El oso, el sapo y la hipertensión en el resentimiento trágico de Unamuno

Eugenio Luján Palma, filósofo e investigador del pensamiento de Miguel de Unamuno, analiza 'Resentimiento trágico de la vida', unas cuartillas que Unamuno escribió hace 88 años
Eugenio Luján, doctor en Filosofía e investigador de la obra de Unamuno
Eugenio Luján, doctor en Filosofía e investigador de la obra de Unamuno.

Hace 46 años dejamos atrás una oscura dictadura de casi otros cuarenta que, unidos a los de la sangriente guerra fratricida, suman los 88 que nos separan de un texto preñado de agitadas emociones, y malos agüeros tristemente después confirmados.

Me refiero al Resentimiento trágico de la vida. Espeluznantes pensamientos entrecortados, apenas contorneados por el efímero carboncillo del lápiz de Miguel de Unamuno, que se desangraba sobre desasidas cuartillas, al son del agitado pálpito agonizante de una España en guerra.

Los últimos días de diciembre lo son de festivas reuniones, de balance del pasado y deseos de futuro. También sirven para el recuerdo: y, es aquí, donde entra mi relectura de este siempre desolador texto.

Notas fugaces llenas de dolor, por las brutales certezas que el día a día le iban ratificando. De lágrimas, por el desasosiego de no saber de sus hijos. De terror, implícito a la propia inseguridad física. De pánico, ante los malos augurios que se cernían. “Hace tres meses (escribe el 5 de noviembre en la cuartilla XVII), desde que se desencadenó la galerna esta de locura y odio, la guerra incivil, no sé nada ni de mi yerno y mis dos hijos que en Madrid quedaron. Ni en rigor quiero saber; tengo miedo”.

La causa última de “la galerna esta de locura y odio” la expresa en su primera línea (cuartilla I, p. 29): “El pueblo español se entrega al suicidio”. “Un pueblo no de vividores, sino de moridores”. La explicación la repetirá con diferentes conjugaciones de los mismos términos: “Desesperados y resignados; resignados a su desesperación y desesperados de su resignación”. Porque para Unamuno se necesita de la esperanza para crear el futuro. Esperanza de esperar; pero, una espera activa: trabajando hoy en aquellos ideales que se quieren materializar en el futuro, y que se identifican con actualizar los mejores valores que permitan la convivencia en cualquier sociedad.

De ahí la resignación, que a su vez exaspera: porque paraliza en un presente infructuoso, acatando la fatalidad impuesta, sin capacidad de acción para cambiarla: sin esperanzas. “Se le abren las entrañas; se desentraña, muestra su hechura las malas entrañas, envidia, odio, resentimiento” (cuartilla IV, p. 35). Por eso, hace hoy 88 años, vivía Unamuno y se desangraba en la desesperanza del resto de españoles.

¿Responsables?, ya lo adelanta en la tercera cuartilla: “Entre los hunos y los hotros están descuartizando España” (p. 33) “Unos contra otros por el reparto en vez de unirse en la producción -rendimiento-” (cuartilla IV, p. 35). Abandonada la colaboración mutua, se vivía en el resentimiento: en la inquina al otro, en el odio, en luchar por su aniquilación.

Lo más cruel es que: “No son unos españoles contra otros -no hay anti-España-, sino toda España, una, contra sí misma. Suicidio colectivo” (cuartilla VI, p. 39). O, como lo expresa en los inicios de la cuartilla VIII: “La que los otros llaman la anti-España, la liberal, es tan España como la que combaten los hunos” (p. 43). Es la forma más sintética de definir aquella matanza entre convecinos desesperados, es decir: entre ciudadanos sin ideales colectivos por los que trabajar en aquel hoy. Sin esperanzas como pueblo. Resignados. Y todos, arrebatados por: “La innata necesidad de crearse una conciencia de vencedores” (cuartilla III, p. 33).

La causa remota la encontramos señalada en las cuartillas XVI y XVII: “La gran guerra no la ganaron ni unos ni otros; la perdieron todos trayendo dos barbaries […]. Bolchevismo y fascismo son las dos formas -cóncavas y convexas- de una misma y sola enfermedad mental colectiva” (pp.59, 61).

Situado el problema central del texto, su relectura de este año me lleva a detenerme en la cuartilla tercera, al final. Concretamente en la enigmática frase que, como verso suelto, aparece escrita al contrario del sentido de la lectura al girar la página: “Responsable de la muerte del oso el sapo”; y acompañada de tres números: 129 / 90, 91. Aquí es importante la grafía del manuscrito, porque se aprecian que estos no tienen una continuidad con la frase; y que están dispuestos como agrupados: de tal forma que uno queda solo (129) y debajo de él los otros dos (90, 91). Además, los editores Colette y Jean Claude Rabaté afirman en la nota 29 (p. 32) al respecto: “No hemos hallado ninguna explicación convincente […] Tampoco hemos encontrado una clave política”.

Sabemos que Unamuno calificaba al General Millán Astray de “sapo rijoso”, y que el “oso” representaba en la época a Rusia (también denominados moscovitas, por aquello de la sinécdoque), pero sobre todo al movimiento bolchevique. Por tanto, el sentido de la frase sería que el bando nacional (sapo) cercenó las pretensiones bolcheviques (oso) de influir en la España de la época, por su superioridad en la guerra: donde consiguió sobreponer su fuerza al ejército del Gobierno de la República.

Así, quedaría desvelada la metáfora que encierra esta misteriosa frase, pasando de ser un verso suelto incomprendido, a convertirse en esa imagen que compendia el Resentimiento trágico de la vida. Aunque, como afirma más adelante, en la cuartilla XV (p. 57): “Nos libraron de la majadería moscovita pero que no nos traigan la estupidez católico-tradicionalista española. Y en vez de hordas, rebaños”.

¿Y los enigmáticos números que acompañan? Dado que a día de hoy no ha existido forma de hacerlos corresponder con algún referente bibliográfico, propongo una interpretación más arriesgada. No hay pruebas de ello, pero tiene su lógica. Sabemos que D. Miguel sufría de arterioesclerosis e hipertensión arterial. ¿Por qué no se podrían corresponder, incluso por la manera de distribuirlos en grupos separados y en una esquina de la cuartilla, con una toma de su tensión arterial a finales del verano o el inicio del otoño del 36? Sístole 129, diástole 90, 91. Lo que se correspondería con una presión propia de una persona mayor hipertensa, y sufriente.

Eugenio Luján Palma, filósofo e investigador del pensamiento de Miguel de Unamuno

2 comentarios en «El oso, el sapo y la hipertensión en el resentimiento trágico de Unamuno»

  1. Sin duda Unamuno fue un gran escritor y pensador. Pero a nivel político deja mucho que desear. En ningún momento se puede equiparar al bando de los sublevados con los que defendieron la República y Unamuno, aunque al final de su vida parece que cambió, admitía la posibilidad de un fascismo que no fuera tan bestia como luego demostró ser.

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    • Buenas tardes.
      Gracias por dedicar su tiempo a leer mi artículo, y repensarlo.
      Creo que su respuesta nace de reducir los 5 meses que Unamuno vive ese huracán que supuso para este país la Guerra Civil (provocada por el golpe de Estado fascista), con los prolíficos 72 años de vida (privada y pública) comprometidos en la defensa de las libertades.

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