Ignacio Francia arroja luz sobre el “pionero” Leopoldo Alonso

El primer director de cine salmantino fue “uno de los grandes creadores del lenguaje documental visual del siglo XX”
Filmoteca de Castilla y León/ El fotógrafo y director de cine salmantino, Leopoldo Alonso, durante el rodaje de 'Béjar en fiesta', en 1929.

“Fue pionero de tantas cosas…”. Es frase suspendida en el aire de la directora de la Filmoteca de Castilla y León, Maite Conesa, resume a la perfección el espíritu que embriagaba al inquieto salmantino Leopoldo Alonso (1877-1949), “uno de los grandes creadores del lenguaje documental visual del siglo XX”. Apasionado aviador, abogado arrepentido, prestigioso fotógrafo, periodista, corresponsal de guerra, operador de cámara, cuentista y entregado documentalista, fue ante todo un “hombre de aventura” entregado a mil y una causas que el periodista Ignacio Francia recoge ahora en su libro Leopoldo Alonso y la aventura de la imagen (Filmoteca de Castilla y León, 12 euros), la primera monografía dedicada al primer director de cine salmantino y, probablemente, también de Castilla y León.

César Combarros / ICAL. Su película El Canal de Castilla (1931) fue en 2020 la primera de todo el cine español en conseguir la declaración como Bien de Interés Cultural, y cuando desde la Dirección General de Patrimonio de la Junta se empezó a recopilar toda la información necesaria para incoar ese expediente, en la Filmoteca regional confirmaron que Leopoldo Alonso era “muchísimo más desconocido” de lo que pensaban de antemano.

Ya en los tiempos con Juan Antonio Pérez Millán al frente de la institución, el añorado gestor había intentado sin éxito animar al periodista Ignacio Francia a que emprendiera una investigación en torno al primer cineasta charro. En la preparación de su libro Salamanca en el cine (2009), Francia había recuperado algunas de las menciones que hubo en la prensa de la época cuando se estrenó Salamanca (1929), la primera entrega que Alonso dirigió con su productora Información Cinematográfica Española (ICE) dentro de la serie Estampas españolas, considerada por el periodista como “el antecedente del No-Do”. Sin embargo, “no existían más fuentes a las que recurrir para profundizar, porque los historiadores no se habían ocupado de él”, apunta.

La situación dio un giro inesperado poco después, cuando el sociólogo Javier Alonso Torrens, amigo personal de Francia, leyó Salamanca en el cine y sorprendió al autor al confesarle que Leopoldo Alonso era su abuelo. “Ahí llegó la luz. Fue un punto de partida porque nos permitió encontrar un camino abierto para explorar todo lo que pudo representar aquel hombre”, comenta Francia, que cuando años más tarde comenzó a trabajar en el libro, tuvo acceso a toda la correspondencia que la familia conservaba de los años en los que el abuelo les escribía desde Madrid, mientras ellos estaban en Ciudad Rodrigo.

“Yo sabía que me iba a meter en un entresijo de situaciones, que sería una investigación larga y que era imposible saber por dónde saldría. Antes de dedicarse al cine, Leopoldo Alonso había sido un gran fotógrafo, uno de los ocho o diez fotógrafos más reconocidos de la época, a la altura de los Campúa, Alfonso, Díez Canseco, etcétera, pero ni siquiera sabíamos cuándo y dónde había comenzado a publicar esas imágenes, y había que rastrearlo. Así, buceó entre miles y miles de hojas de semanarios de aquellos años, y entre otras sorpresas pudo encontrar su firma en publicaciones como la revista ‘Summa’, donde publicaban los grandes intelectuales de la época, desde Ortega a Unamuno, pasando por Valle-Inclán o Pérez de Ayala. “Le encomendaron la sección de Deportes, y lo que hizo estaba en consonancia con la altura del resto de personas que allí escribían. Su primera colaboración la dedica a defender la aviación como deporte y demuestra por qué es un deporte. Era un nombre singular y te lo encontrabas en sitios donde a priori nunca pensabas que podría estar”, señala el autor en declaraciones a Ical. 

