Una conferencia en la Facultad de Historia sirvió para conocer de primera mano la historia de una madre de la Plaza de Mayo que busca a su hijo
Nora Cortiñas es una mujer menuda, pero con una energía interior impresionante. Tomó la palabra en el salón de actos de la Facultad de Historias y el auditorio escuchó entusiasmado la historia de una vida que quedó marcada para siempre el 15 de abril de 1977 cuando su hijo, Carlos Gustavo, fue secuestrado por los militares argentinos. Desde entonces lo busca. Forma parte del grupo de madres que cada jueves se reúne para dar vueltas en la Plaza de Mayo de Buenos Aires.
Nora Cortiñas, ,miembro de Las Madres de la Plaza de Mayo.“Mi hijo, Carlos Gustavo, comenzó a tomar conciencia de las injusticias sociales que vivía Argentina de la mano del sacerdote Carlos Múgica. Él fue asesinado en 1974 por la Triple A”, comienza el relato de su vida Nora Cortiñas.
Al conocer de primera mano la poca justicia social que se vivía en Argentina, su hijo no pudo dejar de luchar. “Se caso y tuvo un hijo, pero siguió trabajando porque en Argentina hubiera un estado de bienestar”. Ese fue el delito por el que un 15 de abril de hace 37 años su hijo fue secuestrado. “No sé nada de él, pero hay 30.000 jóvenes que entonces tenían entre 20 y 40 años que desaparecieron y 500 niños que nacieron en cautiverio”, explica una de las integrantes de las Madres de la Plaza de Mayo.
Nació así el círculo del horror. “Se llevaban a los jóvenes y secuestraban a sus hijos, jóvenes que ahora rondan los cuarenta años y que buscan su identidad”. Son niños que fueron raptados y entregados a monjas católicas que se los dieron a familias de empresarios y militares. “Hubo una connivencia civil, militar y religiosa, porque en la dictadura estuvieron implicados empresarios, militares y religiosos”, puntualiza Cortiñas.
Las Madres de la Plaza de Mayo se reunieron por un “acto visceral. No fue programado. Éramos madres que buscábamos a nuestros hijos. Al principio, íbamos a hablar con sacerdotes que nos decían palabras bonitas y nos mandaban rezar”. Una de ellas, Azucena Villaflor de Vicenti, propuso ir a la Plaza de Mayo, un lugar emblemático de Buenos Aires donde están en el mismo espacio el poder político, económico y eclesiástico.
El pañuelo que lucen las Madres de la Plaza de Mayo simula el pañal del hijo desaparecido. Está bordado el nombre del hijo y el día que desaperió“Comenzamos dando vueltas. Nadie nos hacía caso, éramos inofensivas, solo éramos madres, con la fuerza que ello tiene. No gritábamos, sólo caminábamos. Un periodista preguntó que quiénes éramos. El militar le dijo ‘unas locas que cuando llegue el mal tiempo se irán’. No nos fuimos, tampoco cuando llegó el calor y así durante más de 30 años”. Cada jueves al concluir su caminata a una sola voz dicen: “30.000 detenidos-desaparecidos presentes, ahora y siempre y hasta la victoria siempre”. Se colocan un pañuelo en la cabeza, que simula el pañal del hijo perdido. “Este pañuelo da miedo a muchos jueces”, matiza.
Ahora, no sólo luchan por saber que les ocurrió a sus hijos, que también, sino que ayudan a que los indígenas a que tengan derechos, a que se respete el medio ambiente y “hablamos de la deuda externa. Esa que se inició cuando pidieron prestado dinero para hacer campos de concentración donde meter a nuestros hijos; esa que se necesitó para comprar armas para matar a nuestros hijos; esa que se empleó para acallar a los que torturaron a nuestros hijos. Y que ahora tenemos que pagar todos”, concluye.