En pocos lugares se sentirá el peso de la historia como en Ciudad Rodrigo. Desde la Torre del Castillo, oteando la ciudad, la vega del Águeda -domada por dos embalses- y, más allá, la sierra y el camino a Portugal, se nos invita a un viaje en el tiempo, que continúa si caminamos por adarves, callejas solitarias y plazas porticadas. Palacios blasonados nos recuerdan el cacicato que detentó el poder político y la propiedad durante siglos (pero algunos han sido vendidos) … Encoge un poco el ánimo el contraste entre ese pasado imponente y la realidad de un presente más bien deprimido. La ciudad ha perdido un 20 % de su población en los últimos 30 años y probablemente la sangría sea mayor en el conjunto de su partido. Lo que otrora fue soberbia plaza fuerte y rica diócesis hoy es lugar turístico no muy frecuentado, sin obispo propio y con un seminario vacío. Es quizá el destino de las zonas periféricas, lo que me recuerda mis orígenes, la tierra de Burgo de Osma, al otro extremo de la región, también periférica y fronteriza (con Aragón), con su río, sus amplios horizontes, su catedral, su atavismo… y su declive demográfico.
Para hacer hablar esos vestigios y rescatar un pasado milenario sed ha escrito la “Historia de Ciudad Rodrigo y su Tierra”, impulsada por el Ayuntamiento y coordinada por el Centro de Estudios Mirobrigenses, con el apoyo de la Diputación y de Enusa. Su tercer y último tomo -subtitulado “Del siglo XIX al XXI. Patrimonio Cultural y Natural”- fue presentado hace poco y centra la primera parte en la historia contemporánea, desde la Guerra de Independencia (en la que la ciudad tuvo un papel clave) y la segunda en el patrimonio histórico y la cultura.
Colaboran en la obra otros 21 autores, entre los que destacaría a José Ignacio Martín Benito, coordinador de la obra y autor del artículo más extenso, sobre el patrimonio y los bienes de interés cultural. Rafael Serrano García y Ricardo Robledo (este con mi modesta ayuda) dan en sendos capítulos una solvente panorámica general sobre todo el periodo. Juan Tomás Muñoz Garzón (ex alcalde de la Ciudad) escribe sobre la prensa y la literatura en los siglos XIX y XX, así como sobre la Transición a la democracia, y José Luis Puerto estudia la Edad de Plata y lo sagrado y lo profano, esto es, “el latir de la vida tradicional campesina de los pueblos del partido y diócesis mirobrigense”. Hay otros dieciséis artículos, ninguno exento de interés.
Mención aparte merecen las dos colaboraciones de Ángel iglesias sobre el habla de El Rebollar y la represión franquista en la zona durante la guerra civil y los años 40. Ambos son temas en los que viene trabajando hace décadas con la colaboración de Françoise Giraud y sus colaboraciones aquí pueden verse como breve reseña de una ingente labor, hecha con una tenacidad y valentía casi heroicas. En referencia al habla de El Rebollar, se trata de «describir los orígenes del habla, su hibridismo lingüístico, su paulatino declive y los esfuerzos por recuperar sus manifestaciones orales».
Por otro lado, Iglesias muestra atención memorial a las víctimas de la guerra civil y del franquismo, que viene plasmando en multitud de homenajes, intervenciones públicas e investigaciones. Un asunto en el que el mundo académico provincial apenas se ha involucrado y que ha debido contar con el impulso de las familias de las víctimas -el propio Iglesias forma parte de una familia masacrada- y de la Asociación “Memoria y Justicia”. En este campo vale recordar su obra sobre «La represión franquista en el suroeste de Salamanca. 1936-1948” (2016, Centro de Estudios Mirobrigenses), que, por su rigor y su compromiso moral, es una de las mejores sobre este tema, no ya en Salamanca, sino en toda España.
En resumen, nos hallamos ante una obra colectiva de mucho mérito que merece tener proyección mucho más allá del ámbito local en el que aparece.