Opinión

Desilusión

15M salamanca
Una protesta del 15M en Salamanca. (Archivo)

Recientemente Sergio del Molino, columnista de El País, al que suelo leer, y con el que unas veces estoy de acuerdo y otras no (como es lógico y natural), se refería a la decepción (o desilusión) causada por el15M, y venía a concluir que mucho de lo que de allí se originó no ha pasado de un «activismo de sofá». Lo hacía al hilo de unas declaraciones de Manuela Carmena, en una entrevista en ese mismo medio, en las que la exalcaldesa se refería a su contacto con la nueva política, con un resultado final de desilusión.

No es ninguna novedad que toda acción humana (y la acción política es propiamente humana, o incluso demasiado humana) puede decepcionarnos en alguna medida. O satisfacernos al completo, aunque es raro. Depende.

La decepción o desilusión que pueda causarnos la acción política estará condicionada por ejemplo por las promesas hechas y no cumplidas, o sea por el mayor o menor cumplimiento del programa político en las condiciones de posibilidad que se hayan dado. También por la fidelidad a una determinada orientación política en combinación (o intentando encajar) con los cambios sobrevenidos en la realidad presente.

Por tanto la decepción puede proceder tanto del contenido logrado como de las formas de ejercer la acción política. En general, ejercer la política en modo catecismo (como hacen los neoliberales), suele ser contraproducente.

En el intercambio humano, la flexibilidad suele ser un punto a favor, pero hay que reconocer que en un escenario de desigualdad extrema y de grave injusticia, hay quienes tienen ya poco que ceder, y otros mucho.

Probablemente, lo que decepcionará más y de manera más duradera en la acción política será aquello que se haya transformado en lo contrario y opuesto a lo que se prometió y programó. De manera que si la flexibilidad puede considerarse una virtud en la acción política, el transformismo será por lo general penalizado con dureza.

Esto explicaría que políticos como Felipe González (de socialista a neoliberal) y monarcas como Juan Carlos I (que en sus discursos oficiales predicaba la igualdad ante la Ley), hayan decepcionado tanto y a tanta gente. O Abascal, que de supuesto patriota español ha pasado en un santiamén a fiel esbirro de un Trump que tiene inquina a España.

Y ya que hablamos de patriotismo, son dignas de consideración las declaraciones de Ángel Revilla explicando en qué consiste. Y consiste -entre otras cosas- en pagar impuestos en el propio país para que en él haya hospitales, carreteras, servicios de bomberos, y educación pública. A ver si el «emérito» lo entiende a la primera.

En relación con la demanda del emérito a Revilla, sería absurdo y un auténtico escándalo que Revilla tuviera que arrepentirse de lo «dicho» (que ya ha dicho que no se arrepiente). Es Juan Carlos I quien tiene que arrepentirse de lo «hecho». De esa demanda, el principal perjudicado va a ser Felipe VI y el régimen monárquico.

El nivel de abuso de la impunidad y la «inviolabilidad» monárquica que esa demanda pone de manifiesto, empieza a ser nauseabundo hasta para los
monárquicos, cuanto más para los demócratas. Aumentará mucho, sin duda, el apoyo a la república, porque al final son muchos más los españoles que no quieren ser siervos de la gleba.

No sé si lo que surgió del 15M haya sido solo un activismo de sofá. Yo creo que es evidente que no. Que ha sido (y sigue siendo) mucho más. No hay más que fijarse en el interés y esfuerzo que se han tomado ciertas «instituciones», aparentemente serias y responsables, en bloquear esa acción política (legítima) desde las «cloacas» y la guerra sucia, y a través de auténticos «profesionales» del crimen. El comisario Villarejo, como síntoma e instrumento de esa institucionalidad formal y responsable, lo dice todo.

El tiempo y dinero que han dedicado a combatir el 15M los forofos del sistema «bipartidista», de la «gran coalición», de la «gran corrupción» y el «Juancarlismo», con sus medios amañados, sus cloacas y sus «policías patrióticas» funcionando a pleno rendimiento, dice mucho a favor del 15M, para no haber sido más que un «activismo de sofá» sin trascendencia alguna, como sostiene el artículo.

Lo poco que se ha avanzado en este tiempo último en España (y ha sido poco en relación con lo mucho que queda por hacer) tanto en el plano social, laboral, como en el democrático, ha sido gracias a estos políticos o a la presión que han ejercido.

También les debemos muchos de los momentos parlamentarios más estimulantes, brillantes, y combativos (en el sentido de no adocenados), o incluso el impulso de la sensata y muy civilizada aspiración a que nuestra Constitución (que contempla la muy infame impunidad del jefe del Estado) sea reformada y mejorada.

Hoy sabemos un poco más de la catadura de nuestro jefe del Estado de la Transición, al que Felipe González y Aznar, apóstoles del Juancarlismo, de la ceguera voluntaria, y de la «Gran coalición», bailaban (y siguen bailando) el agua. Digamos que la frase «Asaltar los cielos», que tanto se recuerda, no fue afortunada. Pero es que no era fácil asaltar los cielos, desde el momento que ese cielo es impune e inviolable, no responde ante la Ley, y además tiene un subsuelo repleto de cloacas.

Es cierto que las opciones políticas nacidas del 15M, no han alcanzado en las urnas el poder suficiente para cambiar el paradigma, que sigue siendo neoliberal. Pero también es cierto que es ese paradigma neoliberal el que nos ha traído las crisis actuales y las que penosamente arrastramos, hasta llegar a Trump, Milei, Ayuso, Elon Musk, y el nuevo fascismo. A lo que hay que añadir las guerras salvajes (y desreguladas), la abolición del Derecho internacional, y un nuevo imperialismo ávido de conquistas y anexiones territoriales. Incluido en este panorama tenebroso el actual genocidio en Gaza.

No ha sido el 15M ni los «activistas» que surgieron de ese impulso renovador. Han sido los políticos «profesionales» de siempre, los de toda la vida. Los del «Juancarlismo» ciego, sordo, y mudo. Los de la corrupción a repartir. Los del consenso en la plutocracia. Los de las privatizaciones y las puertas giratorias. Los que han vendido el alma al diablo y la democracia al mercado. Los de las estafas financieras y los austericidios. Los defraudadores y autoexiliados a paraísos fiscales, que han puesto a buen recaudo lo robado para demostrar, de una vez por todas, que todos somos iguales ante la Ley.

Repetimos: En este escenario, así de desigual e injusto, la flexibilidad sigue siendo una virtud política, pero unos tienen más espacio para ceder que otros.

Deja un comentario

No dejes ni tu nombre ni el correo. Deja tu comentario como 'Anónimo' o un alias.

Te recomendamos

Buscar
Servicios