El ideal democrático no tiene rival, pero sus formas concretas de aplicación sí. La democracia es, posiblemente, el menos malo de los sistemas políticos de organización social. Sin embargo, desde la antigua Grecia hasta la actualidad, desde la teoría política clásica hasta la teoría política moderna, existen diversas interpretaciones del propio concepto de democracia y su articulación concreta: desde el republicanismo restringido de Platón, Aristóteles, Adams, Schumpeter, o Dahl entre otros, que proponen que solo ciertos ciudadanos tienen la capacidad, virtud o derechos necesarios para participar plenamente en la vida política y disfrutar de las libertades republicanas (una base filosófica e ideológica que sustenta la organización política de los Estados Unidos) hasta la democracia plena y la igualdad política de todos los ciudadanos, más próxima al ideal republicano europeo.
Aristóteles, en el libro VIII mantiene que “todos los sistemas políticos reconocen ciertos derechos y una igualdad proporcional entre los ciudadanos, pero todos, en la práctica, se separan de esta doctrina”. Muchos de los análisis de ciencia política publicados en las últimas décadas sobre el estado de la democracia advierten como la desvirtuación de su esencia produce una mala valoración por la ciudadanía de las instituciones políticas, fragilidad de las adhesiones democráticas y pérdida de la confianza en los partidos y en los políticos, produciendo desafección democrática (un término popularizado no hace muchos años por Paramio) y una crisis de representación política. La erosión de la confianza de los ciudadanos en sus dirigentes y en las instituciones políticas es uno de los fenómenos más estudiados por la ciencia política en los últimos años.
Desde una perspectiva clásica la consolidación democrática se asocia con la defensa de las libertades, el desarrollo económico, la redistribución de la renta y la reducción de las desigualdades sociales. En las últimas décadas, y especialmente tras la crisis económica, estos objetivos han sido abandonados y diversos autores señalan que se ha producido la transformación de las democracias en oligarquías, lo que supone en sí mismo el fin de la democracia.
La democracia plena no puede reducirse a los procedimientos para la elección de los gobiernos, sino que debe ofrecer mecanismos de participación ciudadana más allá de los procesos electorales para controlar los mismos, posibilitando la participación efectiva de los ciudadanos en la construcción del “buen gobierno”, circunstancias ausentes en la mayoría de los gobiernos autoconsiderados democráticos. Autores como Bobbio cuestionan el futuro de la democracia a través del fracaso de sus promesas; otros autores como Muffle explican que las búsquedas de consensos desfiguran la identidad de partidos y candidatos ante los ciudadanos.
Michels asegura que “el único derecho que el pueblo se reserva es el privilegio de elegir periódicamente un nuevo grupo de amos”. La apropiación elitista de la democracia tiende a separar la universalidad de la condición de electores de su capacidad para influir sobre los elegidos y desvirtúa la democracia. Este tipo de prácticas, muy comunes hoy, alejan a los ciudadanos de sus sistemas representativos y de sus representantes y deslegitiman la democracia.
La regeneración democrática es fundamental para mantener la legitimidad de los sistemas democráticos y para recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones. No es un acto que se resuelva con retoques puntuales sino un proceso continuo que requiere la participación no solo de los gobiernos e instituciones democráticas sino también de la sociedad civil para implementar reformas que promuevan la transparencia, la participación ciudadana, el fortalecimiento de la sociedad civil, la lucha contra las desigualdades y la justicia social.
El equilibrio entre igualdad política y desigualdad económica es la clave de la estabilidad política. Si la política está determinada por los límites de la democracia, los problemas de la democracia son a su vez problemas políticos. ¿Regeneración o refundación democrática?
Por. Miguel Barrueco Ferrero, médico y profesor universitario
@BarruecoMiguel
1 comentario en «¿Regeneración o refundación democrática?»
Estoy perdiendo completamente la fe en los políticos porque en cuanto entran en política la mayoría se corrompen incluso en cuanto entran en algunos puestos de poder ya se cree en Dios y por encima de todo y a todo y a todos pueden pisar