convergencia sigma- muestra que si bien hasta 2005 cabía hablar de una modesta tendencia a que las diferencias interregionales se redujesen. Pero desde 2006 este proceso se detuvo y desde 2008 en adelante la trayectoria cambió claramente de signo. De forma que las disparidades en términos de PIB por habitante entre las comunidades se han incrementado de nuevo hasta situarse prácticamente en la posición que tenían a finales de la década de 1990.
El País Vasco, la comunidad que actualmente figura en la primera posición en PIB por habitante, incrementó en más de 6 puntos porcentuales la distancia que lo separa de la región con un PIB por habitante más bajo (Extremadura); lo mismo que sucedió respecto a Andalucía y, aunque en proporción algo menor, por comparación con Castilla-La Mancha, Murcia y Canarias.
Seguiremos la semana próxima.
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