La obra salió a contratación y fue adjudicada, pero tuvimos mala suerte. Palacín cesó y su sucesor, de malas maneras, renunció al proyecto del museo. Julián Lanzarote retomó el asunto, y con la familia Gómez Planche construyeron el museo en el barrio de San Nicolás, en el solar de una antigua fábrica. El destino es a veces tozudo. Hace unos años la familia Planche me propuso ser miembro del patronato del museo. En las reuniones me gustaba recordar con Demetrio los avatares de los inicios de la idea. En mi memoria tengo el recuerdo de una visita a Caramulo, Portugal, donde se encuentra una de las colecciones de coches antiguos más importantes del país vecino. Esta colección privada nos sirvió de modelo para lo que queríamos hacer en Salamanca.
Con motivo del primer centenario de la Plaza de Toros de la Glorieta se celebraron diversos actos taurinos y ciudadanos. El coso de Salamanca es uno de los más bellos de España. Realizado en pleno auge de la arquitectura del hierro, su factura rinde tributo a este estilo. Para celebrar el centenario, la empresa dio un lavado de cara a su ajada estructura, pintó y arreglo algunos de los desperfectos. El Ayuntamiento contribuyó a la conmemoración con dos aportaciones emblemáticas: la urbanización de la Plaza de la Glorieta y la apertura del Museo Taurino.
El museo era reclamado cada año cuando llegaban las ferias y fiestas por las distintas peñas taurinas de la ciudad y provincia. No se entendía que la tierra donde se encontraban el mayor número de ganaderías bravas y que había dado grandes figuras del toreo no tuviera un museo donde exponer todo lo referente a la fiesta nacional. Eusebio Cembellín, presidente de la Federación de Peñas Taurinas de la Provincia de Salamanca, “Helmántica”, me visitó para pedirme el museo. Comenzamos a trabajar en la idea. Se barajaron dos lugares, unas dependencias de la Plaza de Toros que se desecharon por considerarlas alejadas de los itinerarios turísticos, y los bajos de las recién rescatadas dependencias municipales en Doctor Piñuela.
Cuando visitamos los bajos de la Plaza Mayor quedamos gratamente sorprendidos por las bóvedas en ladrillo y los lucernarios, merecía la pena instalar en este lugar el museo para que los visitantes pudieran ver el contenido y el continente. La inauguración del Museo Taurino fue una fiesta. Estaban en Salamanca los duques de Alba, Cayetana y Jesús Aguirre, les invitamos a acompañarnos y aceptaron. Luciano Pavón, Felicísimo Mesonero, Jesús Rodríguez, Tomás Nicolás Martín, Juan Peña, Millán Sagrado, David Álvarez, Primitivo Sánchez, Ángel Gómez y Antonio del Castillo junto a Eusebio Cembellín fueron los artífices de esta aventura.
Nos pusimos a trabajar a destajo. La peña pidió piezas para exhibirlas a los toreros y ganaderos de la tierra. Fueron tantas las donadas que el museo quedó saturado casi de inmediato. Capas, capotes, banderillas, espadas, cabezas de toros famosos y cientos de trofeos se exponen en el único museo que Salamanca posee en la Plaza Mayor, lugar donde en la antigüedad se celebraban las corridas de Toros, la última con motivo de la Feria Ganadera de 1992. Corrida Goyesca que tuve la suerte de contemplar desde el balcón del Ayuntamiento. Santiago Martín “el Viti”, Julio Robles y “El Niño de la Capea”, entre otros muchos donantes, lograron que el museo exhibiera desde el primer momento muchas piezas para ser admiradas por los aficionados. Julián Lanzarote le puso la proa, como también lo hizo con la Casa Lis y el Museo de Historia de la Ciudad. Fue reduciendo el espacio, primero les quitó el salón de actos y después les cortó la sala abovedada con la disculpa de construir un ascensor. Pero al igual que Pedro Pérez Castro con el museo Ramos Andrade, Cembellín y los suyos resistieron y mantienen abierto todos los días el museo más céntrico de la ciudad.