“Una sociedad se cuenta por los crímenes que comete»

La escritora argentina Claudia Piñairo presentó en Salamanca, Letras Corsarias, su último libro 'La muerte ajena'
Claudia Piñeiro presentó en Salamanca, Letras Corsarias, su último libro 'La muerte ajena'.

Claudia Piñeiro, una de las escritoras argentinas –latinoamericanas- que más lectores acumula, pasó por Salamanca. El encuentro fue en Letras Corsarias donde presentaba La muerte ajena. Durante la charla habló de las distintas muertes, de su país, por lo tanto de Milei, de hombres y mujeres y de cómo hay que perseguir lo que uno quiere. Es larga la conversación, póngale acento argentino para ayudar en este largo ‘tango’, se cuela de vez en cuando un ‘vos’.

La muerte solo es propia cuando es la tuya. ¿Cuántas veces morimos o resucitamos hasta que nos llega la definitiva?
En realidad La muerte ajena no tiene solo que ver con la de uno, también de las personas que están en el círculo de pertenencia. El título, La muerte ajena, apela a esta cosa de que hay muertes que uno le interesan más porque sienten que le pasó a alguien que es parecido a su hijo, hija, a uno mismo… Y, hay otras que parecen que son muy lejanas. En esta novela, la que muere es una chica, bueno es fácil decir que es una muerte ajena. Hay muertes simbólicas y muertes a lo largo de la vida, un poco menos simbólicas.

¿En qué sentido?
Tuve un ictus, nosotros lo llamamos de otra manera, las sensaciones… quizá que nací de nuevo. No sé. Pero, cuando uno tiene un problema médico muy fuerte, a veces sentís eso como… y que a partir de aquí lo vas a hacer todo de otra manera, porque estuviste muy cerca de la muerte. Después se te pasa, sobre todo si no te quedó ninguna secuela. Pero, también hay otro tipo de cosas.

Por ejemplo.
Tienen que ver con muertes de etapa, cuando se cierra un ciclo. En mi caso, cambie de profesión. Más que muerte es renacer, parecería que para nacer debes morir, pero no lo siento como una muerte, más bien como cerrar una etapa y a partir de aquí volver a surgir.

Al final todo lo que has aprendido en la otra etapa…
Lo usas en esta.

¿Qué nos ha querido decir con ese título La muerte ajena?
Parece que en las noticias aparecen hechos, ustedes los llaman sucesos, que nos convocan. A veces es solo morbo y se pasa, porque vos no lo siente cerca de tu vida. Parecería que clasificáramos las muertes en distintas categorías, las de primera, segunda… y todos los muertos son muertos y deberían importarnos todos, pero eso no sucede.

Escuchándola sabemos que es argentina por el acento y algunas expresiones, pero leyéndola no. El leguaje que emplea es muy rico y próximo al que hablamos en España….
Eso que me estás diciendo para mí es nuevo. No me di cuenta. En otras novelas me ha pasado que han dicho que parece que estuviera en un bar y escucharan como hablan los argentinos… Se ve que en esta novela, no necesité tanto esos giros. De todos modos, como mi papá era español y mi mamá era hija de españoles, uso muchas palabras que mis amigos me dicen: ‘¿De dónde sacaste esa palabra?’ Para mí es común y para los usos y costumbres de los argentinos no.

Prostitución, asesinato, políticos, periodistas, empresarios, droga… ¿ingredientes de novela negra o de la vida misma?
Nunca pienso que estoy escribiendo una novela negra. Si vos me pregunta si es una novela negra, diría que es la novela de dos hermanas, que no se conocía, porque una, que es periodista, su padre la deja siendo adolescente y se va a armar otra familia, con la que tiene otra hija. La menor es escort. La mayor se entera de la profesión de su hermana el día que muere, porque está haciendo su programa de radio y se entera que una chica cayó de un edificio, es escort y se da cuenta que es su hermana. Ahí tiene que decidir si investiga qué pasó como periodista o como familiar de esa chica. Para mí es esa historia. Pero, como murió una, tiene momentos de novela negra.

Tiene prostitución, empresarios, muertes sospechosas…
Sí todos esos ambientes están en la vida misma. A mí me parece que se mezcla todo bastante y que separamos esto va para la escena policial y esto no. En realidad, está todo más mezclado. En Latinoamérica lo utilizamos muchos, sin darle tanta conciencia de que es una novela negra, pero para contar nuestras sociedades muchas veces recurrimos a estos ambientes y este tipo de estructuras narrativas.

