Escuché el otro día en una conferencia de Jaime Vázquez Allegue (a través de YouTube) que el asno y el buey que asociamos al portal de Belén, no figuran en los evangelios canónicos, pero sí en un evangelio apócrifo. Apócrifo no debe interpretarse, cuando hablamos de evangelios, necesariamente como falso, sino que puede significar oculto. Y es que la verdad a veces está un poco oculta, o muy mezclada con la poesía, que es la verdad más verdadera y radical, y por eso necesitamos un lenguaje especial para expresarla. El lenguaje oficial y canónico no siempre nos vale.
En el evangelio apócrifo de Pseudo-Mateo se menciona a esos animales, el buey y el asno, que actuaron como estufa natural en medio de la pobreza de un pesebre.
Ya entonces existía la pobreza energética. Y los pobres. Y los desplazados. Y los refugiados, y los inmigrantes, además de los alquileres caros.
En cuanto a este buey y este asno, que no aparecen en los evangelios canónicos, pero que no pueden faltar en ningún belén que se precie, otros rastrearon su origen en una interpretación simbólica de un versículo del Antiguo Testamento: Isaías1,3, al cual se refiere también el evangelio apócrifo de Pseudo-Mateo.
Se viene a decir allí -y lo debemos interpretar como metáfora- que el buey conoce a su dueño y el asno conoce el pesebre de su amo, pero el pueblo de Israel ni entiende ni conoce.
No está mal, aunque a mí esa interpretación simbólica basada en el espíritu profético, me parece un poco forzada. Pero claro, yo no soy teólogo.
Hace unos años se montó un belén, o sea un auténtico escándalo, porque al papa Ratzinger, Benedicto XVI, un gran teólogo según dicen, le dio por recordar que el buey y el asno del belén tradicional, no aparecen en los evangelios canónicos, lo cual es cierto, y así lo dijo en su libro «La infancia de Jesús» (2012).
Resumiendo un poco este galimatías entre simbólico y apócrifo: Según la Historia sagrada el pueblo (de Israel) no supo reconocer al que llegaba. Los doctores del Templo y el Rey Herodes tampoco, aunque a este último le llegaron noticias y se preocupó. Las monarquías no electas siempre están asediadas por las preocupaciones y los miedos, y más si eres un títere de un emperador romano, puesto imperial que ahora ocupa Donald Trump. Otro bellaco más con mando y poder.
Sin embargo los pastores (unos currantes) y unos magos de Oriente (dueños de un pensamiento mágico) si supieron comprender lo que de verdad importa, entonces y ahora. También el buey y el asno comprendieron a su modo, aunque estos pobres animales quizás estaban allí como parte de su oficio. Después de todo aquello era un pesebre y fuera hacia frío.
Pero actualicemos esta historia de otros tiempos, que para eso es eterna: Jesús de Nazaret sería hoy para una parte de nuestra derecha y ultraderecha, o sea para nuestro canon más reaccionario, un «perro flauta» o un inmigrante sin dignidad ni derechos. «No te queremos aquí» le dirían con absoluto desprecio, y probablemente sería desalojado -con nocturnidad, alevosía, y en Navidad- del portal de Belén por un alcalde ultra de aquella parroquia. Algún otro añadiría un poco después que allí había que limpiar y desinfectar.
En ese sentido sí que puede decirse sin temor a equivocase que la Historia pasada es en ocasiones una Historia sagrada. Como lo es toda Historia, pasada o reciente, que nos ponga sobre la pista de lo que debe importarnos como seres humanos.
El respeto de la dignidad humana es lo primero que se pierde en vísperas de la llegada de los bárbaros. Se perdió enseguida en tiempos de Hitler, y ahora de nuevo en el genocidio de palestinos, en Gaza, que aún continúa. Y en eso estamos aquí y ahora mismo, por mucho que nos deslumbren y cieguen las luces potentes, consumistas, y derrochadoras de la Navidad. Que para eso sí hay dinero, pero no para alojar siquiera en precario a los que no tienen un techo bajo el que cobijarse.
¿Qué mejor momento para desalojar a los inmigrantes y los pobres de su alojamiento mísero que este en que un niño desplazado, inmigrante y recién nacido busca un portal o un pesebre para calentar su humanidad recién estrenada?
En nuestras aldeas ultras, que empiezan a ser aldeas de barbarie, no concurren los pastores a cantar alabanzas o consolar miserias, sino los guardias de seguridad o las fuerzas del orden público, enviados por el castillo de Herodes, que en nuestra infancia era de corcho y ahora es muy real.
¿Creer en la Navidad? Creer en la Navidad es creer que ahora mismo, entre nosotros, de noche y casi a oscuras, está naciendo de verdad, de carne y hueso, un niño, inmigrante, pobre, que será un futuro Einstein, o un nuevo Gandhi, o un sabio de la talla de Darwin, o un maestro de la trascendencia de Cristo, un benefactor de la humanidad, ahora en pañales, que nos enseñará cosas que no sabíamos y comportamientos que quizás hemos olvidado.
Es un nacimiento que no saldrá en las noticias ni en la televisión, pero será importante.




















