Los relatos de las infancias de los grandes personajes históricos se hacen con un género literario especial de exaltación y engrandecimiento de esos infantes rodeándoles desde la cuna de acontecimientos extraordinarios que anuncian lo que será luego de adulto -Así sucede también con los relatos evangélicos del nacimiento de Jesús. Contienen poco de hechos históricos y mucho de literatura inventada llena de símbolos y metáforas- Lo cual como en el caso de pintores y artistas varios -obligados a plasmar lo que mandaban religiosos y poderosos de sus épocas- ha ocultado la sencilla realidad humana e interpretado aquellos acontecimientos con manipulada fe y escaso fundamento teológico.
Por si fuera poco los sucesivos siglos han ido añadiendo accidentes y matices secundarios que han tergiversado aún más los datos simples y reales de aquellos niños (apariciones, luces, hechos milagrosos, prodigios inexplicables, poderes varios, sucesos mágicos…). Las infancias de los santos están llenas de estos sucesos casi inhumanos que claramente son contra-natura. (Mi querido santo cuyo nombre me honra portar: san Ramón no mamaba de los pechos de su madre nodriza los viernes de cuaresma en señal de ayuno y penitencia…)
Pues bien nuestro querido niño judío Jesús no iba a ser menos. Mucho más teniendo en cuenta que sus inicios en este mundo fueron redactados cuando sus evangelistas ya se reconocían como discípulos del que para ellos era el Mesías, el Hijo de Dios resucitado y vivo. Tenía que aparecer lleno de hechos extraordinarios y rodeado de miríadas de ángeles que señalarían el momento histórico de su llegada. No podía ser narrado como un niño cualquiera, todo lo que le envolvía tenía que ser divino, trascendente y maravilloso, en consonancia con la mentalidad poética oriental y repitiendo los esquemas de infancia que se dan en las otras religiones.
A todo esto hay que añadir que los pasajes de la infancia del niño Jesús tienen que mostrar que son el cumplimiento de algunas profecías del Antiguo Testamento, sino no sería el Mesías verdadero y esperado por Israel -No importan los hechos históricos y reales, sencillos, humildes, rutinarios…- lo que interesa es que sean presentados como cumplimiento de los oráculos anteriores aunque se muestren como extraños, exagerados y trascendentes. Basta con añadir la cita veterotestamentaria para convertir el hecho en realidad.
Aterrizando: está claro que Jesús no nació en Belén (ni hay constancia histórica del mandato por esas fechas del empadronamiento que ordenó el Emperador, ni José ni María eran tan brutos que se iban a poner de viaje estando a punto de cumplírsele los días a la embarazada; aparte de que no se le apellidaría “de Nazaret” si hubiera nacido en Belén…)-
Lo del pesebre frío y pobre a las afueras del pueblo no deja de ser un sentimentalismo ñoño -Los padres preparaban con los familiares la llegada de los niños fuera del hogar para que no quedase impuro por el derramamiento de la sangre, generalmente en alguna habitación de los patios, pero bien digna, limpia y con todo lo necesario para un buen parto-.
El símbolo de la mula y el buey ya lo jubiló Benedicto XVI –que no tenía un pelo de tonto- diciendo que no estaban allí- (Y lo siento por san Francisco que inventó con imaginación el primer belén allá por el siglo XII…)
Tampoco había ángeles rondando y anunciando: en la Biblia los ángeles no son espíritus reales sino símbolos del cuidado amoroso de la Providencia divina sobre los humanos. Los pastores andaban muy ocupados con sus rebaños y un poco tiesos como para llevar dones al niño y el relato de los Reyes Magos -las tres razas humanas entonces conocidas- es otro relato construido de modo forzado para anunciar la salvación a todos los confines de la tierra (estaban demasiado ocupados en sus Reinos como para desplazarse en camello siguiendo a una estrella, ellos prepotentes y poderosos para inclinarse ante un pequeño judío…)
Y lo de la familia que huye a Egipto tras revelársele a José –en sueños- para escapar de Herodes…solo hace falta haber volado en avión de El Cairo a Jerusalén –inmenso desierto- para ver la imposibilidad de hacer este trayecto montados en un burro.
En fin que todo es muy raro. Que hay demasiadas luces, villancicos y apariciones. Que se nos olvida lo fundamental de la memoria navideña que hacemos en estos días: el amor y la ternura de una familia judía que se goza con un nuevo hijo. Niño que se hará mayor y tendrá una experiencia profunda y nueva del Misterio de Dios que le llevará a un proyecto personal y social de humanidad, a un trabajo-ideal de hacer un mundo nuevo más solidario y humano para todos. Niño que desde su adultez nos invitará a colaborar en su proyecto de Reinado de Dios paz, justicia, fraternidad.
Estas deberían ser las verdaderas luces de la Navidad. Las otras las apagarán los ayuntamientos sin habernos hecho más responsables, sin habernos iluminado el corazón.
6 comentarios en «Menos luces, Navidad…»
Sí y no, Moncho. Muchas de las cosas que comentas del contexto histórico del nacimiento de Jesús tienen su fundamento. Pero la Navidad de un niño de una familia judía que nace en su casa como cualquier otro niño es una Navidad parecida a un cuerpo sin alma. No me va la vida ni me quita la fe saber que no hubiera mula ni buey. Pero no hay Navidad sin todo lo que los razonamientos históricos quitan de los evangelios. Ni pierde humanidad el que adornemos a nuestro niño Jesús en nuestros belenes con pastores, reyes magos y estrellas. Sin magia, ilusión, luz, milagro… no hay vida, no hay esperanza. Solo certezas históricas que nos dejan fríos. Y en Navidad ya hace frío suficiente como para que añadamos más aún.
Muy interesante los argumentos, ciertamente tantas luces desenfocan la esencia de la Navidad
Me ha
Me queda inquieta pero segurade lo sentido, el NIÑO DIOS, es la encarnación de un camino que viviendolo, hará a la humanidad felices. Porque el AMOR lo cambia TODO.
Es una pena leer a curas que, en vez de interpretar las Escrituras en sintonía con la tradición y la fe de la Iglesia, asumen acríticamente la exégesis racionalista y falsa de algunos estudiosos protestantes…
Gracias por esta sublime incitación a la reflexión tan necesaria en estas fechas. Prueba de dogma y fe. Daría para horas de debate y diálogo. Ahora, a esperar la llegada de los Reyes Magos. O no.