Quizá porque la violencia –tiros, navajazos- está más presente en la calle, que pueda estar aquí, al menos en Salamanca.
Cada sociedad tiene crímenes muy específicos. Para contar una sociedad tienes que contar los crímenes que ahí se comenten. Si un día te despiertas y escuchas en un noticiario que un tipo agarró un arma y mató a no sé cuántos chicos en un colegio. Vos te imaginas que es Estados Unidos, es difícil que pase en España o Argentina. Puede pasar, pero es difícil. En Argentina hubo 30.000 desaparecidos y niños apropiados y en otros países eso es infrecuente. En España tienen alguna deuda de la Guerra Civil Española que no se han resuelto. Hay crímenes que son de algunos países y de otros no. Cuando vos cuenta en una novela que implica estas cosas, está contando esa sociedad.

Claudia Piñeiro presentó en Salamanca, Letras Corsarias, su último libro ‘La muerte ajena’.

Las fake news han existido siempre y ha sido igual de dañinas solo que ahora le hemos puesto nombre en inglés. ¿Por qué corren más que la verdad?
Porque están bien construidas para que circulen rápido. Siempre ha habido noticias falsas, pero no había un aparato tecnológico y poder económico y político atrás tratando que esas noticias falsas circulen. Ahora hay noticias falsas que son tontas y circulan rápido. Una cuenta dijo que morí, lo desmentí en seguida, pero a mi marido le daban el pésame hasta la medianoche. (Risas) Eso es alguien que se le ocurre hacer esas pavadas, pero hay otras fake que claramente están hechas a propósito para engañar al ciudadano, para que voten de determinada manera o apoyen determinadas políticas. Detrás de esto hay mucho dinero y poder. Circulan porque están hechas para circular.

Es argentina, tengo que preguntar por Milei. ¿Por qué lo primero que se sacrifica en los gobiernos de esta índole es la cultura?
(Se lo piensa) En este tipo gobierno de ultraderecha sí. Durante mucho tiempo pensé que la derecha ilustrada le importaba cierta cultura, pero eso ha cambiado muchísimo. La ultraderecha parece que lo que menos le interesa es la cultura, aunque en mi país se pasan hablando del ‘cambio cultura’.

¿Qué es eso?
Romper las bases de la sociedad. No le importa lo que le pase al otro; que el feminismo es una porquería; que los grupos LGTB, también… que no tenemos por qué subvencionar la salud, la educación o la cultura, porque cada uno tiene que hacerlo con su propio esfuerzo, como si fuera tan fácil. Todo este tipo de cosas ellos lo llaman ‘cambio cultural’ y está bastante alejado de la cultura, porque la cultura propicia otras cosas.

Y da mucho al que la recibe…
Eso es. Es muy fácil decir para estos gobernantes que la cultura no sirve para nada. Ellos dicen: ‘Hay chicos que no tienen para comer ¿cómo le voy a hacer un festival de literatura?’ Si lo haces tan directo, tenemos que responder que sí, que si esa plata se la llevan para que coma un niño, por supuesto. Pero, no es así. Esa plata va para otra cosa. Más que nada, porque los presupuestos para cultura son mínimos, por lo que el ahorro, también. Me parece que es mucho más para demostrar poder, que lo que consiguen presupuestariamente.

Entonces, ¿qué es lo que consiguen?
Acallar voces. Cuando reduces la cultura acallas voces. En mi país, las voces disidentes más escuchadas son cantantes, escritores, periodistas… todo lo que salga de esos lugares va a ser acallado, ya sea con presupuestos o censura indirecta. Si el presidente mismo ataca todos los días a las mismas personas, que son opiniones, antes de opinar, lo piensa. Así, cada vez más, al final te callas para no ver como 200 personas te atacan. Todo eso va horadando la democracia.

¿Por qué cree que los ciudadanos lo consienten?
No todos. Hay algunos que estamos en contra y nos quejamos todo el tiempo. Hay otros que parece no importarle, no se dan cuenta del valor que tiene esto; otros están de acuerdo con el presidente y piensan que es el costo que hay que pagar para tener inflación cero y el dólar no sé qué… Creo que un país se debería poder manejar bien, aunque esas variables estén atendidas.

