Opinión

Turbulencias energéticas

[dropcap]1[/dropcap]960 fue una fecha trascendente en la historia petrolera, pues ese año se constituyó la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, con acta de fundación que se firmó el 14 de septiembre, por cinco Estados miembros: Irán, Irak, Kuwait, Arabia Saudí, y Venezuela. Posteriormente, se integraron Qatar, Libia, Indonesia, Emiratos Árabes Unidos, Argelia y Nigeria. Y en 2007 Angola, en tanto que en 2008 se dio de baja Indonesia. La sede de la entidad se fijó en Viena.

La actitud de los países importadores de petróleo ante las decisiones cartelizadoras que fue tomando la OPEP, se tradujo –fundamentalmente como consecuencia del choque petrolero de 1973, que elevó el precio del crudo de dos dólares/barril en 1973 a 14 en 1974— en la Conferencia energética de Washington, febrero de 1974, de la que nació la Agencia Internacional de la Energía (AIE); como respuesta global asociada a la OCDE, y con sede en París.

En el escenario descrito, la OPEP ha ido perdiendo fuerza ante la ampliación productiva de los países petroleros fuera de ella. De modo que hoy, con una producción mundial de unos 93 millones de barriles/día (cada barril, 159 litros), los Estados miembros de la organización no controlan más de un tercio. En una tendencia de fuerte crecimiento de la oferta, con costes crecientes, de modo que el pico de Hubbert –el máximo de producción petrolera que se alcanzará, para empezar a decrecer después—, va alejándose más y más.

Concretando, buena parte del problema que en el mercado de hidrocarburos se ha originado, se debe al fuerte incremento de la producción de gas y petróleo de esquisto (shale gas, shale oil) que, desde hace un lustro, están contribuyendo decisivamente a recrecer la oferta y generar la bajada de precios en curso. Por la proliferación del fracking (fragmentación hidráulica, en la terminología oficial española), para obtener, con baja inversión y muy rápidamente los dos hidrocarburos principales; en términos muy competitivos con los yacimientos convencionales. Y con fuertes reservas shale en todo el mundo, China ya sueña con una hipotética independencia energética y una autoliberación del combustible más contaminante, que es el carbón.

[pull_quote_left]Buena parte del problema que en el mercado de hidrocarburos se ha originado, se debe al fuerte incremento de la producción de gas y petróleo de esquisto (shale gas, shale oil) que, desde hace un lustro, están contribuyendo decisivamente a recrecer la oferta y generar la bajada de precios en curso. Por la proliferación del fracking (fragmentación hidráulica, en la terminología oficial española), para obtener, con baja inversión y muy rápidamente los dos hidrocarburos principales; en términos muy competitivos con los yacimientos convencionales.[/pull_quote_left]A la abundancia del shale, hay que agregar que muchos viejos yacimientos petroleros que se daban definitivamente por agotados (con aprovechamientos reales muchas veces de no más del 15 por 100 de su contenido real de crudo), están entrando otra vez en explotación. Hasta el punto en que EE.UU., con esas explotaciones revividas y las del shale, se ha aumentado, en cinco años, la producción de crudo; con 20.000 nuevos pozos abiertos en Dakota del Norte y Texas principalmente. Lo que supone un tercio más de producción, para llegar a nueve millones de barriles/día, sólo un millón menos que Arabia Saudí, el máximo productor mundial, todavía. De modo que EE.UU. está consiguiendo el autoabastecimiento, e incluso podrá volver a ser nuevamente una potencia exportadora.

Todo lo que hemos expuesto –junto con la desaceleración del crecimiento de China, Japón y varios países europeos—, explica por qué los mercados energéticos han experimentado en 2014 un cambio revolucionario: el precio del barril (b), el Brent que se toma como referencia en Europa, ha pasado de 115 dólares/b en junio, a 60 en diciembre, con una caída del 48 por 100 en sólo seis meses, y en la actualidad cotiza a 50.

Incidiendo en el tema que nos ocupa, hay que citar también las energías alternativas –solar, eólica, biomasa, maremotriz, geotérmica, incluso un nuevo renacimiento nuclear en China y una vuelta a esa energía en Japón después de Fukushima-2011—, que, de una forma u otra, van restando mercado a los combustibles fósiles. En una tendencia que seguirá adelante, por la política universalmente ya mancomunada de la lucha contra el calentamiento global y en pro de frenar el cambio climático.

Para ir terminando, diremos que la cuestión fundamental ahora radica en cuál será el nivel al que bajarán los precios internacionales del oro negro, con hipótesis de que la cota más baja podría llegar a situarse en 40 dólares/b. Un precio que pondría en pérdida a muchos países productores: en parte a Rusia, también a Irán, y en mayor proporción a Venezuela y a las explotaciones de aguas profundas de EE.UU. y México en el Golfo. Y cabe pensar, igualmente, que las prospecciones y posibles procesos de producción se frenarán en muchos casos: el Atlántico brasileño, extensas áreas de arenas petrolíferas de Canadá, y otras zonas, con toda clase de incertidumbres, con inversiones que actualmente se cifran en 150.000 millones de dólares.

[pull_quote_left]La bajada de precios será buena para los países grandes consumidores e importadores, como sucede con Europa, Japón y China. Pues en principio, se ha calculado (The Economist), una transferencia de beneficios de 1,3 billones de dólares en un año. Pero estando esas tres áreas muy conectadas a los grandes exportadores, que sufrirán la baja de precios y la disminución de sus recursos, a la postre habrá una fuerte caída de demanda, que acabará perjudicando a los que hoy ven alegremente el hundimiento de las cotizaciones del barril.[/pull_quote_left]Desde el enfoque macroeconómico, el análisis inmediato revela que la bajada de precios será buena para los países grandes consumidores e importadores, como sucede con Europa, Japón y China. Pues en principio, se ha calculado (The Economist), una transferencia de beneficios de 1,3 billones de dólares en un año. Pero estando esas tres áreas muy conectadas a los grandes exportadores, que sufrirán la baja de precios y la disminución de sus recursos, a la postre habrá una fuerte caída de demanda, que acabará perjudicando a los que hoy ven alegremente el hundimiento de las cotizaciones del barril.

Y hay todavía, en el cuadro macroeconómico general, y particular-mente en el de la UE, otra consecuencia a considerar: con la deflación en curso y la pérdida de exportaciones por la esperable desaceleración de demanda de los países petroleros, tendrá que haber una política económica compensatoria a escala de toda la Unión. Los dispositivos eurocomunitarios, sobre todo dentro de la Eurozona, tendrán que revigorizarse: más acción por parte del BCE con sus políticas de QE (quantitative easing), como lo hizo el Sistema de la Reserva Federal de EE.UU. durante más de tres años. A lo cual habrá de agregarse el impulso de la Comisión Europea al Plan Juncker de 315.000 millones de euros para la inversión.

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