Francia recalca que Alonso se diferenciaba del resto de grandes fotógrafos del momento por su notable cultura. “Había estudiado Derecho y pudo ser un gran abogado e incluso un gran político, porque su padre consiguió trabajo en el despacho de Maura; pero él buscaba otra cosa y fue así como llegó a la prensa. Luego, con el paso de los años, se animaría a escribir, porque además de cultura tenía mucha fantasía y era muy reflexivo. También tenía esa ironía y ese punto de mala leche que caracteriza a algunos salmantinos”, relata Francia. 

Leopoldo Alonso (1877-1949) y la aventura de la imagen

En su repaso al intenso recorrido vital de Alonso, no puede faltar su entrega a la aviación, una de las grandes pasiones de su vida. No en vano, él fue el primer fotógrafo contratado en nómina por Aviación Española, momento en el cual entró en contacto con un medio que le conquistó. “Él decía que había pasando mucho miedo en el aire, pero también que había gozado enormemente volando y metiéndose por las nubes” junto a pilotos como Alfonso Fanjul, que batió en 1917 el récord de altura en la Copa de Dion Buton, o cuando viajó junto a Ramón Franco (hermano pequeño del dictador) en 1924 en las primeras paradas del vuelo del hidroavión Plus Ultra entre España y Argentina. Sobre esta última aventura, Conesa cuenta cómo le obligaron a bajarse del aparato en Canarias con su equipo de filmación, ya que el avión pesaba demasiado, por lo cual no pudo culminar la hazaña como el resto de expedicionarios.

Tras media vida dedicado a la fotografía, todo cambió para Alonso cuando en 1923 Aviación Española le compró una Parvo para registrar con imágenes en movimiento el raid aéreo entre Melilla, Cabo Juby y Canarias. “Fue entonces cuando vio las posibilidades que le ofrecía el cine para describir el mundo en el que se movía, y la fotografía pasó a ser marginal para él”, recalca, asegurando que sus películas tenían un elemento diferencial respecto a las del resto de cineastas: sus imágenes aéreas. 

De un año después, 1924, data su primer film como director, Un vuelo sobre los Picos de Europa, y en 1925 entró en el cine de ficción de la mano de Fernando Delgado, con quien filmó Ruta gloriosa y La pastora que supo amar. “Enseguida se dio cuenta de que no estaba hecho para la ficción, porque aquello requería una rigidez y serie de condicionantes como la planificación y la búsqueda de financiación que no le gustaban. Él quería algo más aventurero, en la línea de su propia personalidad”, señala Francia.

La madurez que tenía Alonso cuando inició su trayectoria en el cine, ya con 47 años, le hizo crear su propia productora (ICE) en 1929, para la que contrató a reputados operadores de cámara como Agustín Macasoli o Eduardo García Maroto. Gracias al testimonio directo de este último, el libro que ahora ha visto la luz recoge numerosas andanzas de Alonso que hubiera sido imposible conocer de otra forma.

“Alonso había sido un aventuro de la imagen con la fotografía e iba a serlo todavía mucho más en el cine”, apunta Francia, que señala cómo “comenzó a experimentar con los documentales”, dejando una obra que da testimonio de grandes acontecimientos como la Exposición Internacional de Barcelona, la Exposición Iberoamericana de Sevilla, los entierros de la reina María Cristina y de Primo de Rivera, o la proclamación de la República. 

Su intensa filmografía incluye también dos de las tres películas que la Filmoteca de Castilla y León ha restaurado en 35mm a lo largo de 2024: la citada El Canal de Castilla (1931) y Béjar en fiestas (1929), que dan buena fe de la frescura y de la modernidad de su “exquisito” planteamiento narrativo, y de cómo este coetáneo de Giergson o de Flaherty contribuyó junto a aquellos a la construcción del término ‘documental’. “Todos somos herederos de las bases que se sentaron en aquel momento”, subraya Conesa, que subraya que su obra Salamanca fue “el primer documental sonorizado del cine español”.

Según adelanta, el objetivo ahora es presentar Béjar en fiestas en el Cine Doré y que esa película forme parte del ciclo Las filmotecas restauran, emprendiendo quizá después un recorrido por festivales. Desde la Filmoteca de Castilla y León están también en conversaciones con Filmoteca Española para organizar un ciclo con todas las filmaciones de Leopoldo Alonso que se conservan en ambas instituciones, que podría ver la luz en 2025.

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