«El partido del siglo» es una expresión bastante desgastada por su excesiva repetición, o sea por el abuso de su hipérbole, con la consecuencia de que dicha hipérbole, de tanto roce, se ha vuelto un tanto chata, insignificante y carente de impacto.
Si hubieran sido solo 2 o 3 los «partidos del siglo», aún conservaría esa expresión cierta frescura, cierta credibilidad.
Algo de esto parece encerrar la moraleja del cuento infantil de «Pedro y el lobo» respecto a la excesiva repetición de una advertencia de peligro: «Que viene el lobo». La cual repetida en demasía y sin que el lobo se presente, pierde eficacia de convocatoria para la alerta.
Teniendo todo esto en cuenta ¿Podríamos hablar ahora de las «elecciones del siglo» (al menos en Europa) en relación con las elecciones del próximo 9J?
¿Hubo otras «elecciones del siglo» (por lo que se refiere al ámbito europeo) que alberguen una importancia o un significado similar? ¿Por ejemplo aquella que abrió la puerta a Hitler camino de la dictadura nazi? ¿Por ejemplo (y ya en otro ámbito geográfico y político) las próximas elecciones en USA, con la posibilidad de que un delincuente convicto, que ya promocionó un intento golpista, se haga de nuevo con el poder presidencial y que, gracias a la parasitación fácil de la justicia, este poder pueda llegar a ser absoluto?
Queremos suponer que a estas alturas todos los progresistas y demócratas europeos sabemos lo que nos jugamos en las próximas elecciones del 9 de junio, y también lo que está en juego en las elecciones de USA.
Y no es sólo qué hacemos con esta económica trucada, amañada, que va parasitando y suplantando nuestra democracia al mismo tiempo que destruye nuestros servicios públicos y nuestro Estado del bienestar, o que incluso extiende sus tentáculos hasta la justicia. Se añade ahora un elemento nuevo que suele traer siempre en la faltriquera la plutocracia en momentos de confusión, pero sobre todo en aquellos momentos en que se ve fuerte, con las manos libres, sin barreras ni obstáculos que la frenen: la opción de ir ya y sin perder más tiempo a soluciones autoritarias, de fuerza, xenófobas, racistas, y fascistas, para imponer lo que ellos llaman el «modo de vida europeo» y la «civilización occidental».
Esas medidas de fuerza y autoritarias no se pueden descartar porque de hecho esas opciones, que suelen ser la antesala de la dictadura, se presentan a estas elecciones a cara descubierta. Ya no necesitan disimular.
Efectivamente, muchos sabemos, porque lo recordamos (a pesar de la desmemoria patrocinada), que todos estos discursos de salvamento de la «Civilización occidental» son discursos viejos y falaces que sirven de máscara y disfraz, y lo que persiguen los que los utilizan en falso son objetivos criminales. Ya Hitler y los fascistas hablaban en su tiempo de salvar la «civilización occidental» y del peligro «oriental», que por aquel entonces identificaban con los judíos y la conspiración judeomasónica, y ahora lo hacen sus herederos con la inmigración o el Islam. El caso es tener siempre un chivo expiatorio (e inocente) a mano sobre el que descargar las propias culpas, y una excusa para llevar a cabo sus propósitos de control y dominio.
Para aquel discurso falaz e impostado del salvamento de la «civilización occidental» o del «modo de vida europeo» a manos de los nuevos cruzados (muchos de ellos delincuentes), no se tuvo en cuenta lo que pudieran haber contribuido a esa civilización ciudadanos como Spinoza, Montaigne (cuya madre era de origen sefardí), Freud, Einstein, Stefan Zweig, Kafka, o Marcel Proust.
El caso es que aquel salvamento hitleriano y fascista de la «civilización occidental» derivó muy pronto, una vez caídas las máscaras, en los campos de concentración y en las cámaras de gas para la implementación del asesinato industrial.
Para orientarnos y no perdernos en este juego de engaños conviene tener claro por ejemplo que la película «El gran dictador», de Charlie Chaplin, prohibida en España durante toda la dictadura franquista, ha hecho más por la «civilización occidental» que todos los discursos de Hitler y Franco juntos.
Por tanto y volviendo a la cuestión:
¿Serán estas elecciones europeas tan importantes y determinantes que merezcan el calificativo de «Elecciones del siglo»?
Pues lo único que podemos decir de momento es que aún no lo sabemos. Depende de lo que salga de ahí y de su efecto a largo plazo.
Por ejemplo, que las elecciones alemanas de 1933 que abrieron la puerta a Hitler y al nazismo fueron sin duda las «elecciones del siglo», lo supimos a posteriori, por la larga y extensa lista de desgracias y crímenes que acarrearon esas elecciones no solo en Europa sino a nivel mundial.
¿Pero qué nos jugamos exactamente en estas elecciones europeas del 9J?
Varias cosas y todas ellas muy importantes:
Que nuestro futuro sea democrático, o sea nos jugamos la libertad y la soberanía democrática frente a la plutocracia y el fascismo recuperado.
Que nuestro futuro sea verde, o sea que haya futuro o no lo haya.
Que nuestro futuro sea más social, o sea que el futuro sea en la medida de lo posible equilibrado, sostenible, y pacífico. Sin duda y si nos atenemos a estas cuestiones en juego, esta será una de las «Elecciones del siglo».