El hornazo forma parte del ADN de los salmantinos y el color de nuestra sangre es hornaceado. Los salmantinos distinguimos empanada de hornazo. Pero, que los charros aprendamos a decir hornazo antes que empanada, lo cierto es que en los libros, el hornazo salmantino tarda mucho en aparecer impreso, su hermana la empanada ya estaba presente en la literatura del siglo XV.
Así, Santiago Juanes en su conferencia El Hornazo en el Casino informa que la empanada ya aparece en el Manual de mujeres del siglo XV y era y es un espléndido método de conservación de alimentos, como el bocadillo, al igual que aparece en el Libro de Coch, de Ruperto de Nola, en 1520.
Hornazos, horneados, dorados como lingotes de oro tenemos que irnos al siglo XX y a lo escrito por Luciano González Egido, en su libro Las raíces del árbol: ‘Cuando (el hornazo) se saca del horno la masa dorada y se deja enfriar, nada pertenece a la mente humana. Todo sobrepasa cualquier planteamiento racional. Todo entra en el reino de la magia. Al salir del horno el hornazo ha adquirido el dorado tentador y crujiente de los manjares cardenalicios. Sólo queda entregarse a la delicia de su consumo…’.
No es el único autor que se inspira en este manjar. Así, lo recogió Juanes en su conferencia y el propio refranero: Pascua de Flores, tiempo de hornazos.
Las guías gastronómicas
Entusiasta de la cultura gastronómica y de Salamanca, Santiago Juanes contó en El Casino que en 1929 se publica la primera guía gastronómica española de la mano de Dionisio Pérez, alias Post Thebussen, confeccionada a partir de colaboraciones de figuras locales que aportan sus conocimientos. En el caso de Salamanca es el director de El Adelanto, Mariano Núñez Alegría, que se despacha así con el hornazo: ‘Plato típicamente de la ciudad de Salamanca es el hornazo, que es una especie de torta de Pascua, hecha de pasta de pan o de hojaldre, como una gran empanada en la que dentro se coloca chorizo, jamón, huevos cocidos y hasta trozos de aves. La particularidad es que se come tradicionalmente el llamado Lunes de Aguas, o sea, el lunes siguiente al de Pascua de Resurrección, día que si hace buen tiempo todas las familias salmantinas meriendan en el campo’.
“Ya tenemos al hornazo, tal y como lo conocemos hoy, en el Lunes de Aguas. Estamos a principios del siglo XX”, puntualiza Santiago Juanes en su conferencia.
En 1930, Enrique Esperabé de Arteaga, en su libro Salamanca en la mano, deja claro que el hornazo salmantino es lo que todos aquí tenemos claro qué es: ‘Unos y otros, señores y plebeyos, hacen honor al clásico hornazo, un pan grande, de elaboración especial, relleno de jamón, chorizo, carne o huevos duros’.
Todo un premio Nobel, Camilo José Cela, citaría en ese siglo XX al hornazo en su libro Cajón de sastre al escribir: ‘Tras la tempestad del calderillo vino, para que nada faltare, la galerna de hornazo, el pan que levanta muertos y mata vivos, precursor de la calma chicha del derrotado, del hombre que llega al postre sin poder hablar y teniendo que hacer acopio de todas sus fuerzas y de sus resoplares para toda la digestión’.
El hornazo sí, pero no el salmantino
Santiago Juanes aseguró que la literatura se ha hecho eco del hornazo, pero no del nuestro sino de aquel que citaba Tirso de Molina: ‘los hornazos de güevos que dan por Pascua’”’ o aquel otro de Lope de Vega en Peribáñez: ‘Eres entre mil mancebos hornazo en Pascua de Flores con sus picos y sus huevos’. Nuestro Nebrija hablaba de hornazo de huevos y Juan Valera en Doña Luz de ‘chocolate con hojaldres, empanadas y hornazos’.
·Menos mal que Matías García, el llamado ‘cura poeta’, en su libro El país charro escribió: ‘En las casas de los ricos/ Qué empanadas me sirvieron / Empedraditas de lomo / Estrelladitas de huevos’. «Esto ya nos suena más», concluye Santiago Juanes.