Tampoco tiene nada de extraño que en España haya una especial sensibilidad y alerta contra el fascismo. Dentro de los países civilizados de nuestro entorno hemos sido el más tardío en librarnos de esa lacra. Lo hicimos por agotamiento y consunción y ya después de Portugal, nuestros vecinos y casi hermanos de la península Ibérica.
Recuerden que lo más moderno que hubo en los tiempos que precedieron a la segunda guerra mundial (no existía todavía la posmodernidad) fue el futurismo y los futuristas. De ahí salieron los fascistas que nos condujeron directamente a los infiernos del medievo, a Hitler, a Auschwitz, y a todos los desastres de aquel conflicto bélico que terminó con el uso de la bomba atómica. Es decir, fue un viaje de retroceso al pasado más oscuro y salvaje disfrazado de modernidad y futurismo.
Conviene no olvidarlo cuando bajo los maquillajes de la posmodernidad «libertaria» armada de motosierra se intenta un viaje similar a aquel de entonces. Las performances «rockeras» de energúmenos despendolados y siniestros como Milei, o incluso Meloni (veo un vídeo suyo alabando a Mussolini), nos recuerdan bastante a las piruetas de algunos bufones futuristas que acabaron como dictadores o a sus órdenes.
Pero analicemos un poco más el «caso Milei».
Dicen las crónicas que a nuestro país vino de visita el presidente de gobierno de un país amigo y también casi hermano. Durante su visita se dedicó a insultar a diestro y siniestro, y en ese despliegue de insultos fáciles llegó a llamar «ancianitos pelotudos» a las personas que murieron desasistidas en las residencias de Madrid. Debido a ese logro de mortandad evitable, dice que él nombraría a Ayuso ministra de sanidad. Este sujeto, que aquí tiene admiradores como Santiago Abascal y Díaz Ayuso, también despreció a los niños con cardiopatías congénitas de su país y obró en consecuencia.
La posmodernidad y el futurismo liberticida de este fantoche nos recuerda mucho al totalitarismo eugenésico del nazismo de los años treinta. Conviene recordarlo y tenerlo en cuenta.
En otro orden de cosas, era previsible que Felipe González, en su deriva patética y reaccionaria, acabaría en un programa de la telebasura política de entretenimiento como «El Hormiguero».
Como suele hacer, González aprovechó la ocasión para dar lecciones a todo el mundo. Sin duda es un referente por varios motivos: fue el responsable de convertir al PSOE en un partido neoliberal al servicio de los intereses de la plutocracia. Expresó, como buen discípulo, su admiración por Margareth Thatcher. Fue también uno de los responsables de la normalización de la corrupción política y económica en nuestro país, y a título personal hizo uso de las puertas giratorias. Colaboró servilmente y de forma antidemocrática en la ocultación de la corrupción de nuestra jefatura del Estado en tiempos del rey demérito.
La falta de transparencia democrática en nuestro país no nos permite -de momento- conocer a fondo su implicación en el terrorismo de Estado y en el golpe del 23F. Nuestros secretos oficiales son también de resolución tardía. Contemporizó con varios de los intentos golpistas en Hispanoamérica.
Con esos antecedentes, es lógico que en «El Hormiguero» le contraten para dar lecciones de buenas prácticas.
Y luego surge espontánea la pregunta del millón: ¿Por qué Pedro Sánchez sigue ahí y recibiendo el apoyo que recibe?
Algunas explicaciones:
Ha sabido entretejer alianzas transversales que de momento nos han librado de la embestida reaccionaria.
Ha superado con aceptable habilidad y meritorio esfuerzo crisis severas que casualmente se arremolinaron durante su mandato: una pandemia trágica y mortífera, un volcán, una situación económica muy cruda, y una crisis catalana de las que marcan nuestra Historia. También ha tomado decisiones valientes y en minoría sobre asuntos que competen a la legalidad internacional y los derechos humanos (Gaza).
Pero probablemente de donde recibe un mayor impulso el actual presidente de gobierno es de la catadura de algunos de los que le atacan, y de lo espantable de esta oposición que nos ha tocado en suerte.
6 comentarios en «Recuerden»
Si me dan a escoger me quedo sin ninguno.
Toda la razón. Lo de Felipe González es absolutamente tal cual. De hecho en alguna ocasión ya se le escapó que pudo haber acabado (con una bomba) con la cúpula de ETA y no lo hizo, o sea que ¿alguien tiene dudas de quién era el jefe de los GAL?
Y también dijo que se aburría en las reuniones de los consejeros de Gas Natural, que lo mismo dejaba de serlo. Tapando todas las escapadas del demérito y riéndole sus gracias, sin informar a los ciudadanos de la desvergonzada vida que llevaba. Claro somos súbditos de los 2..
¡Pueblo sumiso el español…
Que el diría Isidoro ?cual seria la reacción m
Que el diría Isidoro ?cual seria la reacción m
que daño hacen en la sociedad estos pobres idos ha MAS pobre diablo
No hay gente más avisa que los conversos. En «Mazurca para dos muertos» del ínclito camilo José Cela se describen las quince características del Hijo Puta. Pues eso, que deberíamos repasarlas de vez en cuando.