¿Recuerdan esa pesadilla en que sale un tipo con gesto feroz y una motosierra en la mano…?
Pues no la olviden.
Supongo que en orden a tranquilizar y amodorrar a los ignaros, ya que su lucidez y toma de conciencia perjudicaría el negocio, Elon Musk se ha volcado en el triunfo de Donald Trump, negador del cambio climático y defensor de los muy ricos.
Incluso se ha puesto la gorra roja populista cuyo lema reza «América primero», que como muy bien explica Íñigo Domínguez en un artículo reciente, significa que los americanos serán los «primeros» en sufrir a Donald Trump. Luego iremos los demás.
A veces conviene ser los «segundos» y mejor si se olvidan de uno y lo sacan de la lista.
Impacientes sin embargo, algunos literatos y académicos de nuestro país, reclamaban estos días a su manera -es decir esparciendo bulos y generando odio un Trump para nuestro país. Lo cual nos recuerda cuando Alfonso XIII, envidioso del fascismo italiano, añoraba un Mussolini que defendiera su régimen.
Y es esta una diferencia notable entre USA y España, porque allí el trumpismo lo defiende, como personaje sobresaliente, Elon Musk, que desde luego espera sacar tajada, mientras que aquí en España, quienes defienden el trumpismo son algunos literatos y académicos muy famosos y mediáticos.
¿Alguien quiere ser el primero en ofrecer la otra mejilla a la motosierra libertaria que se nos viene encima? Pues adelante, valientes.
¡Por favor! Recórteme a mí primero la sanidad pública, si es que queda algo de esa excrecencia innoble en el extremo de este muñón libertario que vio las glorias de Lepanto.
¡De eso nada! Estaba yo primero y quiero que se me recorte la educación y el servicio de bomberos, porque lo único que se me ha recortado de momento es la pensión, y eso ni es recorte ni es nada.
Quiero morir bien recortado y en medio de las llamas como un protomártir de la revolución. Y sobre todo que los bomberos no acudan en mi rescate ni invadan mi vida privada con su horripilante zumbido de sirenas.
¡Protesto! Habíamos convenido que lo primero que se suprimiría sería el servicio de emergencias, los chiringuitos epidemiológicos, y la predicción meteorológica.
Elon Musk, que aunque chiflado no es tonto, observa todo esto con curiosidad, y mientras colabora con los negacionistas del cambio climático y con Trump como profeta cutre, avanza en sus planes personales para evacuar a toda prisa el planeta en una nave con el lema: «Los magnates primero».
Vean las escenas entre terroríficas y cómicas con que acaba la película «No mires arriba», y sabrán de qué va esta película. Por cierto, esa película en concreto, «No mires arriba», empieza con un símbolo de la modernidad (el muñequito que representa a Carl Sagan como adorno tutelar en un observatorio astronómico) y acaba con una realidad posmoderna y distópica indistinguible de una pesadilla gore. La verdad es que los responsables de esta película, lo han clavado, y a lo mejor ni siquiera son politólogos.
Para entonces, Elon Musk ya se habrá quitado la gorra populista y se habrá puesto un casco brillante de diseño futurista para emprender el vuelo. Sueña de hecho con ser el Adán de una nueva raza extraterrestre.
Los de la gorra roja -lamentablemente- se quedarán en tierra y sin billete para el viaje de huida, que es de clase vip. En la Tierra que ellos -los magnates mangantes y migrantes al espacio sideral- quieran dejarnos como propina. Sin duda será una Tierra un pelín recortada, consumida, y chamuscada, pero es lo que hay y lo que van a dejarnos.
Que Elon Musk está deseando pirarse a Marte y que la Tierra le importa un pimiento, o sea menos que sus negocios, es tan cierto como que nuestra derecha de aquí habría denunciado sin dudarlo cualquier intervención -intromisión- del gobierno de Pedro Sánchez durante la dana ante el Tribunal Constitucional.
¿Los cargos?: los mismos que presentaron durante la pandemia COVID.
En aquel entonces se leían cosas así:
«La declaración de inconstitucionalidad del decreto no generará responsabilidad patrimonial del Estado por la actividad de empresas y comercios que tuvo que detenerse —estos artículos, también recurridos por Vox, han sido avalados en la sentencia—.
Es decir, que para algunos, y en concreto para VOX, la principal preocupación durante aquella catástrofe, con su mortandad descomunal y contagiosa, era y sigue siendo que no se detenga la actividad de empresas y comercios.
Durante una dana como la que hemos vivido, tampoco.
¡No miren arriba!
¡Solo miren la visera de su gorra! Con eso basta para facilitar las cosas.