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Opinión

¿Por qué y quién?

[dropcap]S[/dropcap]e advierte satisfacción general por la recuperación del puente de Enrique Esteban, que ciertamente aparece rejuvenecido tras la cura de sus achaques centenarios. Pero a ese mismo puente de Enrique Esteban Santos –con “b”, por favor, y ahora más que nunca, con “b”– le han metido la carga de una ignominia que repele.

En el bloque superior del machón de entrada al puente, sobre el granito pulido, el cincel había esculpido en 1913 el nombre del puente, en cumplimiento de la orden real de Alfonso XIII de que “se coloque una lápida con la inscripción: ‘Puente de Enrique Esteban Santos’”. No se colocó la placa, quizá por evitar extravíos, pero sí se grabó el nombre sobre el granito pulido. Así ha permanecido hasta ahora, medio cubierto por líquenes. Pero es que ahora han picado el bloque de granito pulido que en este momento es rugoso y han borrado el nombre para siempre.

¿Por qué y por quién se ha ordenado ese atentado a una disposición real y a la historia? Yo voy a aventurar por qué esa mezquindad, esa ruindad, esa villanía y esa enorme chapuza. Se ha picado el nombre porque el apellido Esteban figuraba con “b”. Frente a las escasas personas que defendemos la “b” en el apellido de ese gran benefactor salmantino, mediante el amparo de documentos, se ha extendido una especie de religión oficial a favor de escribirlo con “v”, con la aportación de razones que respeto pero no comparto en su esencia, como le ocurría a Enrique de Sena, el primero que sentó la base de la “b”. Y el picado del nombre del puente en el machón de entrada confirma esa cruzada persecutoria de otras razones y documentos, una cruzada intolerante y cargada de esencias dispuesta a llevarse por delante cuanto pueda certificar de forma firme cuál era la denominación del puente desde el día de su inauguración, 23 de octubre de 1913.

[pull_quote_left]No dispongo e datos para afirmar que Alfonso Fernández Mañueco sea el muñidor, sino que es responsable final de esa tropelía cargada de mezquindad y plena de chapuza. Y, por favor, que no salgan con el recurso –que resultaría aún más bochornoso– de que ha sido un error dentro del conjunto de una obra[/pull_quote_left]A esa religión intolerante le sobraba ese documento en piedra, firme y claro. Y lo han barrido. ¿Quién ha ordenado la destrucción? Desde luego, alguien con poder para hacerlo y con interés de tapar para siempre tal testimonio que molestaba esa religión oficial porque sentenciaba en piedra. En última escala, me figuro que el alcalde es responsable. No dispongo e datos para afirmar que Alfonso Fernández Mañueco sea el muñidor, sino que es responsable final de esa tropelía cargada de mezquindad y plena de chapuza. Y, por favor, que no salgan con el recurso –que resultaría aún más bochornoso– de que ha sido un error dentro del conjunto de una obra: sólo allí, precisamente allí, es el reducido espacio donde se hallaba cincelado el nombre, es donde se ha picado con toda la intención de eliminar una prueba. Aunque la prueba no falta.

Hace un año tiré la fotografía que ilustra este texto, en la que se aprecia la inscripción con el nombre, aunque en una parte, precisamente la del apellido, los líquenes y porquería acumulada impedían la lectura correcta, pero se entreveía la “b”. Esa es la inscripción que el machete villano se ha llevado por delante. También hace un año, el día después de sacar la foto, en un debate en el que participé como ponente en el Centro de Estudios Salmantinos pedí que se raspara –¡que se raspara!– con una espátula el granito pulido y se pintara el nombre grabado, al mismo tiempo que me comprometí públicamente a renunciar a volver a escribir el apellido Esteban con “b” si allí aparecía con “v”. Yo había visto los rasgos de la “b” mayúscula tras el musgo seco.

[pull_quote_left]Sobre el atentado, la mezquindad y la colosal chapuza de quienes se creen impunes en su apostolado de la “v” creo que tendrían que pronunciarse la Comisión Territorial de Patrimonio, la Asociación del Barrio Antiguo, el Centro de Estudios Salmantinos, el propio Ayuntamiento más la Diputación[/pull_quote_left]Ya no lo podremos saber con certeza –ese ha sido el objetivo de la vileza y la chapuza–, pero tengo la seguridad de que Esteban figuraba cincelado con “b”. Ahora, más que nunca, esa decisión me avala. Al menos, queda la fotografía que testimonia que allí figuraba una inscripción sobre granito pulimentado que hoy ya no está sobre granito rugoso. Lo mismo, de no contar con la foto, los autores e instigadores del atentado negarían la presencia de esa denominación sobre el granito. La lástima fue que la foto fue hecha desde el suelo en una tarde lluviosa, en lugar de haber colocado una escalera y meter encima del letrero el morro del objetivo. Pero, por favor, ¿quién podía sospechar ese procedimiento totalitario, ruin, mezquino, esa villanía, esos métodos chapuceros, ese atentado?

Sobre el atentado, la mezquindad y la colosal chapuza de quienes se creen impunes en su apostolado de la “v” creo que tendrían que pronunciarse la Comisión Territorial de Patrimonio, la Asociación del Barrio Antiguo, el Centro de Estudios Salmantinos, el propio Ayuntamiento más la Diputación (que son quienes solicitaron al rey ese nombre, de Esteban con “b”) y otras organizaciones con atención sobre estos asuntos que atentan contra la integridad histórica, aunque aún no se haya declarado BIC a ese puente (está solicitado: y esa urgencia también puede ser un dato para evitar que tres esa declaración el pecado fuera más rotundo, aunque ya lo es gordo, muy pecado mortal).

[pull_quote_left]La placa con el nombre, en los términos dispuestos –es decir, la “b” en Esteban–, debe colocarse en ese machón, una vez eliminado alevosamente el nombre marcado con cincel[/pull_quote_left]Ya nos han destruído la lección en piedra. Pensaban que nadie iba a reparar en ello o que, en todo caso, faltaría la prueba. Pero es que, además y sobre todo, la orden real que produjo esa inscripción reventada por este vandalismo está escrita en un papel archivado. Cierto, se han cargado la piedra. Lástima, aunque nos queda el archivo, “el Boletín”, la Real Orden. Esa orden, aún vigente, establece fijar la lápida. La placa con el nombre, en los términos dispuestos –es decir, la “b” en Esteban–, debe colocarse en ese machón, una vez eliminado alevosamente el nombre marcado con cincel. Justicia que se debe al gran benefactor salmantino que fue Enrique Esteban Santos, conforme estableció una orden real.

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