Nadie se explica muy bien por qué los ciudadanos estadounidenses han elegido como presidente de su país a un empresario golfo, delincuente conocido, ególatra consumado, y cuya carrera está trufada de estafas y fraudes (las oportunidades de conocer a este personaje un poco mejor no faltan https://youtu.be/k9RweR9EUSg?si=EOsC1xhQlY1F6Obm ).
Bueno, hay analistas posmodernos (de esa posmodernidad reaccionaria que nos ha caído encima) que sí se lo explican, y argumentan lo siguiente: todo se debe a que los «currantes», asalariados y obreros, estaban muy molestos y enfadados, no por los efectos del neoliberalismo, el saqueo del Estado del bienestar, el recorte de los servicios públicos, la precariedad laboral, las privatizaciones, el precio de la vivienda, y el avance imparable de la plutocracia, ni siquiera tampoco por la estafa financiera de 2008 y el austericidio subsiguiente… Tampoco les preocupaba demasiado, a los currantes españoles -por poner un ejemplo local- que su jefe de Estado, declarado oficialmente «emérito», les hubiera tomado el pelo y huido con la
pasta, sino que lo que les molestaba a rabiar y les hacía la vida imposible hasta el extremo de votar a Trump y sujetos similares (Ayuso, Milei, o Meloni), fue el reconocimiento de la dignidad humana y de la libertad de elección, vital y sexual, de homosexuales y transexuales. De manera que una vez que se prohíba a estos ciudadanos ser quienes son (en eso de prohibir y expulsar a todo quisqui está ya metido a fondo Trump), los ciudadanos currantes dejarán de notar instantáneamente los efectos sobre sus lomos del neoliberalismo, de la precariedad laboral, del saqueo del Estado del bienestar, y del avance imparable de la plutocracia, o incluso no les molestará lo más mínimo la subida de los precios de los alimentos por la política arancelaria del kapo americano o por otros ajustes tecnócratas de lo «prioritario».
Con aquella prohibición de la libertad sexual de una parte de nuestros ciudadanos, los currantes serán felices, comerán perdices, y dormirán contentos, sobre todo si les prometen ir de veraneo a Marte una vez cada medio siglo. Los currantes contra la libertad sexual: he aquí una tesis posmoderna y prefascista.
De la misma forma, aquí en España, cuando se impida y se prohíba ese libre ejercicio entre personas libres de sus gustos y apetencias sexuales, ya nadie notará ni se acordará de la Gürtel, de Filesa, de la corrupción consensuada en forma de “centro» político, de las puertas giratorias bien lubricadas por el dinero de los amos, del comisario Villarejo, de la policía «patriótica», de las cloacas del Estado, del senador Cosido (experto en toqueteos a los jueces por la puerta de atrás, según él mismo alardeó), de la jubilación entre los 67 y los 70 añazos (en Francia esto causaría una segunda revolución francesa), ni tampoco se acordará ya nadie de que nuestro rey emérito, que nos engañó y defraudó una pasta gansa,
aún no la ha devuelto, sino que vive como un jeque árabe y entre ellos, porque para eso es impune. Como Trump.
Esta tesis, típicamente posmoderna y reaccionaria, y por tanto irracional y absurda, según la cual lo que verdaderamente molesta e irrita a los currantes es lo que ha dado en llamarse «lo woke», es tan falsa como aquella otra, también posmoderna, de Fukuyama, según la cual la Historia se detuvo un jueves por la tarde porque todos los habitantes del planeta se declararon oficialmente conformes y contentos con el triunfo inapelable e irreversible del catecismo neoliberal. Que a efectos de credibilidad tiene la misma que cuando Abascal afirma que va a combatir la globalización obedeciendo ciegamente lo que le ordene Trump desde USA, como comentaba con gracia un usuario de la red social de Elon Musk, una red que como todo el mundo sabe también combate la globalización a través del individualismo crítico, autónomo, y desconectado.
Y una vez dicho esto, digamos también de paso y por si hace al caso, que difícilmente puede calificarse como progresista un gobierno que retira impuestos a las empresas energéticas y retrasa la edad de jubilación a los 67 o 70 añazos, deteriorando en un instante una conquista laboral previamente conseguida con esfuerzo, tiempo, y lucha.
Tales acciones, del susodicho gobierno progresista, le hacen indistinguible (al menos en esas acciones) de cualquier otro gobierno neoliberal puesto a las mismas tareas, e inspirado por el mismo catecismo dogmático (que Merkel declaró fracasado), y demuestran la necesidad de ampliar la mirada y buscar en el espectro político otras opciones más razonables y más progresistas. Opciones que sin duda no han dicho aún la última palabra.