El tronar de las bombas ha cesado en una ciudad cualquiera de Gaza. Se disipan lentamente polvo y humo. Ruido de cascotes. Los gemidos de dolor iniciales se transforman en chillidos desgarradores cuando las madres descubren los restos de sus hijos. Brazos, piernas, restos de cráneos. Pañales y chupetes cuajados de barro de tierra y sangre. Mujeres y hombres lloran por su descendencia aniquilada. ¿alguna guerra anterior ha tenido un porcentaje mayor de infanticidios?
La jefa de ‘Europa’ no pide sanciones para Israel. El matón francés que cuida la puerta de ese famoso club tampoco enviará tropas para parar las matanzas. La primera, ‘nieta’ de nazis, se cuidará mucho de criticar a un Estado creado por culpa de sus ‘abuelos’. El otro insiste en que Rusia es el único enemigo. Sí el imperialista Trump ambiciona abiertamente el territorio europeo de Groenlandia, Rusia es la amenaza. Dos socios de doña Úrsula, Feijóo y Sánchez, parecen querer desempolvar las consignas de un tal Serrano Suñer: ¡Rusia es culpable! Y las tropas españolas, en misión de paz, se acuartelan al instante en los mismos barracones de la División Azul.
No se trata de disculpar a Putin, sino de denunciar que nadie denuncia con la misma intensidad un genocidio mucho más intenso que el de Ucrania. Tampoco quiero ser injusto olvidando recordar el gesto de Sánchez reconociendo el Estado Palestino.
Netanyahu extermina palestinos por una patología no declarada como nociva: la autoctonofóbia. En los catálogos wokistas no figura este mal. Que nadie olvide que este señor llegó a la antigua Palestina como nuevo ciudadano, legitimado por la persecución sufrida por el pueblo judío, pero también apoyándose en los textos de un libro lleno de imprecisiones que hemos convenido en llamar Santa Biblia.
El Viejo Continente, mitad cristiano, mitad woke, es incapaz de exigir que alguien pare esta nueva “matanza de los inocentes”. Sus líderes sólo escuchan los lamentos de Zelenski mientras se arrastra entre los escombros que él mismo ha ayudado a crear, en busca de tierras raras con las que pagar una guerra que parece no querer finalizar.
De nuevo en Gaza, en silencio, una mujer también rastrea desesperada, excavando con sus manos entre los restos de su hogar. Aparecen los patucos de su niño. Los pies están aún dentro. Debe darse prisa para evitar que muera asfixiado. Consigue desenterrar las piernas, pero ya no hay nada más. Su grito estalla en todas direcciones, pero no llega a ninguna parte. Aquí el sonido de fondo es una sesión continua de bombas y llantos. En la Franja, el único silencio es el del mundo, mientras avanza imparable el Ejercito de Herodes.
Por. Carlos Sa
2 comentarios en «El ejército de Herodes»
No hay sanciones para Israel, no se habla de enviar tropas para parar la masacre ni armas para la defensa del pueblo invadido. A los dirigentes europeos sólo le interesan sus acuerdos firmados con Israel para recibir el gas que subyace en las costas de Gaza una vez desalojado un pueblo que no les da más que molestias. «Europa miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos…»
No se puede decir más claro.
Venan