Opinión

Trump reparte cacahuetes

Trump baila con la Village People. (X)

Me asomo de vez en cuando a Youtube, que es un caleidoscopio gigante y variopinto del mundo globalizado. Uno de esos instrumentos sorprendentes y novedosos que dan forma a nuestra posmodernidad al mismo tiempo que la retratan.

Youtube ofrece contenidos de todo tipo, en multitud de formatos, y a gusto del consumidor. Por ejemplo: entrevistas, documentales, películas (algunas muy antiguas, que en ocasiones son coloreadas), conferencias sobre cualquier tema a cargo de los mayores expertos, y al mismo tiempo espacios personales de influencers ignorantes, fabricantes de bulos (hay muchos), noticias en diferido o en directo, fotos de todos los tiempos y sobre cualquier tema, música de todos los géneros, actuaciones en vivo.. Un auténtico cajón de sastre.

De las ceremonias con las que Donald Trump ha asumido el poder en USA, solo he visto -y ha sido en Youtube- un acto en que el presidente condenado por la justicia y tramposo archiconocido, firma unas órdenes ejecutivas con las que revoca 80 acciones -más o menos- de la administración pasada. Y entre ellas, aquella con la que saca a su país y a sus ciudadanos del acuerdo de París sobre el clima, porque como es sabido, Donald Trump es un negacionista del cambio climático, apóstol apasionado de los hechos alternativos y de la verdad de diseño, y un contradictor de todo lo que no favorezca estrictamente sus negocios, que es lo único que le importa en este mundo. De manera que tanto el planeta como sus
habitantes (diversas especies entre las que se incluye el homo sapiens) le importan un bledo, incapaz de ver más allá de sus narices, o más allá de su circulo más próximo.

Explícale a este energúmeno la importancia de la diversidad biológica y de los equilibrios naturales, o la complejidad y utilidad de la simbiosis, y no digamos la hipótesis GAIA de James Lovelock.

En cuanto al contenido de lo que ya es su segundo mandato, que se inicia con estas firmas, ninguna novedad. En cuanto a las formas tampoco.

Al final el mayor logro del tiempo presente es haber llegado a la conclusión de que las cosas son lo que parecen. Es decir, los delincuentes ya no se ocultan, y aliados con los plutócratas han alcanzado el poder a través de las urnas, para ejercerlo ya sin intermediarios. Lo que parece fascismo es fascismo (el de Hitler también salió de las urnas), ahora dotado de una mayor potencia tecnológica y financiera. Y las marchas nazis con antorchas son marchas nazis con antorchas, como las que recorrieron no hace tanto las calles de Charlottesville, Virginia. En resumen, las
cosas son lo que parecen ser.

Estamos ante la cruda realidad de la «nueva normalidad» anormal, que si bien utiliza la posverdad y los bulos para su ascenso al poder, una vez que lo alcanza se traduce en hechos reales y contundentes.

En cuanto a las formas y los gestos, y por comentar la ceremonia de firmas mencionada, de la que puedo dar fe pues la he visto en Youtube, Trump aparece en ella como un padrino de la mafia siciliana, extrañamente rubio, con gesto serio, de pocos amigos, con las comisuras de la boca torcidas hacia abajo, los labios apretados y amenazando venganza, sentado a una mesa, no muy grande, para él solo, y lanzando de vez en cuando puñetazos al aire. Gesto simbólico de la revolución reaccionaria en que ha injertado su liderazgo populista, y actitud decidida a firmar algunas de las muchas venganzas prometidas a sus seguidores, que se van a enterar, con el tiempo, de lo que vale un peine.

Se van a enterar tanto sus seguidores como sus víctimas, si es que no son la misma cosa, pues veremos a más de un votante entusiasta de Trump, cazado en una redada y expulsado del país.

Para ello, o sea para firmar sus venganzas, como acto que inaugura su mandato, el delincuente condenado que ya manda en USA, se vale, en la peculiar ceremonia, de unos rotuladores de trazo grueso (de pintor de brocha gorda) que tiene a su vera, y con los que estampa una firma hiperbólica e hipertrófica en unos cartapacios que le pasan sus domésticos. Los cuales cartapacios contienen al parecer, las susodichas órdenes ejecutivas. La enumeración de cada una de esas venganzas firmadas por el kapo americano es proclamada a viva voz por el
palafrenero mayor, que está a su derecha.

La cámara enfoca entonces un primer plano de su mano derecha, la cual alternativamente firma ordenes ejecutivas y lanza puñetazos al aire, de forma que recibimos una impresión muy cercana de su forma de firmar y de golpear al enemigo, invisible. Llama la atención lo monstruoso de su firma en comparación con lo tenue del texto firmado.

Consumado el acto, enseña al público alternativamente los distintos cartapacios, firmados de aquella manera, girándose hacia todos los puntos cardinales del espacio, con un contoneo de matón de taberna cutre, como diciendo ¡Os vais a enterar!, demostrando que efectivamente las cosas son lo que parecen y estamos abriendo un nuevo capítulo de la Historia de la infamia, pues aquella que dijo Fukuyama que se había detenido en la cota del máximo beneficio posible de la plutocracia (incluida la impunidad de sus estafas), no se detuvo allí, sino que siguió avanzando imparable y envalentonada hacia Trump y sus secuaces. Todo tiene su por qué y su origen en el tiempo.

Como también tiene su por qué el hecho de que una de las primeras medidas de Trump haya sido indultar a muchos de los golpistas que asaltaron el Capitolio dejando tras sí un reguero de violencia y varios muertos.

Aquí ya dejamos a los politólogos en colaboración con los psicoanalistas y etólogos que interpreten todos los gestos de Trump, y toda esta performance que inaugura un nuevo ciclo de barbarie. No sin antes decir que la ceremonia acaba con un lanzamiento a la multitud -lanzamiento que hace el propio Trump- de los rotuladores firmantes de la venganza divina (Dios le salvó -dice él- para ejecutar su plan). Rotuladores gruesos como misiles y más disputados entre sus seguidores que los cacahuetes en un zoo. Desconocemos si Abascal pilló alguno al vuelo,
para después besar la mano de su padrino.

En Youtube está también causando impacto, en el contexto de estas ceremonias, el gesto de Elon Musk, que lanza como impulsado por un resorte mecánico, desde su pecho al aire, un brazo tieso y extendido en saludo romano o nazi. Aunque hay quien lo interpreta a su favor como un gesto de amor universal hacia los terrícolas que le ayuden a huir a Marte, su medio ambiente preferido.

Sin entrar en esta polémica sobre el lenguaje no verbal de Elon Musk, a mí me recuerda mucho este gesto de Musk al del Dr. Strangelove en la película «¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú», del director Stanley Kubrick, que interpretado por Peter Sellers también se las ve y se las desea para controlar su brazo y sus impulsos más auténticos. En cualquier caso, si el gesto del brazo es amoroso y cordial, como dicen sus defensores, la cara que pone mientras lo realiza, tira a feroz y agresiva, y recuerda no poco a la de un nazi convencido.

Tiempos de feria, regocijo, y espectáculo, como los que suelen preceder a las grandes catástrofes. Todo sea para el bien de la Humanidad, que despertará con este coscorrón (como aquel que recibió Lázaro de Tormes contra el berraco de la realidad) o dormirá para
siempre.

Aunque el delincuente se vista de presidente, delincuente se queda, y lo iremos viendo. Aunque a el le importa poco, porque ya es impune, además de poderoso y rico.

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