De paseo por el Oeste, el SoHo salmantino

Paseamos con Pedro Blanco, pintor autodidacta, por el barrio del Oeste, donde los nombres de las calles invitan a sumergirte en las bellas artes
Pedro Blanco paseando por una de las calles del barrio del Oeste.

Quedada debajo del reloj. Aquí comienzan los paseos domingueros que realizará La Crónica de Salamanca este verano tomando como excusa las obras de los escultores, de los graffiteros o los poetas, para conocer mejor nuestra ciudad y poner en valor lugares o establecimientos singulares.

Ir con Pedro Blanco, pintor autodidacta, por la calle es saludar y saludar. Estuvo detrás del mostrador de la librería Pablos, la más antigua que quedaba en Salamanca, más de cuatro décadas. Frecuentes ‘holas’ ‘adioses’ ‘hasta luego’; los más conocidos le preguntaban por su nueva vida. “No me he jubilado, estoy buscando y disfrutando como nunca”. Deja claro.

“Puntualidad británica”. Fue su saludo al encontrarnos a las 9.00 horas en punto bajo el reloj de la Plaza Mayor. Punto en el que arrancan estos paseos veraniegos. Dirección: Barrio del Oeste, para ver los grandes graffitis con firma de reconocidos artistas urbanos y los que año tras año han hecho de este barrio el de las Artes, porque todas las calles que lo integran tienen en sus trapas o edificios una, dos, tres, diez, veinte… obras de arte urbano, que el tiempo, el hostigo y algún que otro espontáneo hacen que se modifiquen. Es arte, está en constante cambio y en el Oeste participan de ello.

Pedro Blanco con el Gueppetto al fondo.

Recuerda cuando estaba el rastro en la plaza del Oeste. “Creo que la vida del barrio, como lo conocemos hoy, empezó al irse el rastro a entrepuentes. El barrio hizo clic e Inma Cid y su equipo, el resto. Involucraron a la Facultad de Bellas Artes y, con ello, a la Universidad, que parece que vivimos de espaldas a ella”, señala Pedro Blanco.

Es autodidacta y duda que pueda llegar a exponer en Salamanca, porque no hay un contenedor específico, un museo en el centro de artistas únicamente salmantinos. “Conocidos, desconocidos, nobles, estudiantes de Bellas Artes con sus trabajos. ¡Ojo, que se hace muy bien en La Salina!, pero necesitamos más. En mi caso, que es por afición, un día quiero exponer mi obra y no tengo un espacio para ello”, matiza.

Por casualidad, pasamos por Caledonia, un establecimiento de zumos y productos naturales, que tenía ‘tendidas’ obras de arte en una pared. “¿Por qué tengo que buscar sitios privados y que no están destinados a exponer arte –por la luz o la ubicación-? Habiendo palacios, que están vacíos, no podríamos tener un contenedor para esto?”, pregunta.

Pasando por la plaza de la Fuente recuerda que cuando estuvo en Almería le llamó la atención dos cosas: que el alcalde vivía en un palacio, esa era su residencia oficial, y que había un museo con varias plantas donde exponían los artistas almerienses. Además, tenían salas con exposiciones permanentes e itinerantes y también le podías ceder uno de los cuatros al museo, para que éste sirviera como de galerista.

“Con este tipo de iniciativas, que pueden cobrar una pequeña entrada de uno o dos euros, con ello, generas empleo y pones en valor a los pintores locales. Me parece muy bien el DA2, tú quizás vas por tu profesión o porque lo conoces, pero el que viene de fuera tiene que preguntar expresamente por este museo. Vas a la Oficina de Turismo y ni te lo mientan, como tantas otras cosas”, lamenta Pedro Blanco.

Por ejemplo éste: el barrio del Oeste, que aparece en artículos periodísticos, pero el Ayuntamiento no tiene un díptico o tríptico anunciando lo singular, especial y auténtico que es el barrio. Donde te encuentras con obras de arte urbano, la tienda de toda la vida o una terraza en una plaza con mucho sabor.

