Pasar de una vida inquieta a una existencia plácida es posible y, si me apuran, sencillo, porque díganme si algo nos impide bañarnos desnudos en el río, sonreír a los amigos, celebrar el contento de vivir y estar satisfechos por ser como somos. En la tierra sobra espacio para habitarla con libertad, sitio al lado de quienes nos quieren y al alcance de todos está el poder convertir las sombras en jardín.
Sucede que a veces sientes te falta el aire, el suelo se mueve y aunque quieras andar no puedes. Cambios inesperados que a veces suceden en el pensamiento, anuncio de otros ciertos, que se hacen inevitables si nos falta la fe en las propias fuerzas y falla la voluntad de sobreponerse. Cambiar hay que cambiar, es ley de vida, como el que tengamos que crecer o afrontar los desafíos que el vivir impone. Hay quienes se resisten al cambio, aunque lo intuyan como algo bueno que ha de sentarles bien.
Suele ocurrir que el temor a equivocarse pone dificultades donde no las hay, se levantan muros de protección tras los que se queda atrapado y se deja de aprovechar el tiempo por indecisiones y dudas. Les digo que no hay peor fracaso que no intentar conseguir lo que se desea y mayor pérdida que no ayudarse a lograrlo.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor
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