[dropcap]E[/dropcap]n estos días previos al carnaval casi todos los centros escolares preparan la fiesta y las familias se alteran sólo de pensar en hacer los disfraces o comprarlos.
A los niños y no tan niños les encanta disfrazarse.
Esta época es excelente para soltar tensiones, frustraciones, para gritar lo que en otros momentos o circunstancias no puedes.
Alos niños entre tres y siete años les encanta asumir otros roles por eso el hábito de disfrazarse es muy habitual. Es necesario que mediante el disfraz saquen sus miedos.
Recuerdo como en mi clase de Educación Infantil a los niños les gustaba disfrazarse de niñas y decían que eran las mamás y las niñas asumían el rol del papá.
Este juego simbólico, propio de esta etapa, es necesario para desarrollar la personalidad del niño y obtener un equilibrio emocional. Estas prácticas las realizan igualmente en las casas y cuando muchos padres ven a sus hijos varones colocarse unos zapatos de tacón de la madre, un collar y se pintan los labios, se asustan e incluso dicen que su niño es gay. Están muy lejos de la verdad.
Si escucharan el discurso que hacen, comprobarían que simplemente sacan fuera todo lo que no se atreven a decir a la madre, la señorita, la abuela, las hermanas.. … De igual forma hacen cuando el disfraz es de papás.
Las dramatizaciones son excelentes terapias y para eso ayuda mucho el disfraz. Es una coraza muy beneficiosa.
Estos días de carnaval son para disfrutar en familia. Los padres que se disfrazan y acompañan a los hijos en desfiles y se divierten juntos, crean unos lazos muy positivos y una herramienta óptima para poder superar situaciones de crisis familiar.
Algunas consultas de psicólogos utilizan las dramatizaciones con excelentes resultados.
Preparar disfraces en familia es divertido, sencillamente es echarle imaginación y con bolsas de basura, cartulina y un poco de pintura se puede confeccionar un disfraz de payaso y salir a la calle a reírse un poco.
1 comentario en «¡Ya llegó el carnaval!»
Hoy no te puedo decir nada, querida Nati, porque nunca tuve la dicha de disfrazarme. ¡Eso sí! Siempre que vi, en Toro, los desfiles de carnaval. disfruté a tope por la sana alegría de los participantes, con un poquito de guindilla, pero sin pasarse. Lo que no me gusta es la alegría alcohólica, de la que he visto escenas muy desagradables. La diversión sana es una maravilla, como la que he disfrutado este año con las Águedas, en Santa Marta.
Un abrazo, querida Nati.