Europa es un término polisémico: por una parte, significa “heroína”, por otra “espacio geográfico”. Los expertos no se ponen de acuerdo si fue la heroína quien dio nombre al territorio o, a la inversa, si fue la región la que dio el nombre a la heroína. Europa surge como un mito con más de tres mil años de antigüedad en una realidad geográfica variable.
El término fue acuñado inicialmente en la antigua Grecia. Los escritos de Heródoto interpretan Europa como un continente extendido, una unidad geográfica, étnico-cultural, cuyos límites territoriales se desconocían más allá de la península helénica. En el mundo romano surge una noción de Europa con un sentido geográfico mucho más amplio y definido, aplicado a la incipiente identidad vinculada a los territorios europeos del orbe romano.
El mito del Rapto de Europa se popularizó en Roma gracias a Ovidio que en su libro Metamorfosis traspasa el imaginario griego a Roma y, desde entonces, ha sido objeto de múltiples descripciones literarias, interpretado por historiadores y filósofos y representado por numerosos artistas de todos los tiempos, desde Rubens o Tiziano hasta Picasso o Fernando Botero.
El cuadro de Tiziano, pintado en torno a 1560, se encuentra en la colección permanente del Museo Isabella Stewart Gardner de Boston. La historia proviene de la mitología griega y describe cómo Zeus, el rey de los dioses, se enamora de Europa, una hermosa princesa que estaba en la playa recogiendo flores; Zeus se transforma en un majestuoso y poderoso toro blanco para acercarse a Europa sin asustarla y Europa, encantada por la belleza y mansedumbre del toro, se monta en su lomo. Tiziano representa a Europa con un gesto de sorpresa, tratando de mantener el equilibrio mientras se agarra con una mano al toro y extiende la otra en un intento de resistirse al rapto. Zeus lleva a Europa hasta la isla de Creta, donde le revela su verdadera identidad y la hace su consorte.
La semana pasada se han celebrado las elecciones europeas cuyos resultados han sorprendido desagradablemente a los europeístas confesos por el avance de las fuerzas políticas euroescépticas de extrema derecha. Por otra parte, la abstención se ha situado en torno al 50%, es decir la mitad de los europeos se desentiende del presente y del futuro de Europa. Los resultados posiblemente reflejan la deriva de una Europa que, para muchas personas de mi generación, representó la ilusión de incorporarnos a una sociedad democrática, con mayores niveles de justicia social, que se conformaba como la Europa del bienestar.
Aquella idea aspiracional, posiblemente más utópica que realista, se ha diluido con el paso de los años por la deriva de las instituciones políticas europeas, hasta tal punto que desde hace años la idea dominante en la opinión pública de los españoles en particular, y de los europeos en general, es que la Europa de los ciudadanos se ha transformado en la Europa de los mercaderes y su capital Bruselas es el epicentro de lobbies económicos multinacionales mucho más que una representación política de las aspiraciones de bienestar de sus ciudadanos. Estas elecciones reflejan el rapto de los valores fundacionales de la Unión Europea.
En los últimos años, como consecuencia de los conflictos bélicos que han sucedido en Europa desde la guerra de los Balcanes, y cuya última expresión es la guerra de Ucrania, la Comisión Europea traslada a sus ciudadanos que hay que prepararse para la guerra, generando un clima belicista con implicaciones sobre el propio modelo europeo, preparando a la población inicialmente, para incrementar los gastos de defensa, lo que significará inevitablemente recortes en los presupuestos sociales destinados a educación, sanidad o vivienda por ejemplo, y por tanto una disminución del bienestar de los ciudadanos y quizás, más adelante, para una movilización bélica de los jóvenes europeos previa reintroducción del servicio militar obligatorio.
Esta deriva de una gran parte de la clase política europea se enmarca en el clima de tensiones geoestratégicas generadas desde poderes políticos y económicos cuyos centros de decisión están situados mucho más allá de nuestras fronteras. El Rapto de Europa, de Tiziano, presenta similitudes con la situación actual de Europa: muestra un mar agitado con grandes olas, un cielo nublado y a lo lejos en la costa se observan figuras humanas que parecen ser testigos del rapto, pero que no pueden intervenir.
En el fondo, Europa ha sido, es, y tiene que continuar siendo, una forma de pensar, actuar y vivir, el centro del pensamiento y la cultura occidental, un territorio en constante trasformación y proyectado hacia el futuro: señala Zygmund Bauman que Europa es una “aventura inacabada”, o en palabras del humanista europeo George Steiner: “un café repleto de gentes y palabras, donde se habla, se discute, se reflexiona y se practica la tertulia civilizada”. Los resultados de estas elecciones traducen el rapto de los valores fundacionales de la Unión Europea. Europa debe encontrarse nuevamente a sí misma y reconstruir su propia identidad o no será nada.
Una última reflexión: no deja de ser paradójico que, precisamente la interpretación artística más sublime del Rapto de Europa, la pintada por Tiziano, se encuentre en un museo de los Estados Unidos de América, una perfecta analogía de la situación actual de la princesa Europa.
Miguel Barrueco, médico y profesor universitario.
@BarruecoMiguel
1 comentario en «El Rapto de Europa»
Qué bien se explica Miguel Barrueco.
Qué bien documentado y trabajado el tema Europa.
Seguro que «otro gallo nos hubiera cantado» si él se hubiera metido en política. Hubiera conseguido el liderazgo de Europa e irían las cosas mejor.
Yo me siento como los espectadores del cuadro de Tiziano: no poder hacer nada. Ahora bien, yo sí he votado, y he votado europeísmo.