[dropcap]É[/dropcap]stos del Ayuntamiento cada día se estimulan más en cómo reventar –quizá sería bueno establecer lo correcto: cómo joder– al ciudadano de a pie. Me supera ya el aguante ver en este periódico que las gentes que mandan en el municipio han decidido cepillarse cuatro pasos de peatones en la avenida de Portugal. Que se revienten, que se jodan los peatones, que vivan los coches que van desmandados. Culpables los peatones, amparo a los del volante. (Ojo: yo soy peatón y soy de los del volante).
Se creen los del Ayuntamiento que con ampliar aceras de modo irracional –se necesita ignorancia sobre qué funciona sobre cada acera– y con reducir a troche y moche espacios para aparcamientos en las calles, al tiempo que marcan un cachito, una mota de verde en su lugar, ya tienen resuelto esa moda de que “el urbanismo” cobra dimensión humana. Siempre, además, con granito, mucho granito y asimilados. (¿Qué pasa, puede saberse, en esta ciudad con el granito? Lagarto, lagarto…). Se creen los del Ayuntamiento que al ciudadano lo consuelan con esos trucos que montan por las calles del lugar. Y, en cierto sentido, se cargan de razón: la ciudadanía no cae en la cuenta, no salta, se aguanta con lo que le planten delante de casa, al lado o más allá. Qué más da.
[pull_quote_left]Los del Ayuntamiento, desde luego, han convenido en tomar otra gran decisión para salvaguardar la vida de los peatones: que se jodan los peatones y que rebrinquen de gozo los conductores.[/pull_quote_left]Y se creen los del Ayuntamiento, que al lado contrario, consuelan a los que practican con el volante que si en la avenida de Portugal se eliminan cuatro pasos de peatones, los tales conductores lo van a considerar una gran medida favorable. En la misma vía en la que, de modo lamentable, se han eliminado todas las plazas de estacionamiento para colocar cuatro motas verdes que se mantienen en estado indecoroso y que impiden que el ciudadano normal pueda encontrar, a ratos, un espacio en el que dejar el coche, por el que el santo Ayuntamiento le cobra unos impuestos anuales. Pero ya no se puede aparcar, porque, ¡misterio!, al lado hay un parking de pago donde habrá que meter el vehículo para luego meter la tarjetita y echar en la ranura los euros que marque el visor. Y a silbar los del volante, aunque les quitamos cuatro pasos de peatones: ya podemos ir desmandados sin necesidad de atender a que se cruce un individuo o individua.
Ya no cruzaremos los pasos de peatones quienes nos movemos en el entorno de la avenida de Portugal. Y no lo haremos porque somos culpables. El Ayuntamiento nos ha condenado. Los que sobramos sobre esas marcas rayadas en el asfalto somos los peatones, porque lo que procede es que los conductores vayan tan pimpantantes hablando por el móvil o pensando en lo que les pete. Es evidente que si se producen atropellos los responsables son los peatones, que tienen derecho a cruzar, pero los atontolinados de ellos lo ejercen, y cruzan. Y como lo ejercen, fastidian, revientan, joden, a los conductores. De modo que se acabó la historia: sobran los peatones. Pista abierta a los coches. Eso es un excelente ejemplo de urbanismo humano. Esta ciudad lo practica aquí y allá.
Los del Ayuntamiento, desde luego, han convenido en tomar otra gran decisión para salvaguardar la vida de los peatones: que se jodan los peatones y que rebrinquen de gozo los conductores. ¡Qué ciudad, cielos!
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1 comentario en «A pasar la calle»
De acuerdo. Pero se amplían aceras no para el peatón, sino para montar terrazas de forma abrumadora dejando nuestra ciudad impracticable para el paseante, turista o simple peatón. Todo en favor de un lobby que parece intocable: la hostelería. Hay que cuidarla sí, pero sin abusos. Y en esta ciudad se cometen muchos abusos. A mi que no me espere en las urnas D. Alfonso.