¿Cómo los han convencido?
Lo que le han hecho creer a la gente es que es el precio que hay que pagar para tener ciertas variables macroeconómicas ajustadas. Eso no quiere decir que se esté dirigiendo bien. Frente al déficit cero, tenemos a jubilados que cobran 300 dólares, que los pone por debajo de la línea de pobreza. Nuestros jubilados salen todos los miércoles a la calle y son golpeados por las fuerzas de seguridad. ¿Hay que pagar ese precio para que haya déficit cero? Me parece que no.

Mis padres, siempre nos dijeron que el dinero mejor invertido fue en nuestra formación. ¿Por qué cree que los gobiernos no están invirtiendo en una buena formación en sus conciudadanos?
A veces en Latinoamérica bajan las exigencias para que los niños no se vayan de la escuela. Hay mucho abandono escolar y los quieren retener de esta manera. El resultado es diverso, porque a veces por mucho que se queden, si no se aplican, eso no les sirve para la vida. En este momento, en mi país el problema es más grave que eso.

¿Cuál es?
Que los recursos educativos universitarios cada vez son menores. Nosotros tenemos una Universidad pública que es de las mejores de Latinoamérica, donde vienen a estudiar de todos los países. Eso es un orgullo y este Gobierno cada vez le quita más presupuesto.

¿Por qué cree que ocurre?
Tiene que ver con que es un lugar donde se critican las políticas del Gobierno. Fíjate que en Estados Unidos también están atacando a las universidades. Sobre dodo universidades que piensan de una manera diferente a lo que ese gobierno cree que deben pensar. Creen que hay focos de resistencia y los atacan de distintos modos.

Claudia Piñeiro presentó en Salamanca, Letras Corsarias, su último libro ‘La muerte ajena’.

¿Qué le dice a una persona que presume de no haber leído nunca un libro?
No es obligación leer. ¡Qué le voy a decir! Me da pena lo que se pierden. Cuando mi hijo mayor era pequeño, íbamos mucho en el auto, porque vivíamos lejos. Siempre llevaba un libro sobre la luneta del coche. Un día mi hijo lo agarró y me dijo: ‘¿Qué hay acá adentro que lo llevas a todas partes?’ (Risas)

¡Muy bueno!
Ojalá eso se lo preguntaran muchos y le entraran ganas de leer. Algunos de nosotros estamos desesperados por leer un libro. Lo que siento cuando alguien me dice que no lee, es pena, porque la lectura te abre la cabeza, en cuanto a mundos diferentes, a encarar la vida y demás… también enriquece tu lenguaje. Cuantas menos palabras tienes, más acotada es la forma en la que te puedes expresar y van desapareciendo cosas cuando no tienes las palabras.

Continúe…
Hay una lingüista en Argentina que se llama Ivonne Bordelois que habla de una tribu que no tiene el nombre de un color y no lo puede determinar. No existe para ello. Ella lo lleva a los jóvenes que hoy usan menos palabras. Si te quieren decir que están mal te dicen: ‘Estoy quebrado’, ‘roto’… pero a lo mejor están deprimidos, tristes, cansados, desalentados… Hay un montón de palabras que al no usarlas, englobasen algo y empieza a desaparecer lo que existía nombrado por esa palabra.

Claudia Piñeiro presentó en Salamanca, Letras Corsarias, su último libro ‘La muerte ajena’.

Claudia, ¿Por qué damos tanto miedo las mujeres?
Hablo de mi país. Si vos desagregas el voto a la ultraderecha, la votan mayoritariamente hombres y jóvenes. Las mujeres no son las mejores ciudadanas para el gobierno de turno, porque son las que votan en contra. En Argentina, el 3 de junio conmemoramos ‘Ni una menos’. Este año, lo que decidimos fue hacerlo un miércoles y salir con los jubilados. ¡Cómo no le van a tener miedo a las mujeres! Vamos a decir: ‘Ni una menos’ y lo vamos a hacer con los jubilados a los que le pegan. Se han sumado más colectivos, que no son específicamente feministas, para hacer masa común para reclamar muchas cosas que están pasando.

