Los participantes en la rave de Salvatierra empiezan a abandonar el pantano

Comienza el éxodo de los 'ravers' que han estado de fiesta ininterrumpida desde el viernes en el pantano de Santa Teresa, aunque este martes seguía en pie medio campamento
Llegó la hora de recoger las tiendas de campaña.

Tras cuatro días fiesta ininterrumpida, la rave o free party de Salvatierra comenzó a disolverse el lunes por la noche y este martes se produjo el primer gran éxodo durante toda la jornada, con un goteo constante de vehículos abandonando el paraje elegido en el pantano de Santa Teresa para celebrar una fiesta a la que han acudido unas 6.000 personas y más de 2.000 vehículos.

Aun así, la fiesta continuaba este martes por la tarde y es previsible que la llama vaya extinguiéndose progresivamente hasta que no quede nada ni nadie en el punto que ha acaparado la atención de los ravers.

Montones de bolsas de basura apiladas esperando a ser recogidas, residuos aún por recoger en los límites del espacio ocupado y medio campamento por desmontar configuraban el panorama este martes por la tarde.

Muchas caras de cansancio (llevan de fiesta día y noche desde el viernes) y resignación ante el final de la convocatoria convivían con los que todavía estaban rindiendo culto al muro de sonido ante el que los asistentes lo dan todo y los que se daban el último chapuzón, aunque se ha pasado más tiempo ante el altar de sonido que en el agua, a pesar del calor intenso..

Y muchos de ellos buscando el modo de eludir el macrodispositivo de control que había dispuesto la Guardia Civil, que los esperaba en una de las vías de salida de la zona.

Radiografía de una ‘Free Party’: 72 horas de baile y clandestinidad al margen del sistema

Son fiestas gratuitas que duran hasta 72 horas. Se convocan de forma casi clandestina a través de canales cifrados y su único objetivo es bailar hasta que el cuerpo aguante. Se trata del fenómeno de las Free Parties, la evolución contracultural de las raves, que ha resurgido con fuerza en países como España, Italia, Alemania y, muy especialmente, en Francia.

Su organización se basa en el secretismo. Las convocatorias circulan por canales de Telegram a los que solo se accede con invitación de alguien de confianza, un método para evitar filtraciones a la policía. Las instrucciones para llegar al lugar, siempre un paraje recóndito para que la música no moleste tanto que obligue a intervenir a la policía, se revelan con apenas 24 o 72 horas de antelación. No se comparten direcciones, sino coordenadas geográficas y, a menudo, una contraseña para acceder.

El corazón de la fiesta es el soundsystem: un imponente muro de altavoces que se erige como el altar mayor de estas ceremonias de estética postapocalíptica. Ante él se congrega una multitud sorprendentemente diversa. Se pueden encontrar desde perfiles ligados a movimientos okupa, como punks y rastas, hasta los llamados «tranceros», aficionados a la música trance con una estética techno más cuidada. Hay quien invierte dinero y recorre miles de kilómetros para no perderse una cita. Lo que no encontrarás en ellas son perfiles conservadores o de ultraderecha: el racismo y la intolerancia están explícitamente vetados.

A pesar de la apariencia caótica, rige un código no escrito resumido en el acrónimo PLUR: Peace, Love, Unity, Respect (Paz, Amor, Unidad, Respeto). Es muy difícil ver una pelea en una rave. Hay un ambiente de hermandad, la gente comparte lo que tiene. Esta filosofía incluye una consigna clave: en caso de intervención policial, no se opone resistencia violenta.

Aunque la entrada es gratuita o muy asequible, la logística es compleja y costosa. Los colectivos organizadores viajan en camiones, a menudo con matrículas extranjeras, que transportan equipos de sonido de miles de euros. Los propios vehículos se reacondicionan con camas para que los responsables puedan dormir por turnos. ¿Cómo se financia? Los ingresos provienen de lo que los asistentes consumen en la propia fiesta, desde bebidas hasta otras sustancias.

Este movimiento, heredero de las raves ilegales que desafiaron al gobierno británico en los años 90, canaliza hoy una mezcla de hartazgo post-pandemia, un pulso contra el sistema y, sobre todo, unas ganas irrefrenables de bailar con total libertad.

2 comentarios en «Los participantes en la rave de Salvatierra empiezan a abandonar el pantano»

  1. Me parece que es un nido de personas pasadas de todooooy la higiene brilla por su ausencia no me gustaría tener un hijo metido en este mundo.

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