Enrique Cabero, presidente del Consejo Económico y Social de Castilla y León (CES), realizó la ofrenda floral a la estatua de Miguel de Unamuno. Estuvo acompañado por el alcalde de Salamanca.
Salamanca homenajea cada 31 de diciembre al exrector de la Universidad de Salamanca, filósofo, intelectual y político Miguel de Unamuno, con motivo de su fallecimiento, acaecido hace 87 años y, en esta ocasión, con referencias al centenario de su destierro a Fuerteventura.
El tradicional acto fue organizado por la Asociación de Amigos de Unamuno por noveno año consecutivo, estuvo precedido por una recepción, que tuvo lugar en el Salón de Recepciones del Ayuntamiento, con presencia del presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y el rector de la Universidad de Salamanca, Ricardo Rivero.
Es tradición que se dramatice un pasaje de la vida de Miguel de Unamuno. En esta ocasión, titulada ‘Unamuno frente al Directorio y destierro’, con guion dramatizado de Francisco Blanco Prieto y representado por Elena Díaz, Luciano de Dios, Javier Martín, Pilar Hernández, Luis Gutiérrez, Félix Nieto, Purificación García. También intervinieron para presentar el acto y anunciar la ofrenda Román Álvarez y Antonio de Miguel.
La Banda Municipal de Música, bajo la dirección de Mario Vercher, fue la encargada de poner la nota musical al evento. En concreto, interpretaron, antes del comienzo del acto, ‘Trisch–Trasch-Polka’ de Strauss; ‘Danza húngara nº 5’ y ‘Danza húngara nº 6’ de Brahms y ‘Por tierras charras’ de Maestre. Durante el transcurso tocaron ‘Ammerland’ de De Haan, ‘Salamanca la Blanca’ de Maestre y el himno nacional de España. Y para finalizar interpretaron ‘Cabalgata real’ de Garrigos y ‘Feliz Navidad’ de José Feliciano.
Al concluir el acto, entre los presentes se repartió la publicación ‘Paseando con Unamuno por Salamanca’, de Francisco Blanco Prieto, y una postal con una fotografía de Cándido Ansede, cedida por la Casa-Museo Unamuno de la Universidad de Salamanca, en la que se ve a Unamuno asomado con su familia al balcón de la casa de su vecina Pilar Llorente, en la calle Bordadores, a su regreso del exilio.