Hay quien de la necesidad hace virtud, y hay a quien la necesidad le confunde, le desorienta, y le pierde. Feijóo es de estos últimos. Sánchez de los primeros.
Y no siempre es igual. Depende del momento, de la oportunidad, y del tiempo histórico. Algo así como tener olfato y estar en el sitio preciso en el momento preciso.
Incluso es también cuestión de vista y no contentarse con el fotograma presente, sino saber otear el fotograma futuro, la siguiente pantalla. Milei -por poner un ejemplo- es el fotograma nuevo y ya viejo a la vez.
Lo más sobresaliente de Feijóo en su etapa como candidato a presidir el gobierno, una vez que Ayuso, defendiendo a la familia y sus negocios, cortó la cabeza de Casado, es su espíritu veleta, sin norte y a merced de los vientos. Malos cimientos para tiempos ventosos.
Se sabe qué dice al principio, pero no lo que dirá al final. Se sabe lo que hace hoy pero no lo que hará mañana. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que Ayuso le tiene cogida la medida, y para saber qué hará Feijóo mañana conviene mirar lo que está haciendo (o diciendo) Ayuso hoy.
A través de las alianzas y estrategias que Ayuso le aconseja y le inspira ha logrado perder las elecciones generales cuando ya casi las tenía ganadas.
Que no se dé prisa en detectar el error. De hecho, parece que aún no lo ha detectado, porque insiste. El coscorrón no le ha hecho ni despertar ni retroceder.
Feijóo no debería achacar a «traición» o «dictadura» lo que sólo es fruto de su propia torpeza y falta de criterio. Esa proyección de su propia incapacidad e inconsistencia en forma de inquina hacia el adversario político, deja su reputación de moderado o de prudente en mera etiqueta impostada.
Sorprende y da grima que un político entrado en años y con experiencia se deje arrastrar y marcar el rumbo por una política inmadura, irresponsable, que se ha especializado en el género estrambótico-populista, en la estela de su maestro Donald Trump.
¿Y quién es Donald Trump, maestro de toda una hornada de demagogos vociferantes y estrambóticos, que incluye no solo a Díaz Ayuso sino al último en apuntarse, Milei?
Su faceta más conocida antes de aspirar a presidir USA era la de gánster económico, o lo que siempre se ha denominado entre nosotros «delincuente de cuello blanco». Más inclinado -seguro- al crimen que al respeto de la Ley. Y eso sí, con grandes dotes de actor y amplias capacidades para la estafa y la demagogia en tiempos de crisis y descenso del raciocinio.
Tras alcanzar la presidencia de USA, sus hechos más conocidos fueron el negacionismo de la pandemia COVID (también ha negado el cambio climático), que llevó a que su país batiera récords de mortandad y se tuvieran que abrir, como medida de urgencia y a toda prisa, fosas comunes. Y ya en la antesala de su despedida, la acusación que hizo de fraude electoral para deslegitimar a los que ganaron limpiamente las elecciones (esto luego ha sido una constante estratégica en todos sus discípulos), con la subsiguiente promoción de un golpe de Estado que se inició (y de ahí no pasó) con un asalto violento (con muertos) al Capitolio de USA.
Bien, pues sorprendentemente esa es la estela alocada y nada moderada que luego ha seguido Feijóo, aconsejado en su rumbo por Díaz Ayuso, que ni siquiera ha tomado la precaución de modificar levemente la literalidad de los lemas trumpianos, repitiendo e insistiendo con aquella soflama del fraude electoral.
Esto en cuanto a la pragmática del poder y la estrategia para alcanzarlo. Luego está la ideología, que lejos de estar muerta, en este sector del espectro político quiere recuperar las glorias del pasado en un extraño híbrido con la barbarie posmoderna, uno de cuyos más novedosos monstruos de feria es el «anarcocapitalismo».
El anarcocapitalismo, o capitalismo de motosierra, que cabe remitir en su inspiración inmediata a sus ancestros carcamales, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, predica que «el Estado es el problema» y propone o se propone eliminarlo.
Como el Estado es el marco del imperio de la Ley, su eliminación persigue el fin de este imperio y el nacimiento de una nueva era en la que solo rija la ley del más fuerte o de aquellos que tenga armas más potentes y dinero para comprarlas.
En resumen, es un cómic de escenarios distópicos y de nivel adolescente (con acné) lo que parasita la mente de estos visionarios.
En la misma línea, y dado que el Estado es el que organiza las elecciones democráticas, la eliminación del primero conlleva la desaparición de las segundas. ¿Van atando cabos? Hay quien no.
Dentro de este género de cómic distópico y adolescente, Milei ya dio muestras de su «ideario liberal» cuando se opuso a un proyecto de ley para la detección y el tratamiento de cardiopatías congénitas en bebés, aduciendo que «implica más presencia del Estado interfiriendo en la vida de los individuos e implica más gastos. Eso no funciona así».
Filogenia de este momento involutivo: Ayuso fue relaciones públicas de un perro (el de Aguirre). Milei recibe sus consignas políticas de sus perros, muertos o redivivos. Reagan solo seguía los consejos (paranormales) de su astrólogo. Todo esto ¿Deberíamos preocuparnos?
Por una parte, sí, porque el contagio de esta locura es evidente y avanza descontrolada como un fantasma por medio orbe, salvo algunos tropiezos puntuales en países como el nuestro, que en ocasiones parece prudente y no creer en los fantasmas.
Por otra parte, debería despreocupamos, al menos un tanto, lo tosco e infantil de esta movida filosóficopolítica que está condenada al fracaso estrepitoso o a la duración breve. Los monstruos que nacen del delirio tienen una vida corta. O al menos eso nos dice la Historia. Esperemos que esta vez tampoco se equivoque.
1 comentario en «De la necesidad»
As cojido la mejor foto o retrato sencillo pero dice mucho muchos no entenderan es significado