Podemos considerar, justamente, a Donald Trump como un caballo de Troya del neofascismo en la democracia americana. Pero hay que reconocer que la democracia estadounidense estaba previamente enferma, parasitada desde hace tiempo por la plutocracia desde su mismo mecanismo electoral.
Lo hemos visto de forma más descarada ahora con Trump, Elon Musk y colegas, que han puesto en escena, de forma ritualizada y ceremoniosa -sin complejos- esa perversión del mecanismo democrático. Pero esa lacra, que ahora se ha hecho tan evidente para todos, de intercambio de favores entre plutócratas y políticos, en contra de los intereses de los ciudadanos, ya existía antes, y no solo en USA.
Tampoco es la primera vez en la Historia que el gansterismo económico y el fascismo (o sus prolegómenos) tejen alianzas. Una prueba más de que la Historia no se detuvo, o que incluso se repite.
«Craso error», como lo explica de forma certera y muy elegante Irene Vallejo en un artículo del mismo título («Craso error») publicado este último domingo en El País. Irene Vallejo nos describe de forma magistral en ese artículo algunos precedentes históricos de lo que nos pasa hoy: el ejemplo de Craso.
Nuestro tiempo es también el de la plutocracia como caballo de Troya del neofascismo, la opresión, y el imperialismo.
Otra evidencia: Abascal y sus colegas de la internacional ultraderechista, son la “quinta” columna de Trump (y Putin) en España y Europa.
Feijóo, aliado de VOX, y otros que en Europa tejen alianzas parecidas a esta, se constituyen por tanto en la “cuarta” columna (si es que puede decirse así) del trumpismo y el putinismo en Europa. Un grado por debajo de la quinta columna, un caballo de Troya un poco más pequeño si quieren, pero caballo de Troya al fin y al cabo y colaborando a lo mismo: la destrucción de Europa, o por lo menos de esa «idea» de Europa fraguada en una cultura de siglos y donde concurren finalmente el respeto del derecho internacional y los derechos humanos (que no se respetan en Gaza ni en Ucrania), la defensa del Estado del bienestar (que se ataca ya en todos los sitios), y lo mejor que la civilización occidental ha creado, que estamos olvidando y perdiendo de forma acelerada.
Por eso hablamos de caballos de Troya en plural, porque teníamos una «idea» excelente de Europa, que se va deteriorando a toda prisa desde fuera, pero también desde dentro.
A título particular y por libre, Ayuso se declara ferviente admiradora del capo americano más abusón y menos tolerante, un gánster experto en trampas.
Y lo mismo hace su socio (condecorado por ella) Milei, el de las estafas con criptomonedas y el apaleamiento a jubilados.
Cómo poco, un paisaje turbio.
Pero es que como si se tratase de un juego inacabable de muñecas rusas, con unos caballos de Troya emergiendo de otros, nuestros propios líderes europeos constituidos en Bruselas, capital de la plutocracia en el continente, tampoco ayudan, y no pasan de un conglomerado de mercachifles que tienen el dinero por norte y el neoliberalismo por dogma, inflexibles e incapaces de fraguar, a pesar del tiempo transcurrido, una auténtica unidad política, cultural, y de valores, centrada en la dignidad del hombre y los derechos humanos, y sustentada en la democracia social y de derecho, como el menos malo de los sistemas.
Si compramos gas a Rusia, estamos financiando a Putin, dicen. Vale.
Pero es que si compramos armas a Estados Unidos, para el rearme «europeo», estamos financiando a Trump, que amenaza Groenlandia y Canadá, y que apoya a Netanyahu, que es un criminal de guerra y que está cometiendo ahora mismo un genocidio en Gaza.
Europa, que es responsable de sus decisiones, no puede decir que ignore estos hechos.
Trump nos ordena con prepotencia (a los europeos «autónomos») que aumentemos nuestro presupuesto en armas para engordar su bolsillo, que está vacío y necesitado, entre otras cosas por suprimir los impuestos a los muy ricos (intercambio de favores).
Marcos Rubio dice que un 5% del PIB sería aceptable.
¿Obedecer o no obedecer? Esa es la cuestión.
También Bruselas puede ser un caballo de Troya para esa Europa soñada que no acaba de fraguar.
Mientras tanto, Trump sigue predicando que todo el orbe abusa de Estados Unidos. Para distraer del hecho de que son los propios plutócratas estadounidenses los que abusan de sus ciudadanos.