Recuerda que cuando vendía en la librería libros de turismo de Salamanca, el primer lugar donde los enviaba era a la iglesia de San Marcos. “Con la importancia que tiene para Salamanca, donde Raimundo de Borgoña y doña Urraca, la de León, hicieron la repoblación de Salamanca. Echo de menos que no tengamos a un Raimundo de Borgoña, porque nos estamos quedando… El otro día vi en un cuadro esta frase: Salamanca la blanca, quién no te mantiene, ni los cuatro carboneritos, ni la gente que se va, más que viene. Eso es lo que está pasando. No se pone en valor Salamanca para nada”, se duele Pedro Blanco.

Así, sin más nos plantamos delante del Geppetto, en la calle Juan de Juni. “Para mí es al más”. Quizá porque Pedro estuvo vendiendo cuentos durante años, pero lo niega. “Me parece escandaloso en el buen sentido el término. ¡Es una pasada! La primera vez que lo vi, quedé impresionado. Te lo encuentras y dices: ‘¡Leches!’ Es uno de los más bonitos. Es una obra de Milú Correch”, matiza.

Durante el paseo, nos encontramos con ‘firmas’ de personas que cogen un spray y dejan su ‘sello’. “Tenía que estar penado. Lo que no es normal es que vengan cuatro ‘artistas’ a ensuciar tu fachada. Lo que haría yo, si los cogiera, era obligarlos a limpiar las paredes”, sentencia.

Le gustan las grandes obras urbanas y las pequeñas. Es difícil dar dos pasos sin que Pedro Blanco se pare a mirar con detalle alguno de los ‘cuadros’ por las que se accede a las cocheras. “Mira que finura en los rasgos. ¡Me encanta!”, señala.

Proseguimos el andar y cuenta como en esos momentos valle que tiene cuando pinta, ‘hace muñeca’ y poco a poco va descubriendo en el papel, lienzo o cómo ahora, que está inmerso en la creación de soportes para pintar con pasta de papel reciclado, una obra. Y de repente cambia de tema. “Este edificio, con esta obra, lo engrandece. Me gusta mirarlo. Además, para hacer esto, hay que involucrar a los vecinos y en este barrio están todas a una”. Se refiere a la pintura que está en el edifico que hace esquina entre la calle Papín y Juan de Juni.

Pedro Blanco edificio calle Papín.

Lo que tiene las obras urbanas es que de los defectos de paredes o trapas hacen virtud, como el escoger una cerradura, como punto central de un corazón. Hace referencia a una obra que se llama Rompeolas. “Si le ponemos la canción de Maná, en el Muelle de San Blas… lo bordamos”, bromea.

Pedro Blanco, junto a la obra El Rompeolas.

Se detiene en Las tres marías, en el abrazo, para él es una metáfora del barrio. “Para mí, es que todo el barrio está a la vez y a su abrazo. Es un barrio que está involucrado. Hay obras para todos los gustos”, explica y justo mira para arriba y se encuentra con la jeringuilla. Le sala del alma: “Cuando los barrios no están dinamizados, se cae en el guetto. Aquí, en los ochenta hubo mucho problema de droga. Y ahora, lo han convertido en arte”.

No se cansa de decir que en el barrio del Oeste han hecho barrio. “Todos están a una. Este barrio es muy manejable y hay población”, matiza.

Media vida de Pedro Blanco la ha pasado cerca del corazón de la ciudad, en la Plaza Mayor. Es un gran conocedor del paisaje y del paisanaje que se mueve ahí. No le tiembla la voz al decir que ahora mismo es el peor sitio para montar un negocio, “salvo que sea una de las grandes franquicias o hostelería, porque la población que vive allí está súper envejecida y, en la pandemia, los ensañaron a comprar por internet”, explica.

Concluye el paseo mostrando su admiración por el barrio, porque están involucrado los vecinos en embellecer y hacer únicos los espacios comunes, desde las obras urbanas a ‘abrigar’ a los árboles con ganchillos. Cree que sería un lugar ideal para construir ese espacio para los artistas salmantinos, porque estás en el centro, porque no hay mucho tráfico, es el concepto de barrio que tenemos todos, y “porque aquí no gana –dinero- nadie, por lo que ganamos todos”.

Para ver la fotografías de la galería de las grandes obras del Oeste, sigue la flecha. (Fotografías de Pablo de la Peña)

galería de artistas invitados al barrio del oeste, salamanca  (23)

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