Von Der Leyen nos habla estos días a los europeos de «los amigos de Putin» para precavernos y protegernos de sus insidias («antieuropeas»), al mismo tiempo que consiente y abraza como socios a algunos amigos de Putin y enemigos de Europa. Un trabalenguas.
Porque además ese consejo de precaución contra tales extremistas antieuropeos contrasta con la asimilación de parte importante de su ideario y de sus propuestas políticas, sin duda extremistas y muy peligrosas, tanto en lo que se refiere al cambio climático y el medio ambiente, como en lo que se refiere a la inmigración y el respeto de la democracia y de los derechos humanos.
Y esto no por el convencimiento sobrevenido de que tales propuestas extremistas, que tanto recuerdan en algunos aspectos fundamentales al ideario fascista, sean positivas o razonables, sino de cara a la consecución de un buen resultado electoral en el corto plazo.
El razonamiento es el siguiente: dado que la potente maquinaria propagandista de la derecha y la ultraderecha (jugosamente financiada) han conseguido engañar y embaucar a un buen número de votantes europeos sobre el origen de sus males (muchos han olvidado que la estafa financiera de 2008 fue un gran mal que aún persiste en sus mecanismos y efectos), conviene amoldarse y participar en el engaño a los votantes, antes de que esos votantes nos dejen de votar, se dice a sí misma cierta clase política europea que del cordón sanitario a los enemigos de Europa y la democracia ha pasado sin demasiados escrúpulos a abrazarlos e imitarlos.
Pero claro, también está la guerra de Ucrania, y conviene seguir señalando con el dedo, pese a todo, a los «amigos de Putin», para rechazarlos estratégicamente (serían algo así como traidores a Europa en la actual contienda) al mismo tiempo que se cede y se van asumiendo sus mensajes políticos. O sea, un lío monumental.
¿Y quiénes son los amigos de Putin?
Pues esta es una pregunta cuya respuesta es bastante compleja y puede entrar en contradicciones insuperables, porque podría afirmarse, prima facie, que Trump es amigo de Putin, al mismo tiempo que Milei y Abascal son muy amigos y forofos de Trump, o incluso Ayuso intenta imitar y copiar en todo lo que da de sí, que no es mucho, al expresidente golpista de USA, el cual tiene gran experiencia en el delito financiero y económico, es demagogo sin complejos (de esos que desprecian a su auditorio), e impulsor de un golpe de Estado en el escenario del Capitolio estadounidense, evento que ha marcado un antes y un después en la Historia de ese país.
Y ya saben aquello de los amigos de mis amigos… Etcétera.
Frente a todo aquello que se da por supuesto de la democracia, la herencia griega, y la influencia del cristianismo (el original y no el falsificado en los ámbitos del poder) como conformadores del concepto de Europa, se tuvo claro también durante mucho tiempo que su opuesto y enemigo radical cristalizó momentáneamente bajo la égida bárbara y transitoria del fascismo y el nazismo en cuanto enemigos conjurados de la dignidad humana, de la democracia, de la razón (y por tanto de la herencia griega), y del mensaje cristiano, cuya enseñanza más evidente e importante gira precisamente en torno a la dignidad humana y la solidaridad.
Lo sorprendente es que ahora, algunos sedicentes defensores de Europa consideran buenos socios a algunas formaciones políticas herederas de aquel fascismo y trufadas de neonazis.
¿No acabará una estrategia política tan incoherente dándose un batacazo monumental cuyos efectos secundarios para Europa no es posible prever del todo?