¿Qué es el feminismo?
Es luchar por los derechos de las mujeres. A veces, es tan sencillo como decir esto. Es raro que alguien no esté de acuerdo con esto, porque te están negando tus derechos. Lo que ocurre es que hay una mala interpretación de la palabra.

¿Intencionado?
Hay gente que dice ni feminista ni machista. Pero, no son equivalentes. El machismo es ejercer violencia porque son hombres o un poder. El feminismo es luchar por el derecho de las mujeres que tengamos igualdad de condiciones. Simplemente. ¿Quién puede estar en contra de esto? Me llama la atención.

Claudia, los hay.
Han usado palabras para confundir a mucha gente. Nosotras tenemos que ser inteligentes y saber que está pasando esto y buscar las herramientas para poder volver a concitar la adhesión de todos los demás, porque es lógico que estén de acuerdo en que tengamos los mismos derechos. Sé que eso mueve estanterías, lugares de poder… que si hay sitios donde los que mandan son hombres y ahora le dice que tiene que haber mujeres, les va a molestar. Pero, a su vez, es imposible que digan que no tenemos razón. ¿Por qué no debería haber mujeres en todos los lugares donde corresponda?

¿Por qué?
Porque estamos pasando por un momento en el cual hay mucho prejuicio con respecto al feminismo y mucho resentimiento. Tenemos que revisar qué cosas no hicimos bien, que no es reclamar los derechos, porque incluso hoy no tenemos los mismos derechos en muchísimas cosas, pero sí que cosas de la comunicación, de las formas… hicimos de un modo que ayudamos a que el otro pueda tergiversar la causa.

Claudia Piñeiro, durante la presentación de su libro ‘La muerte ajena’, en Letras Corsarias.

Claudia. Si le digo: El secreto de las rubias. ¿Usted qué me contesta?
(Risas) ¿De dónde lo sacaste? Eso te diría.

De Internet.
(Risas) Estudié Ciencias Económicas, pero me gustaba escribir. Aunque no me imagina escritora, porque en mi familia no los había. Quería estudiar Sociología, pero era la dictadura y cerraron esa carrera. Trabajaba en una empresa internacional 24 horas por día. Estaba harta. Un día leí en un diario económico que la Editorial Tusquets organizaba un concurso de la Sonrisa vertical.

¿En la española?
Sí. Me decidí a escribir algo para el concurso, porque me iba a explotar la cabeza. Me pedí una licencia de dos meses para escribir la novela.

¡Poco!
Para empezarla. Había una fecha para entregarla. En ese momento no existía Internet para ver las bases, tenía que ir hasta la sucursal de la Editorial Tusquet en Buenos Aires, y vi los detalles. Ya había empezado a escribir la novela…

Y se entera de que es erótica…
(Risas) Eso es. Ya me había pedido la licencia, había empezado, tenía un objetivo… Empecé a leer a Baudelaire, Miller… Todas las cosas sensuales y eróticas que me pudieran ayudar.

Se metió un buen chute…
Sí. La historia la había comenzado y tenía que introducir esta temática para que no se me cayera el objetivo.

Lo consiguió.
Sí, pero con dificultades. Era muy caro mandar la novela, pero justo mi hermano tenía que venir a España, la trajo a Tusquets a Barcelona. Un día me llega una carta donde me dicen que soy una de las diez finalistas y que me invitan a la fiesta. No mandaban el pasaje así que no viajé. Pero, fue muy fundacional en mi carrera de escritora, porque era la primera vez que algo externo me devolvía una respuesta que decía: ‘Bueno, si te esfuerzas, quizá algún día eres escritora’.

Acertó.
Sí, porque había más de 300 manuscritos y yo era lo primero que hacía. No gané pero quedé entre los diez finalistas. Eso fue un gran premio. Me dio la confianza para seguir adelante.

¿Se lo imaginaba así?
No lo sé, porque yo no creí nunca que iba a ser escritora.

¿Todavía lo piensa?
No, pero tengo montones de inseguridades. (Risas) Me cuestiono muchas cosas de lo que escribí y de lo que voy a escribir. Estoy muy contenta de haber encontrado este lugar en el mundo. Estoy como en un eje y si no escribo pierdo la noción de lo que es y no importante. Es lo que me gusta hacer y en esto no estoy equivocada.

¿Se relee?
Muy poco, porque siempre encuentro errores y digo que lo tenía que haber escrito de otra manera. Me da fiaca.

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