«Hay un socialista histórico alemán, August Bebel, uno de los fundadores de la socialdemocracia alemana, que después de un debate parlamentario comentó: “¿Qué tontería habré dicho para que la derecha me aplauda?”». (Nicolás Sartorius) / El País 03 DIC 2023.
No he visto nunca ningún programa completo de «El Hormiguero», de Pablo Motos, porque no suelo ver telebasura (hay una oferta audiovisual amplia y de calidad como para perder el tiempo consumiendo telebasura de «entretenimiento» con sesgo político), pero sí he visto cortes de ese programa que me han llegado a través de las redes.
El último corte de este programa que me salió al paso fue sobre la entrevista a Arturo Pérez-Reverte.
Lo primero que me llamó la atención, quizás por la falta de costumbre, fueron esos aplausos estruendosos y unánimes de la grada que se intercalaban con frecuencia inusitada entre las intervenciones tanto del invitado como del presentador. Me recordaron mucho a aquellos aplausos enlatados de los programas más rancios de la televisión antigua. Todo muy cutre.
En esa entrevista, Pérez-Reverte llama a Pedro Sánchez «pistolero», «asesino», y reconoce que le tiene fascinado. No hay que alarmarse.
Obviamente aquellos adjetivos los utiliza el escritor a modo de metáfora para dar a entender que Pedro Sánchez es un gran oportunista y muy hábil para cuadrar recursos con objetivos, con una visión muy clara de aquello de que dispone en el punto de partida y las metas que quiere alcanzar.
Observa qué puertas están cerradas y cuales abiertas y actúa en consecuencia. O sea, apunta y dispara.
Esa habilidad de Pedro Sánchez ha sido una constante en su fulminante carrera en el periodo en que ha ocupado la primera línea del escenario político.
Cuando vio la puerta cerrada en el sector arteriosclerótico del PSOE y el portazo que le daba la vieja guardia del turnismo corrupto, vio al mismo tiempo la puerta abierta de la militancia, deseosa de renovación e higiene, y entró llamando, con el beneplácito de los que guardaban esa puerta.
Y más o menos esa ha sido la línea constante que ha guiado sus maniobras, para lo cual se precisa no solo voluntad y constancia, sino sobre todo capacidad de análisis y saber mirar e interpretar el escenario político y social.
Conviene decir que esa es una habilidad que pierden rápido los políticos que se van apoltronando y encerrando poco a poco en la burbuja de la corrupción y de sus privilegios, y que se enredan en el círculo vicioso de las puertas giratorias que les abren, no la militancia sino los poderes fácticos a los que han servido.
Confiesa Pérez-Reverte en la entrevista aludida que esa habilidad de Sánchez y esa desinhibición, que incluso considera «maquiavélica» (aunque no está claro que los fines que persigue Sánchez sean perniciosos), le tienen fascinado, y al final se declara incluso un admirador y fan suyo.
De hecho considera a Pedro Sánchez el político más interesante en este momento, y no solo en España sino en Europa.
Tampoco es para tanto, quizás solo ocurre que nos habían acostumbrado a lo pésimo vía corrupción turnista del apoltronado PPSOE.
Incluso reconoce Reverte que Pedro Sánchez ha hecho también cosas muy positivas. ¡Hombre, algo es algo!
Esa habilidad en los movimientos que describe Reverte como definitoria de este personaje político y que recuerda un tanto a la de Adolfo Suárez, la hemos vuelto a ver en acción recientemente cuando al mismo tiempo que el PP y sus medios metían groseramente la pata enfocando solo sobre el terrorismo deshumanizado de Hamás (sin atender al origen del conflicto y los requerimientos de la ONU) y callando ante las matanzas indiscriminadas de civiles palestinos impulsadas por Netanyahu, Pedro Sánchez, en representación de la UE, le recordó a Netanyahu esas exigencias humanitarias obligadas por el derecho internacional y los mandatos de la ONU.
Conviene decir no obstante, si a desinhibición nos referimos, que la desinhibición entre nuestros políticos no es exclusiva de Pedro Sánchez ni la ha inventado él.
Se necesita mucha desinhibición, por ejemplo, para tejer todas las tramas de corrupción que ha tejido en la historia reciente el PP, cuya larga lista de nombres y marcas se necesita paciencia y estómago para leer completa.
Y se necesita también mucha desinhibición para gestar en el seno del Estado unas cloacas policiales destinadas a proteger a los políticos corruptos del partido propio y perseguir a los rivales políticos que no tienen más culpa que haber sido elegidos por las urnas.
Un «sistema» o un «marco constitucional» que ha permitido o amparado tal despliegue desinhibido de corrupción política y economía, incluida la del jefe del Estado, mientras tantos ciudadanos españoles se empobrecían y veían recortados sus derechos, está pidiendo a gritos un debate sereno para su reforma y revisión.
La conclusión obligada es que no toda desinhibición es buena. Depende.
1 comentario en «Desinhibidos»
¡Chapeau! Ejemplo de un político. Bueno o malo, las Historia lo dirá.