Macetones, brutalismo y culto a lo hortera

De la noche a la mañana han aparecido otros dos macetones en la Plaza de la Constitución, donde ya no cabe más mal gusto
La Plaza de la Constitución con dos y luego con cuatro macetones. Todavía hay sitio en el otro lado de la calle.

Quienes han pensado que llenar el centro de macetones es una buena idea tienen que haber pasado cuatro días en vela corroídos por la duda de si se habrían quedado cortos o no en el lote que le correspondía a la Plaza de la Constitución.

Tras varios días de desvelos han llegado a la conclusión de que, efectivamente, ahí se estaba desaprovechando un espacio que no se podía dejar escapar.

Dicho y hecho. Han llegado los señores con el carromato y, donde inicialmente solo había dos macetones con sus respectivos magnolios, ahora han puesto dos pinos, también en el sentido más vulgar de la expresión, como excusa para pagarle al proveedor otros seis mil del ala. Se han llevado las tres jardineras antisalmantinos que había y en su lugar han dejado su impronta.

Cuatro trastos que, sin duda, proyectan el sentido estético, más de lo que creen, de quienes alumbraron la idea de convertir la zona de bajas emisiones de la ciudad en una zona de bajas pasiones, porque la concepción de la idea y su ejecución se condensan en una horterada de proporciones colosales.

Parece imposible que se pueda convertir algo rudo, pero aparentemente inofensivo como esas macetas gigantes, en un adefesio, porque desentonan en la mayor parte de los sitios donde los están poniendo. Un crío lo haría con más criterio y acabaría con ellas en un parque o en el río.

Qué se puede esperar de quienes plantaron tres mamotretos en la calle Compañía y se fumaron un puro. Como ya nos colaron el cacharro metálico de la plaza de San Benito y nadie se lo afeó, pues ahora han ido a por todas y a por todo. Que acaben con la ciudad de golpe y no nos dosifiquen el sufrimiento.

Una barbaridad estética y cultural, la de Compañía, como la que se está cometiendo, a otra escala, en la Plaza de la Constitución, donde se ha quitado la estatua ‘Náyade’ del prestigioso escultor salmantino Agustín Casillas (o se la han llevado los diez millones de naves de Ganímedes y Raticulín fiu fiu, que nos han invadido sin que nos hayamos enterado) y, para despistar, han puesto cuatro pegotes. Brutalismo desatado.

No están dejando sitio para el mal gusto de las generaciones venideras y eso nunca nos lo perdonarán.

¿Qué será lo siguiente?

8 comentarios en «Macetones, brutalismo y culto a lo hortera»

  1. Y hay algún motivo por el que se haya retirado la escultura y se haya sustituido por los macetones de plástico? Sin más decorativos y elegantes?

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  2. Muy bueno el artículo,sobre todo porque los gigantones adefesios,son innecesarios,inútiles,macarras,y un mecanismo sucio,y pueril,de querer destacar sobre elementos patrimoniales muy equilibrados en todos los sentidos,que solo pueden ser adornados con elementos de su misma talla, naturaleza,material a emplear y no el ser icono a lo zafio,y la desproporción del BOTERISMO,llevado a su extremo absoluto .

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  3. Y hay algún motivo por el que se haya retirado la escultura y se haya sustituido por los macetones de plástico? Son más decorativos y elegantes?

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  4. Nombres y apellidos de los responsables y a la p… calle. Antes de irse que paguen de su sueldo los gastos que han ocasionado a los ciudadanos. Se me olvidaba: nombre de la empresa suministradora… por si acaso.

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  5. Lo siguiente podría ser colocar sevillanas con bata de cola como las que había sobre televisiones en algunas casas pero a tamaño de dos metros por todas las calles.

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