[dropcap]H[/dropcap]acer un mapa ha sido siempre una de las necesidades del Hombre. O leerlo.
Sin embargo hoy, con las facilidades que nos da la informática, parece como si ya no hiciese falta; que todo te lo va a resolver el dichoso aparatejo de las teclas.
Está ocurriendo algo parecido con las tablas de las “cuatro reglas”. ¿Qué cuáles son? Pues sumar, restar, multiplicar y dividir, aquello que aprendíamos en la añorada escuela de parvulitos, recién salidos del cascarón. ¿Quién sabe hacer hoy la “regla del 9” al dividir? O mejor dicho: ¿quién sabe dividir? Fue necesario durante siglos. ¿Y la “regla de 3”, también llamada “regla de los burros”? ¿Saben los jóvenes qué es?
Pues con los mapas sucede algo parecido. ¿Qué es la escala? ¿Qué significan las curvas de nivel y la equidistancia? Hoy sólo se sabe usar el mapa de carreteras, y mucha gente ¡ni eso! ¡Creen que tienen todo con el GPS!
¡No saben lo que se pierden! Es el placer de la lectura trasladado a un papel que nos habla de un paisaje. ¿De un paisaje? ¡Sí!
Porque en un buen mapa, si sabes leerlo, lo ves. Y otras muchas cosas. Puedes ver cómo ha evolucionado; puedes deducir y ver el desarrollo de una batalla en el lugar en que se luchó, lo que pensó el estratega que venció y lo que no supo ver el que perdió. Puedes planificar una excursión, marcha o expedición y recorrer, con tu imaginación, lo que ves en las curvas de nivel, por donde subes o bajas mejor… ¡todo!
Y ahora ¿qué tenemos? Pulsas un botón y te sale en una pantalla lo que un ojo electrónico ve desde allá, a gran altura, sin que se aprecie el relieve. ¡Claro que puedes volverlo a apretar y te salen las curvas de nivel! Pero volvemos a lo mismo: ¿sabes leerlas? ¡Te deja poco para que imagines! El GPS está muy bien para ir deprisa de un sitio a otro, pero poco más. No olvides que no es más que una herramienta. Que sabiéndola manejar -como a todas- obtendrás mejores resultados. Es como si tuvieses un -¡qué sé yo!- un cascanueces, por ejemplo, y lo empleases como si fuese una piedra. ¡Pero hoy todo es prisa y velocidad! ¡Deprisa, deprisa! ¡Calma, hombre o mujer, calma… y disfruta un poco!
¡Aprende a leer los mapas! ¿Qué habrá en ese barranco? ¿No te dan ganas de ir a verlo? Y ese arroyo que debe nacer en ese punto ¿tendrá fuentes? ¿Cómo serán? ¿Manará el agua de la roca, como un surtidor, o empapará el suelo? ¿Por qué ese paraje se llama el “Teso de la Horca”? ¡Pues anda que este otro, el “Culo del Mundo”! Y en “El Pendón” ¿colocarían allí la enseña cristiana en alguna batalla ganada a los moros?
Y así, uno y mil ejemplos que pueden hacerse. Lee, lee, lee los mapas. ¡No te decepcionaran! Y si no sabes, ¡APRENDE!
——
Hace unos días me enteré de un gran disparate -al menos, así me lo parece a mí- ocurrido en un país en el que siempre admiré su gran educación. Resulta que en Finlandia pretenden que los niños no aprendan a escribir sobre el papel, sino tecleando el ordenador. ¿Será verdad? ¿Pero es posible…? Parece como si la gente estuviese alucinada por la máquina. ¿No habrá adoptado Satanás una forma electrónica, para apoderarse de las almas?
!A este paso cualquier día nos van a prohibir pensar, alegando QUE YA NO HACE FALTA!
Este mapa es original mío. Lo usaron mis alumnos en prácticas de topografía durante muchos años. ¿Ves el relieve? ¿Te atreves a hacer un corte topográfico por la línea central A-B? ¿Cuáles son la escala y la equidistancia? ¿Y los puntos más altos y más bajos? ¿Y…?
Lo resolvemos la semana que viene.
6 comentarios en «Leer los mapas»
Te felicito,¡cómo añoro aquellos mapas y los aprendizajes de ayer!..nuestras generaciones no pueden ignorar lo que a nosotros ncos hizo ser hombres ….después toda la tecnología ,pero con base.Comparto tu escrito de esta semana como siempre,eres genial!.. Un abrazo Azucena.
Muchas gracias Azucena. Verdaderamente, casi me dan pena las generaciones actuales. No han tenido una infancia llena de imaginación, que era nuestro principal juguete. ¡Y cada vez es peor el panorama! De ahí mis gritos en recuerdo de mi tiempo feliz de la infancia.
Un abrazo muy fuerte, Azucena
¡Que razón tienes querido amigo! Yo no aprendí mucho de geografía en mi infancia, lo he aprendido muchos años después y por curiosidad, mirando un atlas de 1896 que encontré por casualidad y comparándolo con los que estudiaban mis hijas, me enteré de muchas cosas interesantes. De la prueba del 9 y del 3 me acuerdo perfectamente, el problema mayor que tengo ahora es restar. ¿Cómo ? te preguntarás. Pues sí querido amigo.
¿Has visto como restan los niños de ahora? He intentado entenderlo pero hasta la fecha no he sido capaz. Estamos mayores, viejos, tontos, desfasados? No lo se ni tampoco quiero saberlo. Un besazo.
¡Qué vas a estar desfasada, Magdalena! Yo, más bien creo todo lo contrario. Considero que lo que yo aprendí, que según dicen ahora, fue muy poco, fue lo suficiente como para llenarme la cabeza de ganas de aprender más. Cosa que hoy es impensable. ¡Como no sea que lo haces para ganar más! ¡Me parece de pena! Me divertí mucho teniendo que aprender lo que eran los conjuntos para explicarlo a mis hijos, pero lo olvidé de inmediato, por pensar que no servían para nada en absoluto. Y así todo… ¡Adoro mi mundo, aunque se vaya conmigo! Gracias, Magdalena. Bss
Una reflexión muy acertada. La tecnología hace que, muchas veces, nos volvamos más ignorantes. Recuerdo como de pequeño, me gustaba mirar los mapas de lugares lejanos e imaginarme como serían…
Un artículo genial, como siempre, Enhorabuena, ¡Maestro! Un fuerte abrazo.
¡Verdad que sí, Armando! Lo mismo me pasaba a mí. ¿Jugabas con tus compañeros a buscar un nombre en un mapa del atlas? Yo también me preguntaba cómo serían aquellos parajes y me alegraba cuando encontraba algún nombre conocido, como las poblaciones por donde iba Miguel Strogoff o cualquier personaje de Julio Verne, de Salgari, y de tantos otros… ¡Qué tiempos más felices!