¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
He ahí la pregunta clave, la que todo el mundo se hace. Y para contestarla debemos fijarnos en cuál ha sido el discurso y el paradigma político, económico, y también el relato ideológico, que ha imperado en las últimas décadas.
Solemos quejarnos, con razón, de la proliferación y abundancia de bulos, mentiras, y tóxicos informativos, cuyo objetivo no es ofrecer una visión distinta o alternativa de la realidad, sino oscurecer la realidad, confundirla, y ocultarla.
Esto viene favorecido por los actuales medios tecnológicos y la dinámica de las redes, que paradójicamente surgieron para lo contrario: para facilitar y agilizar el intercambio de información, supuestamente útil y contrastada, o al menos expuesta y compartida con intención honesta.
El poder de esas tecnologías también ha permitido sin embargo hazañas como las de Julián Assange, sacando a la luz información oculta que perfila con nitidez el rostro verdadero y la doble moral de algunos países.
Al hilo de lo sucedido con Julián Assange, leo este titular en El País de 02 jul 2024 :
«La sentencia sobre Trump daría inmunidad por asesinatos, sobornos y golpes de Estado, según las juezas progresistas del Supremo…. Las magistradas expresan en su voto particular “miedo” por el futuro de la democracia tras un fallo que convierte al expresidente en un “rey por encima de la ley”.
¿De qué nos suena esto de «rey por encima de la Ley» a nosotros, en España?
Y el artículo en cuestión sigue hablando de posibles «escenarios de pesadilla» a raíz de la inmunidad que la mayoría conservadora del Tribunal Supremo estadounidense ha otorgado a Donal Trump para la libre y despreocupada comisión de sus fechorías.
Sin duda, con este marco conceptual y legal (un hito más en el hundimiento de la democracia y la justicia) nadie le va a pedir cuentas ni responsabilidades a Trump por haber asegurado, desde su puesto presidencial, que bebiendo o inyectándose lejía se curaba el COVID. Ni tampoco, parece, le van a pedir cuentas por haber promovido un golpe de Estado mediante el asalto -con muertos- al Capitolio de Estados Unidos.
Sin embargo y a pesar de todo esto podemos felicitarnos porque esas tecnologías también ponen al alcance de todo el mundo información abundante, valiosa, y contrastada, para que el que no quiera ser engañado no lo sea.
Existen por ejemplo una infinidad de libros, tanto académicos como de divulgación, conferencias grabadas, declaraciones de premios Nobel de economía, y documentales serios, llenos de datos contrastados, cifras, e imágenes, que nos permiten saber a ciencia cierta cómo se llegó a la estafa financiera de 2008 (ese hito histórico que no detuvo la Historia sino que la aceleró) y a la «Gran recesión», paso intermedio o preámbulo para llegar hasta donde estamos ahora: un momento crítico para la democracia y los derechos humanos, con una desigualdad económica extrema, y donde al auge de la ultraderecha promete profundizar esos males y originar otros nuevos.
Toda esta información sería y contrastada, al alcance de quien quiera informarse, debería bastar para echar por tierra cualquier prestigio pasado del neoliberalismo y la desregulación económica, tal como el extremismo neoliberal la reivindica.
Los delincuentes económicos y financieros (que tanto daño hacen, a tantas personas, y durante tanto tiempo) siempre prefieren que no les regulen ni les controlen sus trampas. Eso ha quedado demostrado.
Pero eso es precisamente lo que han defendido y favorecido algunos políticos e ideólogos del neoliberalismo.
Que la regulación es necesaria, debería ser ya una lección global y universal aprendida por todos.
Pues parece que no. Que los delincuentes siguen saliéndose con la suya, y abundan los políticos dispuestos a no ponerles trabas y de paso beneficiarse del negocio (sucio).
Da grima ver cómo el daño global y persistente que produjeron algunos políticos y financieros prepotentes, inmorales, y sobre todo inmaduros, sigue condicionando e influyendo en los recortes y las precariedades de hoy en día.
La primera advertencia de que el neoliberalismo era nocivo y había fracasado fue la estafa financiera de 2008 y la «Gran recesión» que originó.
La segunda advertencia (y no sabemos si habrá más) es el deterioro imparable del planeta y el auge del neofascismo que ponen (ambos) en grave riesgo la democracia.
Por eso conviene informarse sobre la realidad de los hechos, porque son hechos que pueden evitarse o reconducirse mediante el voto (no perdamos esa esperanza), y hay mucho y bueno donde elegir a la hora de escoger las fuentes de información dignas de confianza.
Por ejemplo, entre los muchos documentales que explican la génesis de la estafa financiera de 2008, hay una película documental estrenada el 8 de octubre de 2010 en Estados Unidos y que puede verse en Netflix: «Inside job».
En su texto de presentación puede leerse:
«Descubre con todo lujo de detalles, la corrupción generalizada y profundamente arraigada en Wall Street que dio lugar a la crisis financiera de 2008».
Y efectivamente el documental cumple «con todo lujo de detalles» lo que promete: informar al que quiera conocer los hechos.
En este documental lleno de datos y cifras, escuchamos frases como «Esta crisis no fue un accidente». Afirmaciones que no solo se enuncian, sino que se demuestran.
Se nos informa también de la sorprendente indiferencia que supone que el poder político en USA -por poner un ejemplo- lo ocupasen Reagan, Bush, o Clinton (republicanos o demócratas) a la hora permitir que la desregulación ampliara el campo de acción de sus trampas y fraudes.
Aunque este hecho deja de sorprendernos cuando se nos informa también (por si no lo sabíamos) que el dinero de los poderes económicos a los que les interesa la desregulación (que nadie controle sus trampas y fraudes) va a parar por igual y de forma «consensuada» a los bolsillos de políticos del partido republicano y a los bolsillos de políticos del partido demócrata. Un estado de cosas, que podemos definir como de «consenso» en el chanchullo y la trampa, que entre nosotros recibió un nombre: PPSOE.
En este documental didáctico podemos ver claramente quién es el señor «neoliberalismo» y quién es la señora «desregulación», y a qué se dedican.
Otra frase del documental: «Ya no hay nada en lo que podamos confiar», refleja un estado de ánimo que no augura nada bueno para la democracia. Si me permiten una opinión personal que sin embargo espero que no sea minoritaria, creo que este tipo de documentales y trabajos de investigación, merecen una medalla al mérito cívico, mucho más merecida sin duda que algunas de las que va repartiendo Ayuso.