Candelario, el pintoresco pueblo de la provincia de Salamanca, es conocido por su arquitectura tradicional que sobrevive al paso de los años. Se trata de sus típicas casas chacineras de tres plantas, construcciones en las que predominan piedra y madera.
La distribución de estas viviendas era bastante práctica y sencilla, con anchos muros de piedra y amplios aleros, y siempre basada en la principal actividad del pueblo, la elaboración de embutidos: la planta baja se usaba precisamente para prepararlos, en la primera planta vivían los dueños y la tercera estaba destinada al secado de las piezas.
El pueblo presume de sus casas de piedra con tejas del revés y balconadas de madera llenas de geranios, sus características regaderas (canales de agua) y batipuertas (medias puertas de madera), así como otros elementos que destacan al recorrerlo, como sus simpáticas cabinas de teléfono a la entrada del municipio, que ahora recuperan esplendor tras haber sido restauradas en color azul añil y que se usan como biblioteca gratuita. Pero, ¿qué representan estos tres misterios de uno de los pueblos más bonitos de España?
Las batipuertas son un elemento arquitectónico tradicional y muy característico de las casas de Candelario. Confeccionadas en madera, a menudo con un aspecto rústico y robusto, acorde con la arquitectura tradicional de piedra del pueblo, suman unas 320, la mayoría en el casco histórico.

Existen varias teorías sobre la función original de las batipuertas:
- Protección contra el frío y la nieve: Candelario es un pueblo de montaña a más de 1.100 metros de altitud, donde las nevadas son frecuentes en invierno. Las batipuertas podrían haber ayudado a evitar que la nieve entrara directamente en las casas al abrir la puerta, a la vez que retenían el calor interior.
- Ventilación segura: Al dejar la parte superior de la puerta abierta, permitían ventilar la vivienda sin necesidad de abrir completamente la puerta, lo que era útil para mantener una temperatura agradable y evitar corrientes de aire directas.
- Control de acceso de animales: En un entorno rural donde los animales podían deambular por las calles, las batipuertas dificultaban su entrada a las viviendas, protegiendo así los interiores.
- Relacionado con la matanza del cerdo: Para permitir que entrara la luz al interior durante la matanza, e impidiendo a la vez el acceso de animales atraídos por el olor de la carne y la sangre. En algunas batipuertas incluso se pueden observar anillas de hierro donde se sujetaban los animales durante el proceso.
- Elemento de privacidad: Aunque dejaban la parte superior abierta, podían ofrecer cierta privacidad al impedir la visión completa desde la calle.
Aguas cristalinas
Las regaderas son un elemento singular y muy característico de la arquitectura urbana de Candelario. Es probable que su origen se deba a que las tareas de matar y socarrar (chamuscar) a los cerdos se realizaban en la calle, y por ello se crearon las regaderas, para facilitar la limpieza de las calles. Se trata de una red de canales que discurren a lo largo de muchas de sus calles estrechas y empedradas, y cruzan toda la localidad.

Estos canales permitían el riego de huertas,el arrastre de residuos de la matanza y el aprovechamiento del agua cuando acceso al agua corriente no era generalizado. Con el tiempo, las regaderas se han convertido en un elemento arquitectónico singular y un símbolo de la identidad de Candelario. Llevan siempre cristalinas aguas procedentes de manantiales y los neveros de la sierra, y su flujo puede ‘programarse’ para limpiar las calzadas en las que se encuentran y las vecinas.
Cabinas para la lectura
La combinación de madera y color azul se puede encontrar aún en algunos elementos de la arquitectura tradicional del pueblo, como marcos de ventanas y puertas, balcones y corredores, las ya mencionadas batipuertas, y ahora en parte del mobiliario urbano y elementos decorativos, como las cabinas de teléfono restauradas como bibliocabinas a la entrada del municipio.

Junto a ellas, un cartel da la bienvenida al visitante anunciando que Candelario es “uno de los pueblos más bonitos de España”. Y razones no le faltan.
Arriba y abajo
La villa de Candelario se escalona en la ladera de la sierra, lo que hace inevitable que su entramado callejero sea complicado, con las calles principales en el sentido de la pendiente y las calles y callejas secundarias transversales a las anteriores. Esta falta de horizontalidad confiere a sus rincones un sabor y una estética especial y, en consecuencia, el paseo por el interior de su casco urbano es cansado, pero siempre relajante y placentero.
Dos bellos rincones que no hay olvidar son la plaza del Humilladero y la cuesta de la Romana, la calle empedrada y zigzagueante que sube desde el edificio del Ayuntamiento hasta la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. La panorámica es sublime, con el templo en lo alto dominando la escena, las viviendas tradicionales haciéndole un pasillo y la piedra del pavimento cubierta en algunos puntos por el verde musgo.
Gastronomía típica
El recorrido por Candelario con sus cuestas interminables es un sano ejercicio, pero requiere un descanso para reponer fuerzas, con un buena ración de sus famosas patatas revolconas, o un bocadillo de su afamado chorizo blanco. En los días de frío no hay nada como comer un buen cocido de matanza o un calderillo bejarano. No faltan opciones como el hornazo, la empanada de embutidos y huevo cocido o unas sopas de ajo. P
ara completar esta experiencia gastronómica se puede elegir entre los productos vinícolas de la tierra, como el vino de los Arribes, el Sierra de Salamanca o el de Tierra del Vino de Zamora, todos ellos con Denominación Origen. Y para los amantes de los dulces, hay que probar las perrunillas de Candelario.