Una estructura sobria y de gruesos muros, imponente y enorme, delicada y resistente a la vez. Aunque podría aparentar no ser merecedor de atención, una visión profunda permite determinar que el Colegio Calasanz de Salamanca no es tan solo un edificio más de la ciudad, sino una joya de arte escondida bajo el polvo de los años, cargada de sorpresas. Así arranca el reportaje que cuatro alumnos de 3º de la ESO, Elizabeth Llibre, Álvaro Alonso, Héctor Blanco y Álvaro Hernández, han realizado sobre el arte que alberga su colegio.
Donde se entrecruzan el paseo de Canalejas y la calle Jardines se encuentra su grandiosa y sorprendente estructura. La soberbia creación es de estilo neorrenacentista y tuvo como arquitecto a Francisco de Gil, distinguida figura salmantina del siglo XX y diseñador de edificaciones tan conocidas como el Hotel Monterrey o el Teatro Gran Vía. Con buen criterio conservó la parte artística del convento que antaño ocupaba aquel emplazamiento, aunque reemplazó las celdas de las monjas y otros espacios para construir las instalaciones de la escuela. El arquitecto, que tuvo la posibilidad de ver su obra acabada antes de su fallecimiento, solía decir que era «la más bella y perfecta de mis realizaciones».
Adentrándose en el colegio, a unos pasos desde la entrada principal, llega la sorpresa al contemplar las hermosas vidrieras que decoran la escalera. Es un conjunto definitivamente cautivador. Fue realizado por el meritorio pintor salmantino Jacinto Orejudo, que formó parte del profesorado del centro. Abarca todos los pisos de la escalera central y narra en varias escenas, mediante colores, figuras y luz, la vida de san José de Calasanz, patrón del colegio. En los pisos inferiores se aprecian episodios referentes a su relación con los niños y la creación de las Escuelas Pías; mientras ascendemos disfrutamos de imágenes de devoción a la Virgen y en los niveles superiores está la vidriera inspirada en un cuadro de Francisco de Goya, La última comunión de San José de Calasanz.
Jacinto Orejudo dejó también su huella en el teatro de la escuela. En sus paredes se encuentran un grupo de pinturas que representan a las musas de las artes escénicas, que dan vida y sentido al salón. Estas pinturas se elevan majestuosas en el recinto proyectado y construido para los eventos lúdicos del colegio y enamoran a estudiantes, profesores y padres. «La primera vez que entré en el teatro de la escuela me colmó un sentimiento muy especial. Es capaz de envolverte con su olor a teatro que oculta anécdotas, con su disposición elegante y precisa y con un aire de misterio que encierra arte entre sus paredes», confiesa la madre de un alumno del colegio.
En el lateral derecho del teatro comienza el viaje hacia el pasado a través de las partes conservadas del convento de Santa María de Jesús, más conocido como las Bernardas. Dicho convento tenía su emplazamiento, desde el siglo XVI, en el lugar que hoy ocupa el colegio. La iglesia fue realizada por Rodrigo Gil de Hontañón y Martín Navarro, ambos partícipes en la construcción de otras renombradas obras de Salamanca. Entre las edificaciones realizadas por el primero encontramos el palacio de Monterrey, una soberbia construcción renacentista. Este talentoso personaje es considerado como uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XVI. Participó en las obras de la Catedral Nueva de Salamanca y en 1538, tras su muerte, se solicitó la colaboración de Juan de Nates para continuar el proyecto.
Uno de los sitios más emblemáticos para todos aquellos que tienen contacto con la institución es el llamado «patio del pino», el antiguo claustro del convento. Sobre este magnífico lugar, comenta Ainhoa, una alumna de Historia del Arte de segundo de bachillerato en el Colegio Calasanz: «Si te fijas, todas las columnas tienen capiteles con figuras distintas, o sea, que no hay dos iguales».
Otro lugar conservado del antiguo convento de las Bernardas es la iglesia. En torno a ella se construyó el centro educativo actual. En ella hay pervivencias del estilo gótico, que se aprecian en elementos como los arcos apuntados y las bóvedas de crucería. Pero al ser renacentista, encontramos detalles novedosos, como la presencia de un cuarto de esfera apoyado en dos veneras. La fachada del templo está hecha en forma de arco de triunfo romano, otro recuerdo clasicista. Entre las columnas se encuentra una hornacina con la Virgen y el Niño desnudo junto a san Bernardo arrodillado ante ella. Está flanqueada por los escudos de Herrera y Anaya.
La cubierta de la nave de la iglesia presenta una interesante unificación. «Antes no era uniforme. En su origen la cubierta tenía dos alturas, la de la nave central y otra distinta, más baja, donde estaba el coro. Esta parte del sobrecoro, que le da una sola altura a la cubierta, tiene un arco que emula ser del siglo XV, pero que hizo en los años setenta con una estructura moderna, revestida con escayola», comenta al respecto Francisco J. Resina, profesor de Educación Plástica y Audiovisual en el centro. Dentro de la iglesia se encuentran tres retablos posteriores a la construcción de dicho edificio, del siglo XVIII, que fueron realizados por Miguel Martínez. Sería más apropiado denominar tabernáculo al central, pues se asemeja a un edificio o construcción y está hecho con el objetivo de colocar en el centro la eucaristía. Además, cabe destacar que solo uno de ellos está bañado en oro, probablemente a causa del elevado coste del material.
Francisco Javier Blázquez, profesor de Historia del Arte de la institución y miembro del Centro de Estudios Salmantinos, comenta, tras preguntarle su valoración personal sobre el patrimonio artístico del colegio: «Es muy importante. De todos los colegios de Salamanca es el que tiene un mayor patrimonio artístico. No vamos a decir que sea el único, porque otros poseen también elementos arquitectónicos o escultóricos muy destacados. Pero el conjunto que tenemos de arquitectura, junto los retablos, pintura y el arte de las vidrieras, que son muy llamativas, es insuperable». Tan sorprendente y atractivo es el patrimonio artístico de la escuela que incluso los estudiantes más jóvenes lo mencionan al preguntarles por su colegio.
El Colegio Calasanz de Salamanca se levanta majestuoso, engalanando el Paseo de Canalejas, pues allí confluyen elementos que armonizan para convertirlo en una hermosa obra de arte.
Por. Elizabeth Llibre, Álvaro Alonso, Héctor Blanco y Álvaro Hernández, alumnos de 3ºC de la ESO.
Fotografías. Pablo de la Peña.
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